domingo, 21 de octubre de 2007

Mantén firme tu labio superior


Este fin de semana los ingleses podrían haber juntado dos curdas consecutivas de haber ganado los Mundiales de rugby y fórmula 1 (aunque bueno, me imagino que habrá quien haya dicho qué demonios, ya de tener todo el bebercio aquí, vamos a remojar las penas en vez de las alegrías). Y es curioso, porque para la fama que tienen en algunos sitios de soberbios y estirados y de creerse los mejores, la verdad es que no es así en absoluto. Obviamente, hay de todo como en todas partes, pero ellos se reconocen más en la figura del ‘plucky loser’, el perdedor cabezota que lo intenta contra los favoritos del mundo mundial y palma, pero con honra. Habiéndolo intentado. Y bueno, si se gana, bien y si no, a otro pub, mariposa.

Se me recordará entonces la figura del hooligan, pero ése no cuenta. A ése el deporte le da igual. Si gana, bronca y si pierde, bronca igual. Si no existiera el deporte profesional que seguir, buscaría bronca jugando a las chapas. La mayor parte de la gente no es así, y me niego a dejar que ese mínimo común denominador tape todo lo demás.

Pero en fin, de lo que quería escribir es sobre la afición al deporte. Al de ver, me refiero. Al sillonbol. A muchos a quienes no les gusta se asombran de cómo puede perder alguien tanto tiempo en algo que ‘no sirve para nada’. ‘¿Te dan de comer el Alonso o el Madrid a ti?’ Bueno, no. Pero tampoco una novela. ‘Hombre, no compares una novela con esto’. Hmm. Pues igual no. Pero en según qué casos, muchas novelas saldrían perdiendo en la comparación.

Tomemos como ejemplo no ya el fútbol, sino los dos deportes que coronaban campeones mundiales (no ingleses, mwahaha) este fin de semana: el rugby y la fórmula 1. El rugby, incluso entre los no iniciados, goza de bastante respeto. Ya nadie lo ve como algo para brutos, porque nunca lo fue. Y si no, se recuerda la frase famosa: ‘un deporte de brutos practicado por caballeros’. Quien lo haya seguido en los últimos años habrá visto cómo se pasaba del amateurismo al profesionalismo, cómo se iniciaban los mundiales, cómo se mantienen las composturas con los árbitros, en un deporte donde tíos como castillos con las pulsaciones a todo tren y a menudo cardenales por todo el cuerpo obedecen sin chistar a árbitros dos palmos más bajos y resisten machacarse los sesos los unos a los otros. Y cómo en 1995, saliendo del apartheid, Sudáfrica organizó y ganó un Mundial que, sin exagerar tampoco, ayudó a dar a la gente a la vez confianza en sí misma y esperanza para el futuro tras unos años muy jodidos que todos recordamos por las noticias. Ese Nelson Mandela dando el trofeo, por Dios. Quien dude del efecto de este tipo de cosas, que recuerde el Mundial de fútbol de España 1982 o los Juegos y la Expo de 1992. Que sí, que mientras ocurrían, a la gente la seguían explotando en el trabajo, los ricos seguían trincando, y a la gente la robaban por la calle. Pero a mucha gente le ofreció otra cosa, otro horizonte diferente a lo que lo que podía ver ya todos los días, y un cierto sentido del orgullo siempre ayuda algo. Además, salió todo muy bien, y de eso siempre se puede presumir.

En cuanto a la fórmula 1, no dudo de que es un deporte, ya que los pilotos han de ser atletas de gran condición física, compiten por premios y han de ser los mejores en lo que hacen, pero la diferencia en los motores hace que a mí por lo menos me interese más como culebrón que otra cosa. Es como una serie de tv de las buenas. Este año quién iba a decir, por ejemplo, que tantas vueltas se iban a dar para que al final ganara el tío que ganó el primer Gran Premio de la temporada, en Australia, Kimi Räikkönen. Pues obviamente esa no es toda la historia ni todo el contenido. Reducirlo a eso sería como leerse el primer y el último capítulo de una novela y decir que ya está.

Por el medio hemos tenido debuts extraordinarios, historias de superación, celos, presiones, envidias, rencores... Esa gente, por ejemplo, hoy en toda España contentos con que Alonso acabe el Mundial no ya segundo sino tercero con tal que no lo gane Hamilton. Incluso aunque lo ganara Ferrari, que era el enemigo odiado el año pasado. Incluso aunque lo ganara el Iceman finlandés ese, a quien el año anterior se le deseaba la misma mala suerte. Eso por no hablar de la cantidad de gente española que no traga a Alonso, diciendo que e le ha subido, que qué creído, que no sé qué. Si no se podría hacer un retrato sociológico de los españolitos sólo a base de esta cuestión, que baje Dios y lo vea.

Y bueno, qué decir del fútbol. Aunque sólo sea porque a nivel personal me acompaña desde siempre ya valdría la pena, y abandonarlo sería como tirar las fotos de toda una vida. Muchos de mis recuerdos los asocio a partidos o torneos, y de hecho alguna vez recuerdo en qué año pasó tal o cual cosa por un partido de fútbol que había cerca. Recuerdo un extraño partido entre un equipo de naranja y el otro de albiceleste, lleno de papelitos blancos por el campo. Recuerdo a mi padre diciéndome durante un Italia-Polonia de España 82 que si no leía en misa ese domingo no veía más partidos del Mundial. Recuerdo la final de Italia 90, Alemania Occidental 1 Argentina 0, en Cudillero tras un día de playa. La Eurocopa del 92 aún me la sé entera partido a partido, ya que la escribí en el ordenador que tenía de aquella, aún con la mínima ilusión de algún día ser comentarista de fútbol. La final de la Copa de Europa de 1995, vista en Dublín, donde el Ajax ganó al Milan, dándole por el saco a un gilipuertas italiano de la residencia que era un creído con su ‘calcio’ de las narices. Y bue, puedo llegar así hasta el Mundial de 2006 comentado en directo para el foro de capitán-alatriste a pesar de que nadie me hacía ni puñetero caso, jeje.

Pues eso. Que es una actividad humana, y que, como tal, es más de lo que parece a primera vista, y que si se sigue con atención resulta apasionante. Por eso tendré un cajón de deportes añadido por aquí, aunque nadie lo abra.

6 comentarios:

Rogorn dijo...

Simon Barnes, el jefe de deportes del Times, uno de los mejores escritores de deportes del mundo, lo ilustra mejor que yo:

In sport, second is the hardest word. The two great sports stories of the year ended this weekend with second places for the English, for the British. Many will see this as a disastrous weekend for British sport: but of course, it is nothing of the kind. Second is an astonishing result, both for Hamilton and for the rugby team. It’s just that with second, the pain outweighs the triumph. You are so near to victory that you can almost taste it: but not close enough.

Old sporting saying: silver is the medal they give the first loser. But we who watch sport savour something beyond the mere numbers of victory and defeat. We also savour the tale: the story; the adventure. And both Hamilton and the England team have given us something exceptional.

But never mind the future. What’s gone was great. All of it. Horrible at the end: but great.

Lenka dijo...

Me ocurre algo curioso. Fui deportista en su día y lo dejé porque no quería competir, sólo entrenar. No tengo el más mínimo sentimiento competitivo. Suelen caerme mal los deportistas de élite por sus descomunales egos. Especialmente los futbolistas, a los que veo como niñatos mimados. Me cabrea la cantidad de imbéciles que se definen como seguidores de un club, aficionados al deporte, cuando está claro que son macarras, borrachos y matones de tres al cuarto. Hasta me indignan ciertas parafernalias, como eso de ir a pedirle victorias a la Virgen del Manto Bordao, o que la peña se tire a la calle si su equipo baja a segunda (los contratos basura nos los comemos, pero ojo con el júrgol) o que haya gente capaz de no perderse el partido aunque su mujer esté pariendo en ese momento. Me cabreo con esas cosas, lo reconozco. Y, en cambio, disfruto viendo cómo disfrutan otros de estas cosas. Puedo tragarme los partidos argentinos por ver las caras de felicidad de mis amigos de ashá. O una final sonada sólo porque juega el equipo de un colega. Me gusta el rugby porque son caballeros, porque siguen corriendo con cuatro tíos colgados de la chepa (no como los niñatos del fútbol, que les roza uno y se caen... fíjate tú, qué cosas, tal parece que pudiera hacerles caer mi prima la pequeña con el meñique), porque no se tocan las narices unos a otros, son cívicos, sí, son caballeros. También me gusta el rugby porque jugaban mis tíos y mi viejo, y me gusta todo lo que hace mi viejo, hasta lo malo, jajajaja.

Y luego están las Olimpiadas, que son mi telenovela favorita, de hecho, la única que veo. Porque lo veo todo, porque lloro como una loca, porque salto y chillo, y quiero que ganen medallas los dos atletas de ese país minúsculo de África que ni sé dónde puñetas está, y me emociono hasta lo patético cuando el corredor de maratón de Polonia entra sosteniendo al de Noruega, que no puede con la vida, y aplaudo como una loca a las niñas del equipo de gimnasia de Madagascar, que saben que no tienen nada que hacer contra las rusas, las rumanas, las yankees o las chinas, pero están ahí pasándolo bomba y haciendo historia para su país... En fin, que tenía que haber olimpiadas todos los años!!!

Respecto a la F1... soy de las pocas asturianas que pasa de ella (si ya pasaba antes, no entiendo por qué me tiene que interesar ahora, por mucho que corra un asturiano) pero debo decir... que me aleeeeegro malignamente de que no haya ganado Hamilton. Prefiero mil veces que haya ganado el soso. Al menos es vikingo.
;-)

Lenka dijo...

Por cierto, que me encanta el título de esta entrada, bondad graciosa...

Jejejejejeje...

Rogorn dijo...

Tenemos cita para Pekín entonces este verano. Cerrado por Olimpiadas.

Además, será todo de madrugada, claro, jeje. Ya dormiremos cuando nos muramos.

Anónimo dijo...

Enhorabuena por tu blog, Ro, me está gustando mucho. ¿Así que de peque tú querías ser comentarista de fútbol? qué curioso, nunca lo hubiera imaginado, pero es difícil conocer a alguien, supongo.
Qué te voy a decir del sillónbol que tú no sepas!!. Recuerdo con nostalgia cuando vivía en casa de mis padres aquellas tardes de sábado y domingo tragándome todo lo que pusieran en eurosport, y tan a gusto. Lo del forofismo es otra cosa, es una manera de ver con interés los deportes, me gusta ponerme del lado de alguien, incluso en las pelis. La fórmula 1 la veía de pequeña, cuando Prost, Senna y esa peña, pero luego el interés decayó, pero ahora basta que un español se haya metido en ese mundo tan elitista, para que una tenga planes los domingos, con total independencia del aspecto personal del susodicho, que me trae al pairo, pero me parece de lo más entretenido y ahora me fastidia que con el tiempo que se avecina ya no tenga los domingos tan ocupados.
Un apunte sobre el fútbol: una vez estábamos varios amigos y amigas en Madrid, y había un partido de esos que se ven en los bares porque no teníamos Canal Plus. Cuando se acercaba la hora del partido, surgió la polémica de qué hacíamos, porque las chicas no querían verlo y yo como dije que sí y que qué más daba si no les interesaba, estábamos juntos en el bar y sería entretenido la más hippy del grupo (porque eso es lo que es, mi querida Valle) dijo que ni hablar, que era un ambiente asqueroso, una vergüenza, que de por ella prohibía esos deportes y la prensa deportiva y que qué sacaba yo yendo a ver eso. A lo que respondí "pues, para empezar, irme con estos 3 mozos tan guapos (y vaya que si lo eran)". Bueno, saco más cosas de ser aficionada a ver los deportes, pero lo dejo ya, que es tu blog, no el mío, jeje. Un beso enorme!!

Inés dijo...

Genial lo de Barnes... me encantó... el último párrafo es brillante...