viernes, 30 de junio de 2017

Los orgullos de Shane

Cuando Shane desapareció de nuestras vidas lo pasé muy mal, la verdad. A pesar de que me desgañité aquella noche gritándole con toda mi alma que volviera con nosotros, él siguió alejándose sin siquiera mirar atrás, y yo no podía comprenderlo. Pero ¿qué quieren ustedes? Yo solo tenía ocho años, y el amor de un crío es extremo y egoísta: cuando quiere algo o a alguien, lo quiere con toda su pasión y con todas sus ansias de tenerlo para sí para siempre, caiga quien caiga. Yo ya tenía un padre estupendo, pero también quería a Shane en casa. Quizá ahora lo entienda mejor, pero tras tantos años, ¿quién sabe cómo se ha deformado la memoria de las cosas?


Shane había llegado a nuestras vidas en un momento muy delicado. Nuestra familia y nuestros vecinos tenían enemigos poderosos que amenazaban nuestro modo de ganarnos el pan e incluso nuestra propia vida. Él apareció un día con su seguridad en sí mismo y con su tranquila negativa a rendirse ante nadie, y cambió por completo nuestra existencia. Al principio nos ayudó en las duras labores de la casa: un recuerdo mío fijo e imborrable es aquella vez en que había que mover un gigantesco tocón de árbol con el que mi padre no podía él solo, y Shane se quitó la camisa, dejando el torso al aire (siempre fue pulcro hasta para eso, mientras que mi padre era de la opinión de que “lo que quita el frío quita el calor” y se dejó la suya puesta) y entre los dos por fin lo consiguieron tras un día entero de esfuerzo y sudor honesto.


También recuerdo, porque lo vi desde un rincón, a Shane ir a comprarse ropa nueva tras el largo camino sin equipaje que había hecho hasta nuestros lugares. Fue ahí donde, de esa manera extraña, intuitiva e imprecisa en que piensa un niño, empezó a formarse mi impresión de que Shane era diferente, y de que los demás lo trataban diferente. Siempre iba impecable, perfectamente afeitado y peinado, y aunque hubiera estado trabajando durante días, siempre vestía con una limpieza y donaire que provocaba en gente menos tolerante la impresión de que no era lo suficientemente rudo o varonil. Eso quedó confirmado cuando uno de nuestros enemigos, Chris Calloway, viéndolo tan atildado en el bar, en medio de su cuadrilla de gente pendenciera y desaseada, le tiró el whisky por encima de la camisa azul nueva, diciéndole que “oliera a hombre”. Shane se fue de allí sin más, aun a riesgo de dejar una falsa impresión de cobardía en los demás, nosotros incluidos hasta cierto punto, he de admitirlo. Pero cuando volvió al bar la vez siguiente y Chris se puso flamenco otra vez (“¿Te crees que vienes aquí a beber con los hombres?”), se ganó un whisky a la camisa, otro a la cara y un hostión con la derecha. Cuando a Shane lo agarraron entre seis, mi padre no dudó en ayudarlo a estacazos. Y es que arrancar tocones y pelear juntos en bares une mucho.


Cuanto más conocido se iba haciendo Shane en nuestra parte del mundo, más empezaron las habladurías sobre él. ¿De dónde venía? ¿Adónde iba? ¿Tenía novia o esposa, y por qué no? ¿Qué pasaba por las noches en nuestra casa entre él, mi padre y mi madre? Al principio yo pensaba que era todo envidia, porque el héroe local vivía con nosotros en lugar de en otro sitio, pero cuando fui creciendo aprendí más sobre el amor y el deseo, y también que la única manera de expresarlo no es la de “chico conoce a chica”. Shane en eso siempre fue un enigma para todo el pueblo, y su ademán misterioso y taciturno, de auténtico “strong, silent type” contribuía a eso. Ni se le pedían explicaciones a la cara ni él las dio nunca. Por mi parte, yo ahora me veo reducido a intentar resolverlo entre recuerdos deformados de miradas a hurtadillas entre los tres, que ahora cobran nuevo significado. Desde luego, fue mi padre quien le invitó a quedarse, y fue mi madre, con intuición de madre y de mujer, quien me advirtió de que no me encariñara con él, porque algún día se iría. También recuerdo, ahora incluso con vergüenza, preguntarle a mi madre con todo el morro si le gustaba Shane, en mi ansia de retenerlo. Si, como dicen algunos, había algo más que amistad entre él y mi padre, ¿por qué bailó aquel 4 de julio con mi madre? Si, como decían otros, había algo más que agradecimiento entre él y mi madre, ¿por qué cuando mi padre quiso enfrentarse directamente a nuestros enemigos, Shane se lo impidió primero con buenas razones y luego a puñetazos? Mi padre seguramente habría resultado muerto en la confrontación y Shane podría haberse quedado con mi madre, conmigo y con la casa.


Fuera como fuese, aquella noche en que Shane tomó el lugar de mi padre para defendernos a todos, y yo lo seguí como perro fiel hasta la trampa que le tenían tendida, y ayudé en lo que pude a que el bueno matara a los malos y saliera con vida, fue la última que lo vimos. Nos hizo el favor de nuestras vidas, se marchó sin volver a despedirse, me dejó una última lección para recordar (“Un hombre tiene que ser lo que es, Joey”), y se fue visiblemente herido tras la contienda, saliendo del pueblo camino del cementerio (ominoso presagio). Hay que quien dice que se curó, y quien dice que murió al poco. Cada persona que conoce su historia opina de una manera, pero la mía, tras verlo, sentirlo, recordarlo y madurarlo en mi mente, es que aunque pudiera haberse visto tentado en algún instante por apropiarse de lo que otros tenían, fuera en el sentido que fuera, era un hombre con reglas de raíces profundas, y con un gran sentido del orgullo. En todos los sentidos de la palabra.

[Esto se escribió para el concurso Historias Con Orgullo, de zendalibros.com, sugerido por unos mensajes de Arturo Pérez-Reverte en Twitter: "Gracias por la agradable tarde cinéfila. Lola cierra el bar. Me voy a ver otra vez 'Raíces profundas'. Quiero comprobar una teoría que discutí el otro dia con mi amigo el argentino Jorge Fernández Díaz: un visionado gay de 'Raíces profundas'. Imaginen ver la peli pensando que Shane (Alan Ladd) es homosexual. Todo cambia de sentido. El tocón de árbol con Van Heflin, la mujer, por qué no se queda con ellos, y otras cosas que no mencionaré. Échenle un vistazo desde esa óptica, y me cuentan. Sale una peli distinta. Sé que es una gilipolllez. Pero es una gilipollez interesante. Curiosa. Otro día les cuento mis impresiones, si logro verla así. Fue un placer la tarde. Gracias por la grata compañía peliculera. Clic."]





jueves, 21 de abril de 2016

Hidalgo se lanza contra los Molinos en Castilla


Madrid (Agencias), 23 de abril .- Un hombre de unos cincuenta años de edad, Alonso Q.H., ha sido detenido hoy por la policía en la plaza de Castilla tras intentar abalanzarse, al salir de los juzgados, contra los acusados en el famoso Caso Gigantes, la trama de corrupción investigada por la Fiscalía a raíz de los llamados Papeles de los Molinos, cuyas filtraciones descubren nuevos indicios delictivos casi a diario.

El hombre, natural de un lugar de La Mancha cuyo nombre no ha trascendido, llevaba varios meses publicando mensajes en las redes sociales sobre este y otros temas de interés público. Empezó con largas diatribas en Facebook, e incluso ha grabado algún vídeo casero colgado en YouTube. En Twitter, desde la cuenta @HidalgoQuijano, llegó a ser "trending topic" la semana pasada con hashtags como #RuedasDeMolino y #GigantesContraMolinos, y parece que ese breve éxito fue lo que le decidió a llevar a cabo su acción de hoy. Disfrazado crudamente de caballero andante, y con una espada claramente de plástico al cinto, primero intentó declamar algo que llevaba escrito en un papel en dirección a los encausados, y cuando ni se le prestaba atención ni se le escuchaba siquiera, intentó abrirse paso para acercarse, forcejeó con dos agentes, logró evadirlos brevemente y acabó echando mano a la empuñadura del "arma". Fue entonces cuando fue reducido y esposado.

Al parecer, el detenido tenía junto a él a un vecino de su pueblo, Sancho P., que no tenía conocimiento de los planes de su compañero, y que intentó disuadirlo, demasiado tarde y sin éxito, cuando supo lo que pretendía hacer. A la pregunta de si su amigo tenía la intención de agredir a los imputados, respondió "no", aunque luego dudó un instante. "Vamos, no creo. Es un disfraz de juguete. Pero cuando a la gente la ignoran todo el tiempo, eso te frustra. Es una bellísima persona, culto y comprometido con los oprimidos. Solo quiere justicia", ha dicho a los medios. Y tras otra breve pausa, añadió: "Como todos, por otra parte. Todos somos Alonso. Lo que ha ocurrido es que ya está harto, como los demás, de corruptos y chorizos, y ha querido hacer algo en vez de estar sentado en casa viendo la tele".

La televisión precisamente parece haber sido una de las causas remotas de la actitud de Alonso. Otra vecina suya, Aldonza L., que no ha querido especificar su relación con él, comenta que el detenido veía y escuchaba debates televisivos y radiofónicos sin cesar, "a veces varios a la vez, y esto mientras además leía los periódicos". En los últimos tiempos, "como andaba mal de dinero, iba al bar a leerlos, uno tras otro, y siempre pedía que cambiaran el canal si no tenían puestos a los tertulianos". Por lo que se desprende de otros testimonios, sus paisanos siempre lo habían considerado un poco peculiar, sobre todo por su afición a las gruesas sagas de ficción fantástica -"andaba todo el día con rollos sobre las Siete Tierras Medianas, o la Galaxia de Poniente, o qué se yo", añade la vecina, pero, según ha dicho el cura de su pueblo, "yo veía que cada vez la gente le hacía más caso. Cuando antes simplemente desconectaban de él y se acababan la caña con más presteza, ahora lo escuchaban, debatían con él, le daban la razón y estaban de acuerdo en que algo había que hacer. Pero nadie esperaba esto".

En las horas siguientes, las redes han ardido con respuestas al incidente, desde multitud de memes cómicos con una captura de la espada desenfundada y un acusado al fondo intentando cubrirse hasta las etiquetas, más o menos comprometidas, #TodosSomosAlonso y #JeSuisAlonso, donde se mezcla la burla con la admiración. Mientras tanto, el juicio, aún sin condenados en firme, entra ya en su sexto mes.

[Esto se escribió para el concurso #MolinosQuijote, en zendalibros.com]

martes, 22 de diciembre de 2015

domingo, 8 de noviembre de 2015

La Guerra Civil contada a los jóvenes

La Guerra Civil contada a los jóvenes
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2015

Arturo Pérez-Reverte es un autor de varias facetas a la hora de escribir. Estuvo primero el reportero para el diario 'Pueblo', donde lo mismo le tocaba escribir sobre aburridas reuniones diplomáticas de políticos españoles con mandatarios africanos que peligrosas crónicas de guerra al pie del cañón (a veces, literalmente), pasando por reportajes a fondo de varios capítulos de duración publicados en días sucesivos sobre temas como el Islam, Gibraltar, la mujer en Oriente Medio, el Sahara y muchos otros. Después, tras una etapa en radio y televisión, vinieron sus novelas y sus artículos de prensa, que también ofrecen matices entre sí. Están las novelas cortas y concisas como 'La sombra del águila' o 'Un asunto de honor' y las muy largas como 'El asedio' o 'La piel del tambor'. Están las históricas como 'El maestro de esgrima', 'Hombres buenos' o la saga entera de 'Las aventuras del capitán Alatriste', y las ambientadas en un presente un tanto intemporal, que solo el avance de la tecnología deja añejas, como 'La tabla de Flandes' o 'El Club Dumas'. Aparte de ellas, hay cosas muy individuales, como 'Territorio comanche', 'El pintor de batallas' o 'La Reina del Sur'. En cuanto a los artículos, están los de denuncia y cabreo, están las batallitas casi desconocidas recuperadas del pasado, están los de aviso a navegantes que luego se hacen realidad, están las pinceladas de humor, e incluso a veces la ternura ante un justo en Sodoma (o quizá en Gomorra). Incluso su faceta como conferenciante ocasional y articulista invitado es una cara suya muy estimable, con textos tan recomendables como 'La vía europea al best seller', 'El doblón de capitán Ahab' o 'La mochila de Jim Hawkins', entre otros.

Otra faceta que lleva mucho tiempo ahí pero que cada vez adquiere más preponderancia es la de "educador", y lo pongo entre comillas para matizarlo convenientemente a continuación. Conocida es ya la historia de cómo comenzaron 'Las aventuras del capitán Alatriste': tras ver un libro de texto del colegio de su hija Carlota donde el siglo de Oro se despachaba en página y media, Pérez-Reverte decidió escribir una aventura  (o varias, a ser posible) protagonizada por espadachines, soldados, nobles y villanos de la época, para atraer la atención de lectores de todas las edades, pero sobre todo jóvenes, hacia esta importante época del pasado español. Anteriormente Pérez-Reverte ya había escrito novelas ambientadas en el siglo XIX (la otra que no hemos mencionado hasta ahora fue su primera de todas, 'El húsar'), pero aquí al afán didáctico fue tan grande que el su hija Carlota firmó como coatura tras ayudarle con la investigación previa, y el narrador de la saga es un niño de inicialmente 12-13 años, como ella lo era. Además en poco tiempo aparecieron ediciones más baratas para los colegios, con sus introducciones especiales, adaptaciones al cómic, fascículos coleccionables en 'El País' luego recopilados en un libro, etcétera. Desde entonces, el gusanillo educativo, o más bien conmemorativo, el gusanillo de picar la curiosidad a otros y que esa persona luego siga su propio camino de descubrimientos, fue en aumento, y el número de sus novelas históricas creció bastante, con 'Cabo Trafalgar' o 'Un día de cólera' entre los que no hemos mencionado ya, e incluso un relato muy corto publicado solo en prensa como fue 'Ojos azules' también salió en libro. También ha organizado exposiciones sobre el 2 de Mayo o barcos famosos. Aparte, el número de sus columnas en 'XL Semanal' dedicadas a episodios históricos también aumentó, y el tema ha llegado incluso a culminar con la serie de artículos 'Una Historia de España' que cuando apareció el libro que ahora nos ocupa iba por su capítulo número LIII, y aún estamos en el siglo XIX.

Valga todo este proemio para recordar de dónde viene Pérez-Reverte a la hora de publicar ahora esta 'Guerra Civil contada a los jóvenes'. Al igual que pasó con Alatriste, el desencadenante también fue un libro escolar, en concreto uno que decía textualmente que Antonio Machado, "pasados unos años se fue a Francia con su familia. Allí vivió hasta su muerte" y que Federico García Lorca "murió, cerca de su pueblo, durante la guerra en España". En realidad, Machado no "se fue con su familia" como quien se va de vacaciones, sino al exilio durante la Guerra Civil, cruzando los Pirineos a pie con un frío extremo, y García Lorca no "murió", sino que lo mataron, y eso sucedió "cerca" de su pueblo y no dentro de él porque lo sacaron de allí y lo fusilaron por sus ideas. Este escamoteo de información, con la justificación de que era un libro de primaria que no quería provocar demasiada inquietud en los alumnos (fue retirado del mercado tras aparecer en las noticias) fue lo que llevó a Pérez-Reverte de nuevo a pensar que hacía falta escribir algo que rememorara todo esto para quien lo necesitara. No lo "celebrara", sino lo recordara.

Lo primero que hay que saber de este libro es qué no es. Primero de todo, no es una novela. Aunque Pérez-Reverte ha escrito novelas por extenso ambientadas en el pasado, este es su primer libro puramente de Historia con H mayúscula. Hay muchos detalles históricos en todas sus novelas ambientadas entre los siglos XVII y XIX, pero nunca había escrito un volumen entero de no ficción. Como mucho, se había acercado bastante en 'Un día de cólera', con su minuciosa reconstrucción casi periodística de los hechos del 2 de mayo de 1808, pero incluso ahí hay diálogo ficticio, "ben trovato", pero no "vero". Aquí es todo Historia, sin ficción.

En segundo lugar, no es un tomazo exhaustivo. Tiene 144 páginas. Muchas de ellas ocupadas con ilustraciones. Y algunos párrafos de esta reseña son más largos que los del libro del que se ocupa. Los capítulos completos duran seis o siete frases en una sola página, para un total de 30 párrafos, más un glosario con una veintena de palabras, una cronología rápida de dos páginas y cuatro mapas cronológicos del conflicto donde el azul se va comiendo al rojo por toda España. Se lee completo en unos minutos. Hay cosas que "faltan", dirán algunos lectores, o que están demasiado resumidas. Así que quien busque algo más completo, primero de todo ya debería haber leído uno o varios libros más sobre el tema, y segundo de todo, hay miles más aún esperando en las estanterías. Además, ciertamente cada autor da más preponderancia a unas cosas sobre otras, pero quien ya se haya leído un Beevor, un Gibson, un Thomas, un Preston o incluso, ya que hablamos de Pérez-Reverte, un Eslava Galán (no menciono más autores españoles, por si acaso) seguramente no encuentre aquí algo que no supiera ya. No está hecho para eso.

En tercer lugar, no es un ajuste de cuentas personal, como los que sí se pueden ver en la columna dominical del autor, 'Patente de Corso'. Tampoco es un guía ideológica, aunque no va a faltar gente que mire con lupa cada palabra para ver si por fin se descubre la prueba irrefutable de si Reverte es rojo o facha. E incluso cada ilustración, que ya ha habido observaciones sobre las diferencias entre el soldado azul de la portada y el rojo. A eso, el propio Reverte puede responder con un par de tuiteos: "Soy de derechas o de izquierdas según el pie que me pisan, y a menudo me pisan los dos", y "Esta mañana, mi muy octogenaria madre estuvo sembrada: "Hijo mío, en el 36 te habría fusilado cualquiera de los dos bandos". Le contesté: "Primero tendrían que cogerme vivo, mamá"." Al igual que hizo en 'Un día de cólera', aquí Pérez-Reverte deja a un lado los adjetivos, dejando solamente hechos confirmados, y que sea cada uno quien le ponga calificativos a lo que lee. Y a quien lo escribió, si eso le motiva.

Y en cuarto lugar, no es un libro para expertos, es un libro para jóvenes. Lo pone el título, así que que nadie se llame a engaño. No significa esto que se considere que ningún joven sería capaz de leerse un libraco de 800 páginas sobre el tema en vez de este, pero sí que a muchos este en concreto les será de utilidad, de la misma manera en que lo puede ser la versión escolar y popular de 'El Quijote' que (en otro gran afán didáctico) el propio Pérez-Reverte adaptó para la RAE el año pasado. Quizá un título mejor, o una descripción mejor, sería 'La Guerra Civil contada a quienes no saben mucho de ella, sea cual sea su edad', pero lógicamente no quedaría muy correcto. No tienen por qué ser jóvenes, o al menos no tan jóvenes como los 12-15 años a quienes en principio va destinada, pero yo creo que la mayoría de nosotros conoce a alguien mayor de esa edad a quien le vendría bien un acercamiento mínimo de este tipo para picarles la curiosidad.

Hace más de 20 años ya Pérez-Reverte dijo que la narrativa no debería tener ningún problema en usar técnicas de otras artes para cautivar a los lectores. Cosas del cine, de la televisión, de los cómics o de la prensa, por ejemplo: "Es necesario utilizar las mismas armas del enemigo, sus trucos y sus trampas; es decir, hay que meter el cine y la televisión en los libros. Ahora se intenta que la gente no vea la televisión para que lea libros, y eso es imposible. Nadie va a desconectar el televisor para coger una novela. Lo que sí podemos intentar es que la gente lea en los ratos en los que no está viendo la televisión. Bajar a la arena y jugar con la memoria audiovisual y sus referentes. Aunque a la larga la guerra la tengan ganada los medios audiovisuales, hay que procurar mantener la batalla con cierta dignidad y por el mayor tiempo posible. No es que para mí sea cuestión de enemigos, sino que la dialéctica está planteada así. Por el contrario, lo que yo defiendo es que la televisión y el cine no sean antitéticos de la literatura, sino complementarios; que el que vea una película quiera luego leer el libro; que no se piense que la televisión y el cine se nutren a sí mismos". Este libro es una muestra de ello, utilizando las poderosas ilustraciones de Fernando Vicente como ayuda visual para retener en la memoria los episodios de la época que se cuentan, e incluso provocar el deseo de investigar más. Hay que recordar, además, que Vicente ya trabajó anteriormente junto a Pérez-Reverte en 'El pequeño hoplita', otra obra revertiana más donde se aunaba entretenimiento con divulgación histórica. De hecho, si aquel libro apareció en una colección llamada 'Mi primer...' (Pérez-Reverte), este otro libro del que hablamos ahora podría ser 'Mi segundo Pérez-Reverte'.

Quien piense que esto no tiene pinta de funcionar, puede escuchar lo que ha dicho el propio Vicente presentando el libro: "A mis hijos de 12 y 15 años no les había contado nada sobre la Guerra Civil. En mi generación se hicieron muchas películas sobre el tema y al final nos cansamos y desconectamos. Y ahora me he dado cuenta de lo poco que sé sobre el tema. Mi madre me la contó a mí, y por eso he querido leerles este libro de Reverte a mis hijos. Y les ha entusiasmado, no dejaban de hacerme preguntas. Y mi madre tuvo que contarles cómo ella acabó viviendo en Francia, separada de sus hermanos". Quien tenga relación con el mundo docente sabrá que un viejo truco para acercar las materias al alumno es el de relacionarlas con su entorno familiar. Quien esto escribe tuvo profesores del colegio que le mandaron preguntar a los abuelos sobre la guerra, a los padres sobre los últimos días del franquismo e incluso una profesora de música que nos pidió grabaciones en audio de familiares nuestros cantándonos canciones populares de su infancia. Cada año que pasa el truco de los abuelos es más difícil de utilizar, porque van quedando menos, y para muchos estudiantes la guerra ya solo fue algo que no pasó a abuelos que aún tienen por casa, sino a bisabuelos a los que nunca conocieron, así que un libro como este tiene, sin ninguna duda, un potencial entre profesores y padres que puede dar mucho de sí, juiciosamente usado. No es nada difícil, pues, que la experiencia de Vicente ocurra en muchas otras casas. Y el propio Pérez-Reverte ha sido testigo de cómo adaptaciones de sus obras a otros medios han atraído miles más de lectores a sus novelas: se han hecho muchas películas de sus libros, se ha hecho una telenovela de 'La Reina del Sur' que por todo lo denostada que fue en España, ha sido un bombazo en Latinoamérica, llevando la historia de Teresa Mendoza a gente que nunca habría sabido de ella, e incluso hay cómics como '¡Viva la Pepa!' o una adaptación de 'La sombra del águila' para ilustrar, literalmente, la experiencia napoleónica desde el lado español, que podría ser muy útil a padres y profesores. Por tierra, mar y aire, todo esfuerzo es útil si consigue el objetivo. Twitter, por ejemplo, está lleno de mensajes a Pérez-Reverte de lectores que le agradecen continuamente haberles contado cosas que no sabían sobre el pasado de España y pidiéndole más. Ese virus surtirá efecto seguro, y eso no es nada que despreciar.

Así pues, un simple hojearlo debería ser suficiente para saber si se quiere comprar o no este libro, sin confundirse por lo que no es. Véase aquí, a modo de cita, los capítulos 9 y 10 al completo:

"Al principio, en su avance militar por Andalucía y Extremadura hacia el norte, las tropas rebeldes tomaron terribles represalias contra la población partidaria del gobierno legítimo de la República. Sindicalistas y miembros de organizaciones políticas fueron las principales víctimas. Uno de los casos más terribles se dio en la ciudad de Badajoz, donde en una despiadada represión fueron asesinadas dos mil personas, incluidas mujeres y menores de edad. Al conocerse esos sucesos, las carreteras se llenaron de refugiados que huían de los sublevados, a cuya cabeza avanzaban los legionarios y las tropas marroquíes que los militares rebeldes habían traído desde el norte de África. En Málaga, columnas de fugitivos con mujeres y niños fueron cruelmente bombardeadas desde el aire y el mar."

"En la zona republicana ocurrieron también innumerables atrocidades. El caos político, la falta de autoridad, el pueblo armado y sin dirigentes eficaces, los presos comunes liberados de las cárceles, los milicianos que aprovechaban el desorden para robar y matar, facilitaron represalias y matanzas de clérigos, falangistas, monárquicos y personas sospechosas de simpatizar con la sublevación. Muchas iglesias y conventos fueron destruidos y se asesinó a seis mil sacerdotes y religiosos. La diferencia con el otro lado era que, mientras en la zona gubernamental esta barbarie era, en buena parte, fruto del desorden y obra de elementos incontrolados, en la zona rebelde los asesinatos eran tolerados y hasta organizados por los mandos militares, a fin de eliminar toda resistencia y amedrentar a la población."

Hace unos años, Pérez-Reverte dijo que lo más bonito que le habían dicho como escritor fue "gracias, porque su libro me llevó a leer otros". Ese es el ánimo con el que está hecho este libro, y con el que es mejor aproximarse a él. Es un medio, no un fin en sí mismo.

martes, 18 de agosto de 2015

En el Gulag

En el Gulag
Luiza Iordache
RBA, 2014

La autora de este libro es la rumana Luiza Iordache Cârstea, nacida aún durante la dictadura de Nicolae Ceaușescu y ahora profesora de la Universidad Internacional de Cataluña. Como dice el subtítulo, trata sobre los "españoles republicanos en los campos de concentración de Stalin", y sigue las vidas de más de tres mil personas a quienes el final de la Guerra Civil Española en 1939 les pilló en territorio soviético. En concreto fueron 156 marinos a bordo de barcos que hacían trayectos entre la URSS y España trayendo material para ayudar al bando republicano en la guerra, 200 pilotos de aviación que habían ido a adiestrarse a la academia de Kirovabad (ciudad que en 1989 recuperó su nombre original de Ganja, en la actual Azerbaiyán), unos 200 exiliados políticos, y los famosos casi 3000 "niños de la guerra" junto a sus 130 maestros.

Cuando la guerra acabó con derrota republicana y victoria del bando franquista, la Unión Soviética impidió a todos ellos salir de allí, por razones puramente propangandísticas: ¿no se suponía que aquello era el paraíso comunista? ¿No eran todos aquellos españoles verdaderos luchadores contra el fascismo y la sociedad de clases que los había tenido en la miseria durante siglos? ¿Por qué querrían irse si habían tenido la suerte de hallarse en un lugar donde sus ideas habían triunfado? Sin embargo, casi ninguno quería quedarse, y aunque muchos no querían volver a una España franquista donde serían recibidos como traidores, sino que preferían emigrar a México, Francia o Argentina, eso tampoco se les permitió. Es más, a los que se mostraron más pedigüeños y activos en sus gestiones, llegando incluso a contactar con embajadas no españolas en Moscú, se los acabó fichando, y cuando la Alemania nazi invadió suelo soviético en 1941 se acabaron las contemplaciones y terminaron arrestados, apresados, interrogados, torturados y enviados a campos de trabajo forzado en pésimas condiciones. Los que fueron un poco más mansos o incluso convencidos por el sistema stalinista trabajaron en fábricas y llegaron a alistarse en el ejército soviético para luchar en la Segunda Guerra Mundial, o como lo llamaban en la URSS, la Gran Guerra Patria. Muy pocos de entre estos españoles consiguieron salir de la URSS durante los 40, algunos murieron en la guerra o los campos, y no fue hasta después de la muerte de Stalin, en 1953, cuando las relaciones hispano-soviéticas, aunque fuera a través de mediación de terceros, como la Cruz Roja, mejoraron un poco y la mayoría de ellos consiguieron poder volver. En gran parte, pasaron unos 20 años de media hasta que empezaron a lograr plaza en los buques 'Semiramis', 'Krym' o 'Serguei Ordzhonikidze', que los trajeron de vuelta.

El libro resume cómo fue la vida de varios de estos españoles, en la medida en que se conservan cartas y documentos, y cómo fue el laberinto burocrático que retrasaba continuamente las gestiones. Incluso trata un novelesco episodio en el que dos españoles intentaron huir de la URSS ocultos en baúles, que daría para una película, y no cómica precisamente. Lo más revelador, sin embargo, es el papel del Partido Comunista de España, incluyendo directamente a Santiago Carrillo y Dolores Ibárruri, que compartió la postura del PCUS de retener a los españoles en la URSS e incluso, tras el endurecimiento soviético a partir del 41, colaboró a la hora de tratar a los menos conformes como enemigos fascistas e incluso elaborar informes para denunciarlos y que acabaran presos. Cainitas hasta en el extranjero, es a veces la marca España. Un esqueleto más en el armario.

El libro está ordenado por temas en lugar de cronológicamente, lo cual puede hacerlo un poco difícil de seguir, debido a los continuos saltos hacia adelante y hacia atrás, y también a que se habla primero de cosas que no se detallan hasta más tarde, como por ejemplo el ominoso campo de Karagandá o varios viajes de repatriación en los 50 que no se especifica hasta después cuándo empezaron o cuántos fueron. Una vez leído entero, el puzle queda más claro, pero al principio puede costar un poco colocar todas las piezas. Especialmente útil resulta el primer apéndice, donde aparece una relación alfabética con con cientos de nombres y un resumen corto de lo que le ocurrió a cada uno, hasta donde se sabe. Por ejemplo, y por citar a alguno de los primeros nombres :

1. Alarcón Maturana, Joaquín (Almería, n. 15 de mayo de 1915, PSUC. Tornero en Vorochilovgrad y Alma-Ata. Fallecido el 11 de agosto de 1944 en Stary Sambor, Ucrania, en la Gran Guerra Patria).

4. Almor Chirivella, Salvador (Sueca, n. 15 de noviembre de 1915, internado en Karagandá, obrero en Crimea, repatriado en la 4ª expedición del 'Krym').

9. Aparici Velázquez, Rafael (Madrid, n. 19 de junio de 1917, PCE. Trabajó en Vorochilovgrad, Alma-Ata, voluntario en el Ejército Rojo, Instituto Energético de la Academia de Ciencias, doctor en ciencias técnicas. Falleció en diciembre de 1985).

Pero como siempre, lo mejor de este tipo de libros, aparte de agradecer al autor la sistematización de las informaciones, es oír de primera mano a los protagonistas. Cada trozo de carta o libro de memorias revela más que muchos análisis. Por ejemplo, estas palabras de Miguel Velasco Pérez en febrero de 1940, cuando 25 pilotos españoles fueron a pedir asilo a la embajada francesa en Moscú:

"La calle se había llenado de policías, de gente que esperaba ansiosa de ver en qué paraba todo aquello. Éramos, en aquellos instantes, la expectación de Moscú entero. Todos nos creíamos totalmente perdidos y que de allí iríamos sin duda a parar a la cárcel. Pero aguardamos. No tardó en presentarse el embajador francés. Venía sofocado, pero algo sonriente. Nos dijo:
-He hablado con Molotov. Él les suplica salir de aquí bajo su palabra de ministro, que nada ha de sucederles. Ha tomado sus asuntos en consideración y no les olvida.
Y viendo nosotros que aquella situación se había tornado un tanto ridícula, decidimos abandonar la embajada. Fuimos saliendo uno a uno. Nadie nos dijo una palabra. Ni la misma policía tan amenazadora movió los labios para dirigirnos una frase tan siquiera. Y cansados, deshechos y con solo nubes negras en nuestro horizonte, fuimos avanzando por aquellas calles moscovitas tan silenciosas y tristes, siendo el blanco de las miradas de todos: unas de lástima, de comprensión, de misericordia; otras de cólera, de rabia, llenas de ansias de aniquilarnos hasta morder el polvo de la derrota."

martes, 7 de abril de 2015

Las voces y las sombras

Las voces y las sombras
Leticia García Casquero
megustaescribir.com

Leti, la Lenka, es amiga y co-friki mía, así que vaya eso por delante. Lleva emborronando cuadernos, aporreando teclados e inventando cuentos compulsivamente desde alguna de sus vidas anteriores, por lo menos, así que ya va siendo hora de que algún día le publiquen algo en esta, que ya vale de ir ahorrando karma. De momento, uno de sus relatos más acabados, 'Las voces y las sombras' está "publicado", por así decirlo, en la página especializada megustaescribir.com, donde se pueden subir, leer, comentar y puntuar manuscritos originales en espera de que algún ojeador te fiche para pasarte al papel impreso.

LVYLS es un cuento de suspense / terror psicológico, variante asilo para lunáticos. Está ambientado en un lugar y tiempo indefinidos a propósito, aunque el sabor es a Francia post-medieval, en concreto la región ficticia del Valinant, con sus evocadores nombres inventados como Norrin, Toulen, Le Vilmont, Fraucie o Vindome. Sainte-Gervaise es un caserón a las afueras, reconvertido en albergue para una cincuentena de enfermos mentales, donde ocurre la acción del relato. Medio ruinoso, con sus pasillos laberínticos, sus lápidas, su capilla y sus peculiares moradores, rezuma atmósfera gótica e inquietante, incluso cuando no se oyen aullidos que parecen "brotar de las mismas entrañas de la tierra". Aparte de los internos, en la casona viven los doctores que se ocupan de y estudian a los pacientes, y una comunidad de trece sirvientes, seis hombres y siete mujeres, entre cocineras, fregatrices, mozos de cuadra, porteros, amas de llaves y asistentes varios. De nuevo, nombres como Alix, Odile, Benoîte, Lilou o Margot nos dan un toque exótico y misterioso. La protagonista principal, o al menos el personaje a quien seguimos por la casa y entre sus moradores, es Solène, una de las empleadas, nacida en el propio caserón, chica para todo, ávida lectora, y una de las encargadas de llevar la comida a los internos.

Sainte-Gervaise es un sitio de moral confusa, con todo tipo de decoro exigido a nivel formal y externo, pero mina de pecado en el interior. Tanto aislamiento, prohibiciones y falta de opciones reales, unidos a las tensiones de un lugar tan estresante, exigente y deprimente, convierten el contacto diario en fuente continua de tentaciones, caídas en el vicio y arrepentimientos que llevan a aún más frustraciones. Todo esto afecta a los enfermos, cada uno con sus alucinaciones y manías (entre ellos unos gemelos albinos, chico y chica, cada vez más aficionados a su compañía mutua según avanzan por la adolescencia), a los empleados, entre temerosos, asqueados y agradecidos a regañadientes por no estar peor en la vida, e incluso a los profesores y doctores al cargo. Hay quien lo vive con recato y reproche, como la estirada ama de llaves, y quien lo disfruta mientras pueda, como la voluptuosa pelirroja Reine.

Este tipo de vida mundana y laboriosa es la principal preocupación del lugar, hasta que empieza a desaparecer gente, lo cual aumenta la permanente sensación de desasosiego. ¿Tienen algo que ver los aullidos que a veces espeluznan a los sentados a la mesa de la cocina? ¿Se trata de algún tipo de experimento? ¿Tienen razón las antiguas leyendas protagonizadas por nombres gitanos? ¿Hay algún motivo pasional? ¿Cuánto sabe del asunto el malvado interno Vincent, el de los seductores ojos azules? ¿Tiene todo esto explicación racional que los hombres de ciencia puedan encontrar, o es algo sobrenatural, más allá del entendimiento humano? La solución -o no-, al final de las menos de 300 páginas de un sólido ejemplo del género.

Para leerlo completo: http://megustaescribir.com/obra/5577/las-voces-y-las-sombras

Y quien quiera más, siempre puede pasarse por el blog de la autora y leer sus 'Cuentos insomnes'

lunes, 16 de marzo de 2015

Hombres buenos

Hombres buenos
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2015

'Hombres buenos', o la pasión de novelar

Hace unos años, en 2010, tras publicar 'El asedio', la novela más larga que ha escrito, Arturo Pérez-Reverte dijo que, tras el esfuerzo que le había supuesto su complejidad y necesidad de documentación real, iba a abandonar la novela histórica "por una temporada larga". Bueno, ¿y los Alatristes? No, los Alatristes se seguirán escribiendo, claro, porque esos están prometidos, parte de la investigación ya está hecha y sus personajes son como viejos amigos. Bueno, ¿y 'El tango de la Guardia Vieja', que ocurre en los años 20, 30 y 60? Nah, eso para mí no es histórico: los 60 los viví yo, y mi abuelo nació en el siglo XIX. Esos no cuentan. 'El francotirador paciente' sí que confirmó el alejarse de lo histórico, pero al final, como el montañero o el maratoniano que acaban desfallecidos su última hazaña y juran que jamás volverán a hacerlo, y luego, en cuanto se recuperan un poco, les vuelve el mono y no se pueden resistir, también Pérez-Reverte ha vuelto a las andadas. Todavía me quedan fuerzas, así que hacia la brecha una vez más. Además, entre los viajes al pasado que había hecho antes Pérez-Reverte se había tocado, varias veces cada uno, los siglos XVII y XIX, pero quedaba ahí en el medio ese XVIII, tan prometedor y tan frustrante al mismo tiempo, y por ello tan español, que pedía a gritos una novela revertiana. Y ya existe.

Si en el XVII lo importante en España era el imperio y su decadencia, y en el XIX el fascinante episodio histórico napoleónico, en el XVIII destaca otro ejemplo de lo que pudo ser y no fue, en este caso las luces y la ilustración. El año elegido es 1780, y el momento escogido la compra por parte de la Real Academia Española de una primera edición de la 'Encyclopedie' francesa, cuyos 28 tomos aún están en el edificio de la RAE en Madrid. Esta colección de volúmenes es históricamente importante, porque en Occidente representan el momento en el que el ser humano decidió en serio sentarse a la mesa, ponerse científico, apartar la hojarasca y recopilar lo que de verdad sabía sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodeaba: lo útil, lo necesario, lo imprescindible para continuar buscando una vida mejor y una mayor felicidad común. De ese movimiento España estaba corriendo el riesgo de quedarse al margen, y aunque solo fueran unos pocos intelectuales privilegiados los que tuvieran acceso a esa obra, merecía la pena hacerse con ella, por mucho que quienes se oponían, sobre todo desde la religión, maniobraran para prohibirla, anatematizarla o evitar el acceso a ella como se pudiera.

Sin embargo, lo que en la vida real fue un simple y mundano envío por correo, sin gran heroísmo ni peripecia, en 'Hombres buenos' se convierte en un viaje de esos que lo cambian a uno, aunque vuelva con las mismas ideas con las que se fue: dos académicos, un bibliotecario y un brigadier de marina retirado, son los encargados de ir hasta París en coche de caballos, buscar una primera edición completa entre varias dificultades y volver con todos los volúmenes sanos, salvos y de una pieza. Y a ser posible, ellos mismos también. Otros dos académicos, contrarios a la decisión, contratan a un sicario para que lo impida. Y esa es toda la trama: el viaje, la estancia en París y la vuelta a casa, con la misión cumplida... o no.

Lo que está en juego, como se puede ver, no es gran cosa. No hay una bomba haciendo tic-tac, no hay millones de vidas humanas en juego, y la Historia no cambiaría gran cosa si el encargo fracasa: las ideas ilustradas, con o sin enciclopedia para uso de unas docenas de ancianos en Madrid, habrían entrado en España, en la medida en la que lo hicieron, de otras maneras a través de otros libros o viajeros. Dicho lo cual, a la novela no le faltan momentos de tensión dinámica, como un duelo o un par de atracos, pero lo principal de este libro, de lo que realmente trata, es de ideas.

'Hombres buenos' es un libro hecho de conversaciones entre gente que lee, y que lee sobre ideas, y que piensa sobre lo que lee. Todos sus personajes son lectores, que manejan libros, que llevan libros en sus viajes, que están rodeados de libros, que cuando no lo están los buscan, y que entran en librerías a buscar nuevos libros. Incluso dedican sus vidas y sus oficios a los libros. Para colmo, la aventura central está enfocada en el conseguir una de las obras más influyentes de la Historia, lo cual les lleva a contactar con otros lectores de libros con los que continuar hablando de ellos. La novela cita decenas de títulos, en conversación, en tiendas, en bolsas de viaje, en estantes de bibliotecas privadas, en mesas de documentación... Libros por todas partes. Pero -y esto es lo importante- son libros que contienen ideas y conocimientos útiles. A veces es una simple guía de viajes, otras una obra clásica griega o romana, otras veces son gacetas y periódicos sin imparcialidad ninguna ni ganas de tenerla, otras una novela prohibida, otras son obras de tema filosófico (en un doble sentido de la expresión que ya se explicará), pero estamos en un ambiente en el que lo impreso es un tesoro preciado, tanto para los que quieren usarlo para progresar como para los que desean que las cosas se queden como están.

Los cuatro académicos principales son gente que lee, y no solo eso, sino gente que también escribe, pero todos ellos son de ideas diferentes: está el bondadoso bibliotecario inclinado hacia la razón, pero incapaz todavía de soltar las amarras de lo religioso. Está el marino-que-lee, que busca en los libros lo útil y poco más, porque un cálculo bien hecho o una carta náutica bien dibujada ayuda a gobernar un barco, pero un avemaría no. Está el que quiere prohibir todos los libros que no sean El Que Él Sigue, lector de un solo libro, o peor aún usando un solo libro para medir los demás. Y está el que quiere leerlos él primero (o solo él) para luego decirle a los demás cómo interpretarlo desde su torre de marfil, a menudo copiando lo que otros ya dijeron. En París el número aumenta: libreros, pensadores, artistas, políticos, revolucionarios... incluso mujeres. Los académicos españoles podrán cruzar palabras e ideas en persona con algunos nombres archifamosos -Laclos, Franklin, D'Alembert- e incluso conocerán a una dama que desde su tertulia de salón impulsa y dirige este flujo de diferentes pareceres, aunando cerebro y belleza madura. Su cicerone en la capital francesa, anárquico si no anarquista, usa las letras como un arma que algún día, en menos de una década, derrumbará un mundo e intentará parir otro nuevo.

Durante los largos viajes en coche de caballos, durante las cenas, cafés y recepciones, durante los momentos de antes de irse a la cama, no cesan de fluir las conversaciones y las ideas, a veces en armonía, a veces en lucha, a veces en ayuda unas de otras y a veces en exclusión mutua. Y no se trata de ideas relevantes hace dos o tres siglos que hoy hayan perdido interés. Algunas sí lo eran más antes, pero otras aún hoy llaman al debate encendido. ¿Qué importancia hay que darle a la religión en la vida? ¿Qué papel y qué responsabilidad debe de tener el arte -el teatro entonces, hoy el cine o la televisión- a la hora de entretener y formar a la gente? ¿Puede resultar lo militar o naval un semillero de ciencia? ¿Qué forma de gobierno es mejor? ¿Qué papel debe tener un rey, y ha de tener un dios mandando sobre él? ¿Cómo debe reaccionar un pueblo ante un mal gobierno, y qué límites debe tener su ira? ¿Debe la humanidad irse al carajo a veces y empezar de nuevo cuando todo se pudre demasiado? ¿Cuántos huevos hay que romper para hacer una tortilla, y hay huevos en concreto que no deberían romperse nunca? ¿Qué decir de las mujeres? ¿Qué decir de las naciones que luchan por la independencia política?

Los personajes de la novela, como lo haríamos nosotros, reaccionan de diversas maneras ante todos estos temas de conversación y muchos más. Cada uno de ellos representa una reducción a fuego lento de varios de los pensadores y escritores más significativos de su tiempo: por sus bocas y de sus plumas salen ideas dichas por Diderot, Voltaire, Jovellanos, Feijoo, D'Alembert, con las que siglos más tarde aún se puede estar de acuerdo o no. Sin embargo, no es un mero cortapega de citas, ya que los debates planteados son demasiado importantes para eso, y además, muchas obras de la época, tanto para leer como para representar en escena, usaban este mismo recurso de colocar personajes como perchas de las que exhibir cada uno un determinado rol o postura ideológica y moral.

¿Qué puede resultar de algo así? ¿Hay manera de sacar algo en claro, y más teniendo en cuenta aquello de "tres españoles, cuatro opiniones"? Pues esa es la destilación final de la novela: si de algo es un canto este libro, si a algo llama al lector, es a la cortesía y la templanza en el debate. A hablar, pero también a escuchar. A mostrarse firme, pero no a convertir al otro en un enemigo que exterminar. Y esto lo dice un escritor conocido precisamente por no usar siempre ni la una ni la otra (muchas veces sí las usa, pero mucha gente tiende a recordar las que no). Lo cual, aunque parezca una paradoja, da una idea de la relevancia de lo que se busca aquí: si alguien que ha dicho que a menudo la gente no hace caso de las cosas hasta que le mentas sus muertos más frescos luego escribe 600 páginas en honor del control y el rigor en el debate, eso significa que debe ser algo de importancia capital. Particularmente, porque viene de alguien que habla con conocimiento de causa de loq  que se puede armar a partir de una simple frase, sobre todo desde que su presencia en Twitter le ha permitido tener acceso a las cosas que la gente puede llegar a decir (incluido él mismo a veces).

Aparte del esfuerzo hercúleo por intentar convertir escenas donde dos o más personas están simplemente sentadas hablando alrededor de la mesa en algo tan apasionante como las hazañas más asombrosas, hay otro ingrediente muy especial en esta novela: su narrador. tras haber empezado sus primeras novelas con el clásico narrador omnisciente que no sabemos quién es ni importa demasiado, Pérez-Reverte ha ido pasando a otras novelas donde no solo importa quién es el narrador sino cómo narra. Él siempre ha sido un escritor que ha dicho odiar hablar sobre sus libros, pero luego, una vez que ha de hacerlo, de grado o por obligación profesional, resulta fascinante: sabe hablar de ellos de una forma que los ilumina e ilustra, aumentando el disfrute de quien los lee. Anteriormente, esto había estado presente solo en entrevistas hechas a raíz de cada lanzamiento, pero ya una vez escribió un largo artículo sobre cómo su relato corto 'Un asunto de honor' se convirtió en la película 'Cachito'. En sus artículos dominicales de vez en cuando publica alguno sobre el oficio de escribir, como por ejemplo la vez en que contó cómo abandonó a Teresa Mendoza para que se fuera con otros, los lectores, al acabar 'La Reina del Sur'. Cuando publicó 'El tango de la Guardia Vieja', dedicó un blog entero, "novelaenconstruccion" a contar en varias entradas cómo se había gestado una novela hecha de tantos materiales. Y es que a veces el cómo se contó una historia es tan interesante o más que la propia historia. Bueno, pues en 'Hombres buenos' ese hilo que siempre estuvo ahí para quien ha querido verlo, ahora entra dentro del propio tejido de la novela: cada cierto tiempo, el autor aparece en escena para contarnos cómo ideó la trama, cómo comprobó sobre el terreno los lugares que visitaron y visitarían sus personajes, con qué expertos habló para continuar su documentación, qué libros (obviamente, de eso trata la novela) usó para crear ambiente y diálogos, y cómo resolvió cada problema narrativo que se le presentó.

Pero ojo, porque este narrador de la novela no es Arturo Pérez-Reverte como lo conocemos (más o menos), sino a su vez una versión ficticia de él. De la misma forma que en 'Territorio comanche' se ocultó detrás de un Barlés (uno de los apellidos de su árbol genealógico real) y en 'El pintor de batallas' se camufló como Faulques, aquí, sin nombre siquiera, pero reteniendo su sillón T mayúscula en la RAE, se convierte en narrador y personaje a la vez. De siempre ha sido conocida de Pérez-Reverte su poca afición a revelar detalles que él no quiere contar sobre sí mismo, además de su descripción de su manera de ir echando cosas a la mochila de la vida para luego hacer novelas con ellas. Este autor-narrador-personaje en 'Hombres buenos' es el producto final de esas convicciones y maneras de vivir como escritor: en la novelística en general es más importante lo "ben trovato" que lo vero", así que si hay que novelarse incluso a sí mismo para que la ficción resulte más sabrosa, pues se hace. Así, sus libros, en esta dimensión alternativa, tienen nombres diferentes: 'La estocada' es uno, 'La sombra de Richelieu' es otro. 'El enigma del 'Dei Gloria'' otro más. Quien haya leído más libros de Pérez-Reverte sabrá cuáles son cada uno de ellos en "nuestra" dimensión. En sus pesquisas habla con amigos reales, como los académicos Francisco Rico y Darío Villanueva, o un par de libreras francesas, o el periodista y esgrimista Jacinto Antón. ¿Es cierto que practicaron juntos una escena de lucha a espada para la novela? La novela dice que así fue. Entrevistas reales de nuestro mundo real dicen que no... Y así con cada aparición en el libro del Académico T: además de ser una novela, una peripecia, una tormenta de ideas, 'Hombres buenos' es también un juego, al que Pérez-Reverte gusta de jugar siempre con sus lectores: el de colocar miguitas de pan que quien quiera seguir le abrirán otras puertas o matices, y quien no, pues puede seguir todo recto hasta el final y bajarse del tren al final del trayecto sin explorar nada más. ¿Qué apellidos de personajes son reales, y si lo son, son de amigo o enemigo? ¿Qué otro protagonista anterior de sus novelas ha leído el mismo libro o tiene unos ojos similares? ¿Cuál tiene la misma idea o convicción que otro? ¿Cuántas frases de la novela han aparecido anteriormente en sus artículos de prensa, formando parte de ese todo llamado "territorio Reverte"? Si todas sus novelas anteriores tenían estos agujeros de madriguera por los que podías decidir seguir al conejo o no, 'Hombres buenos' es el más lúdico de todos en ese sentido. Las referencias son interminables, y la pena es que no haya un enlace en color azul en cada una de ellas para seguir explorando.

Con cada novela que Pérez-Reverte publica llega la inevitable reacción de dónde se coloca entre las suyas. Creo que 'Hombres buenos' tiene muchas papeletas para acabar siendo la favorita de muchos lectores... o al menos hasta que se recuerden las carcajadas heladas de 'La sombra del águila', las estocadas fatalistas de Diego Alatriste, la betacam de Márquez, o los misterios femeninos de Lolita, Olvido, Teresa, Tánger o Adela (la competencia está difícil). Pero sin duda creo que va a ser al menos el más subrayable de todos sus libros, y al que se vuelva con frecuencia cuando haya ganas de alimento para el intelecto.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Rogornmendaciones musicales 2014

Más de 3 horas de música con 50 canciones recomendadas en lista de reproducción continua:

https://www.youtube.com/playlist?list=PLPlpZaavO7zJjItzN3Qcxsv7qWwMMspMx

lunes, 15 de septiembre de 2014

Las cuatro torres

Las cuatro torres
Leandro Pérez
Planeta, 2014

'Las cuatro torres' es la primera novela del burgalés Leandro Pérez, de 42 años, que hasta ahora tiene en su currículum el haber trabajado en el diario 'El Mundo' y el ser uno de los creadores de trestristestigres.com, una empresa dedicada a los proyectos culturales, periodísticos y de promoción de productos en internet. Uno de sus "clientes" es Arturo Pérez-Reverte, cuya página web oficial trestristestigres lleva, y el propio Leandro Pérez es el causante principal de que Pérez-Reverte, según admisión propia del creador del capitán Alatriste, se abriera cuenta en Twitter. Pérez-Reverte, además, fue una de las primeras personas en leer el primer borrador de la historia y en ofrecer sugerencias al autor. También aparece mencionado como conocido de un par de personajes de la novela (en torno a una partida de ajedrez en los Balcanes), y el libro viene acompañado de una faja publicitaria donde Pérez-Reverte califica 'Las cuatro torres' como "una novela negra, futbolera y sentimental, y además muy bien escrita".

La trama de la novela es negra porque trata de oscuros manejos y secretos que un investigador trabaja para descubrir por encargo de otros, es futbolera porque el primer objetivo de la investigación es un topo en el vestuario del Real Madrid de José Mourinho al inicio de la temporada 2011-12, y es sentimental porque el protagonista de la novela aparece marcado por varias mujeres, en el pasado y en el presente, así como por un hijo con el que tiene menos encuentros que desencuentros.

El protagonista, Juan Torca, tiene 51 años y es un antiguo soldado, mercenario, investigador, y en suma, un "black op" a la española, encargado de ejecutar lo que los mandos mandan. Tras muchos años en lugares de los que salen en los telediarios con sonido de bombas, ahora, cual Alatriste, medio malvive en Madrid, entre demasiados recuerdos incómodos, hasta que un antiguo conocido de su grupo de "compadres" de armas, Xavier Marsé, viene con un trabajo para él. A medida que han ido pasando los años, aquel grupo de camaradas armados ha ido acabando cada uno de una manera, y Marsé se ha montado una vida que muchos envidiarían, trabajando para un grupo de seguridad "con más ramas que un castaño", con oficinas en las famosas cuatro torres construidas en el centro de la capital de España tras la venta de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, y con acceso de lujo al Bernabéu y sus estrellas. El encargo, como se ha mencionado, consiste al principio en averiguar quién del vestuario está pasando información privilegiada desde dentro a un periodista. Sin embargo, en buena tradición de novela negra, pronto empiezan a aparecer más personajes, secretos y presiones que llevan el asunto más allá del chismorreo futbolístico.

Según ha comentado el propio autor, la historia que realmente le rondaba por la cabeza hace tiempo es la de la juventud y "hazañas" de ese grupo de compadres en la guerra, pero la que ha acabado cristalizando primero al escribirse es esta otra novela, posterior en el tiempo, que adquiere así un deje de 'El hobbit' o 'El Señor de los Anillos' a la espera de que un 'Silmarillion' anterior en la mente de su creador acabe de explicar el pasado de los personajes que conocemos primero aquí. Obviamente, la gran mayoría del libro se ocupa del caso que se le encarga a Torca, pero hay varios "flashbacks" a un pasado intrigante que ofrece alguna que otra respuesta, a la vez que más preguntas e incógnitas. Se menciona el mar de Aral, se menciona Iparralde, se menciona Sarajevo, se menciona un botín (con b minúscula), se menciona a una uzbeko-ucraniana llamada Nadia... ¿Qué pasó con todo eso?, se pregunta el lector, intrigado.

La trama progresa con sus necesarios meandros, pero rápido y sin esperas a lo largo de 344 páginas, y logra mantener un tono que no se sale de lo esperado. Quiero decir, que aunque haya momentos de peligro, y que incluso haya algún personaje que resulte bastante perjudicado, no estamos hablando aquí de desactivar una bomba atómica o de derrocar a un gobierno. Es una investigación comparativamente de bajo nivel, y los pasos de Torca reflejan su puesto de peón entre piezas más importantes, pero no por ello invulnerables. Torca, por otra parte, tampoco es ningún superhéroe: no se le da mal ligar, pero no sabe ni freírse un huevo, comete errores en su investigación, y le cuesta horrores terminar las carreras de 10 o 20 kilómetros que en sus años mozos serían un paseo. Además, también siguiendo la tradición negra, o al menos grisácea, Torca, como se ha dicho antes, aparece en buena parte marcado por mujeres: Raquel la esposa que se le murió, la misteriosa Nadia, la joven Nerea, la esposa, Adriana, de uno de sus camaradas... No hay novela negra sin su "femme fatale", aunque aquí es más bien el "homme" quien resulta fatal a menudo.

Como se ha comentado, el autor se dedica a temas de promoción por internet, y eso se refleja también en la investigación de Torca. Twitter, Facebook, Google Earth, las páginas oficiales de varias empresas o las webs de los periódicos son los primeros puntos por donde se empiezan las pesquisas, y a menudo adelantan mucho el trabajo. Torca incluso tiene su propio perfil en las redes sociales, y de vez en cuando tuitea y todo. Además, donde otros detectives anteriores leían libros o veían cine clásico, a Torca se lo convierte en hijo de su tiempo, seriéfilo aficionado a las grandes de la Edad de Oro de la televisión norteamericana: 'Los Soprano', 'Roma', The Wire', 'The Shield', 'Breaking Bad' y en menor medida 'Mad Men'. No se dejan a un lado los homenajes literarios tampoco, con personajes llamados Marsé, Laforet, Krauze o Ribeyro, e incluso algún colaborador de trestristestigres presta su apellido a una de las mujeres de la historia.

La novela ocurre en un momento y lugar muy concretos, y eso no se olvida durante su desarrollo: continuamente se mencionan portadas concretas de periódicos, frases de políticos o deportistas, y los partidos de fútbol, resultados y hasta entregas de premios son los reales de aquel otoño de 2011. Hay restos del 15-M, hay un Rajoy y Rubalcaba aún candidatos electorales y el Atleti pierde SIEMPRE contra el Madrid. Las conversaciones futboleras se centran en gente que aún está en el Madrid, como Iker Casillas, Cristiano Ronaldo o Karim Benzema, y en otros que ya se fueron, como Kaká, Mesut Özil o Ángel Di María, lo cual avejentará cada vez más a la trama. El tiempo dirá si en el futuro este elemento, que pasará a ser de reciente a algo de hace mucho, convertirá a esta novela en demodé o en agradable reminiscencia.

En suma, la novela, aunque de un debutante, está publicada por Planeta, lo cual no es ninguna tontería, da lo que promete, y seguramente encuentre un nicho de público que pueda explotar y que pueda llevar a algún día saber algo más de los vientos que estos compadres fueron sembrando por el mundo.

viernes, 8 de agosto de 2014

Contra la ceguera

Contra la ceguera
Julio Anguita y Julio Flor
La Esfera de los Libros, 2013

Julio Anguita. ¿Qué piensa usted de Julio Anguita? Dependiendo de la edad del lector, puede que lo recuerde como el primer alcalde comunista de una capital de provincia española en más de cuarenta años (Córdoba, 1979-86), como coordinador general de Izquierda Unida – Los Verdes – Convocatoria por Andalucía (1984-88), como secretario general del Partido Comunista de España a la vez que coordinador general de la coalición de la que este formó parte, Izquierda Unida, y de la que fue portavoz en el Congreso (1988-2000), o como orador y pensador jubilado, y últimamente impulsor del Frente Cívico Somos Mayoría, un movimiento social sin objetivo de convertirse en partido con candidaturas electorales. Ahora con 72 años, y tras haber sufrido un nuevo problema cardiaco (uno anterior ya le obligó a retirarse de la política activa), se ha convertido en un referente (palabra que se ha aplicado él mismo) para promover la reivindicación y movilización ciudadana en estos tiempos de crisis.

En 2013, antes de la aparición de Podemos, el periodista vasco Julio Flor colaboró con él para escribir este libro, a modo de “biografía política”, dando un repaso a la carrera de Anguita y acabando con un llamamiento a la movilización. “Yo no quiero luchar por otros”, dice, “yo quiero que vengan esos otros a luchar conmigo también”. El libro está escrito a partir de unas cuarenta horas de conversaciones grabadas entre ambos autores, junto con varios otros detalles explicativos añadidos por Flor. Por lo tanto, a veces queda un tanto desorganizado, como lo estaría una conversación normal de varias horas, con varios detalles que se repiten más de una vez y saltos hacia adelante y hacia atrás en el tiempo. Y no es porque no se haya hecho un intento de clasificación, más bien al contrario: en 462 páginas hay nada menos que 130 capítulos, cada uno de ellos de entre dos y siete u ocho páginas, con títulos a veces útiles para encontrar algo concreto (“1982: la gran derrota”, “El 23-F en Córdoba”, “La dimisión de Anguita en 1991”), y otros no tanto (“Grandezas y miserias”, “El terreno de la política”, “En manos de la ciudadanía”).

Pero bueno, supongo que en realidad lo importante del libro es que deje una sensación, y a ser posible unas ganas de hacer algo, y en ese sentido sí que consigue provocar reacciones en el lector, que obviamente serán diferentes para cada uno, dependiendo de sus convicciones, entre otras cosas. Por ejemplo, entre los detalles que a mí se me quedan están el de la lucha de Anguita contra la percepción que de él hay de ser alguien que vive en una torre de marfil, teorizando a solas y luego bajando de ella con tablas de la ley para sus seguidores: si al trabajo de estudio, de aprendizaje, de recogida de datos y de elaboración serena se lo llama “torre de marfil”, pues eso dice mucho de quien lo ve así. También resalta -y él mismo lo remarca- las veces que IU ya había avisado de algo, y tras ser ignorados e incluso vilipendiados ahora se ve que tenían razón: los avisos sobre la deriva que estaba tomando la Europa del euro, unida en la moneda pero no en la política fiscal, o incluso el detalle diminuto de protestar contra la obsolescencia programada de los aparatos tecnológicos, de la que hoy todos se quejan.

Sin embargo, no hay que olvidar que, visto desde fuera, tanto el PCE como IU como la cantidad de escisiones y agrupaciones a veces personalistas que pululan a su alrededor, muy frecuentemente aparecen al votante como una jaula de grillos, con muchas dificultades para tomar decisiones, y más aún para que quien no esté conforme con alguna las cumpla. Anguita recuerda varios ejemplos de dimisiones, expulsiones, desobediencias internas (agrupaciones gallegas o andaluzas votando al contrario de cómo la dirección general había decidido, por ejemplo), y todo esto ha llevado a que el electorado nunca se haya fiado del todo de IU, rara vez pasando del 10% de los votos (su récord es el 13,44% en las Europeas de 1994). Este es un tema que quizá se podría haber explorado un poco más en el libro (que está escrito a veces demasiado desde el punto de vista de un admirador incondicional de Anguita): después de todas las horas, días, meses, años de seriedad en las propuestas, reuniones para acordar el programa, mítines explicativos y demás, ¿cuánto frustra que nunca se llegue a casi nada en los resultados electorales? ¿Cuánto frustra que la gente prefiera a Aznar?

Porque a todo esto hay que recordar que en toda la carrera de Anguita, él solo ha tenido poder que ejercer de verdad durante los siete años en que fue alcalde de Córdoba. El resto del tiempo, tras pasarse a la política nacional, ha sido un estar en minoría continuamente, y tras no lograrse el famoso “sorpasso” al PSOE, un continuo querer y no poder, avisar y no ser escuchado, proponer y ser desdeñado. Por eso a mí me resulta muy interesante la parte, demasiado breve, donde se habla de su tiempo como alcalde, con mayoría primero aliado con el PSOE y luego absoluta. Cuando habla de los asuntos específicos a los que tuvo que enfrentarse, como el resolver el problema de los autobuses urbanos de la ciudad, las negociaciones para la traída de aguas o incluso de su decisión de cesar a dos tenientes de alcalde del PSOE, el tema se pone por fin concreto y se puede palpar el trabajo y los resultados que afectan a los ciudadanos. Se ven las manos manchadas de la tinta con la que se firman decisiones, y que a veces te salpica la hasta entonces impoluta camisa de candidato sin poder. Hay por ahí una teoría según la cual IU (o cualquiera de los partidos que la componen o la orbitan) sería un desastre en el gobierno de la nación, pero muy útil en mandos locales como alcaldías, y este parece ser un buen ejemplo: la cercanía de la gente, lo limitado de los asuntos que resolver y las prioridades que una opción de izquierdas digna de tal nombre se autoimpone hacen que una persona como Anguita pueda brillar en ese cometido, y que incluso se le extrañe cuando se vaya.

Hay muchos más detalles que entresacar del libro, como por ejemplo el ansia insaciable de conocimiento y la recomendación de nunca dejar de aprender, lógica en un hombre que en principio era maestro y cuyo sueño de verdad había sido ser profesor universitario. Pero quizá sobre todas ellas, el auge en el carisma de Anguita ahora en su ancianidad le llega por algo que a cada informativo que pasa se ve que abunda menos: fue un hombre que nunca metió la mano en la caja. Que no se enriqueció, que no enchufó a familiares, que renunció a privilegios y a quien incluso se llamó “tacaño” en sus tiempos de alcalde. ¿Quién no querría tener ahora al mando de su barrio / ciudad / provincia / comunidad autónoma o incluso el país entero a alguien con una ética así y con un cuidado de este tipo con el dinero de todos? Yo creo que se estimaría incluso por encima de las ideas políticas: sé de derechas, sé de izquierdas, defiende el toreo, defiende el aborto, apoya a la Merkel o estate en contra… pero no robes a la gente.

A menudo se recuerda aquello de “qué buen vasallo si tuviera buen señor”, presentando a los españoles como un buen pueblo a quien sus dirigentes traicionan y mangonean. Se nos olvida en eso que ahora mismo somos nosotros los que escogemos a nuestros dirigentes y que a menudo nos deleitamos en buscar fallos en aquellos que podrían ser ese “buen señor” para luego acabar eligiendo a otro. Quizá con Anguita se demuestra que el problema podría ser el contrario: “qué buen señor habría sido si hubiera tenido buenos vasallos que se fiaran de él”.