Contra la ceguera
Julio Anguita y Julio Flor
La Esfera de los Libros, 2013
Julio Anguita. ¿Qué piensa usted de Julio Anguita?
Dependiendo de la edad del lector, puede que lo recuerde como el primer alcalde
comunista de una capital de provincia española en más de cuarenta años
(Córdoba, 1979-86), como coordinador general de Izquierda Unida – Los Verdes –
Convocatoria por Andalucía (1984-88), como secretario general del Partido Comunista
de España a la vez que coordinador general de la coalición de la que este formó
parte, Izquierda Unida, y de la que fue portavoz en el Congreso (1988-2000), o
como orador y pensador jubilado, y últimamente impulsor del Frente Cívico Somos
Mayoría, un movimiento social sin objetivo de convertirse en partido con
candidaturas electorales. Ahora con 72 años, y tras haber sufrido un nuevo
problema cardiaco (uno anterior ya le obligó a retirarse de la política activa),
se ha convertido en un referente (palabra que se ha aplicado él mismo) para
promover la reivindicación y movilización ciudadana en estos tiempos de crisis.
En 2013, antes de la aparición de Podemos, el periodista
vasco Julio Flor colaboró con él para escribir este libro, a modo de “biografía
política”, dando un repaso a la carrera de Anguita y acabando con un
llamamiento a la movilización. “Yo no quiero luchar por otros”, dice, “yo
quiero que vengan esos otros a luchar conmigo también”. El libro está escrito a
partir de unas cuarenta horas de conversaciones grabadas entre ambos autores,
junto con varios otros detalles explicativos añadidos por Flor. Por lo tanto, a
veces queda un tanto desorganizado, como lo estaría una conversación normal de
varias horas, con varios detalles que se repiten más de una vez y saltos hacia
adelante y hacia atrás en el tiempo. Y no es porque no se haya hecho un intento
de clasificación, más bien al contrario: en 462 páginas hay nada menos que 130
capítulos, cada uno de ellos de entre dos y siete u ocho páginas, con títulos a
veces útiles para encontrar algo concreto (“1982: la gran derrota”, “El 23-F en
Córdoba”, “La dimisión de Anguita en 1991”), y otros no tanto (“Grandezas y
miserias”, “El terreno de la política”, “En manos de la ciudadanía”).
Pero bueno, supongo que en realidad lo importante del
libro es que deje una sensación, y a ser posible unas ganas de hacer algo, y en
ese sentido sí que consigue provocar reacciones en el lector, que obviamente
serán diferentes para cada uno, dependiendo de sus convicciones, entre otras
cosas. Por ejemplo, entre los detalles que a mí se me quedan están el de la
lucha de Anguita contra la percepción que de él hay de ser alguien que vive en
una torre de marfil, teorizando a solas y luego bajando de ella con tablas de
la ley para sus seguidores: si al trabajo de estudio, de aprendizaje, de
recogida de datos y de elaboración serena se lo llama “torre de marfil”, pues
eso dice mucho de quien lo ve así. También resalta -y él mismo lo remarca- las
veces que IU ya había avisado de algo, y tras ser ignorados e incluso
vilipendiados ahora se ve que tenían razón: los avisos sobre la deriva que
estaba tomando la Europa del euro, unida en la moneda pero no en la política fiscal,
o incluso el detalle diminuto de protestar contra la obsolescencia programada
de los aparatos tecnológicos, de la que hoy todos se quejan.
Sin embargo, no hay que olvidar que, visto desde fuera,
tanto el PCE como IU como la cantidad de escisiones y agrupaciones a veces personalistas
que pululan a su alrededor, muy frecuentemente aparecen al votante como una
jaula de grillos, con muchas dificultades para tomar decisiones, y más aún para
que quien no esté conforme con alguna las cumpla. Anguita recuerda varios
ejemplos de dimisiones, expulsiones, desobediencias internas (agrupaciones
gallegas o andaluzas votando al contrario de cómo la dirección general había
decidido, por ejemplo), y todo esto ha llevado a que el electorado nunca se
haya fiado del todo de IU, rara vez pasando del 10% de los votos (su récord es
el 13,44% en las Europeas de 1994). Este es un tema que quizá se podría haber
explorado un poco más en el libro (que está escrito a veces demasiado desde el
punto de vista de un admirador incondicional de Anguita): después de todas las
horas, días, meses, años de seriedad en las propuestas, reuniones para acordar
el programa, mítines explicativos y demás, ¿cuánto frustra que nunca se llegue
a casi nada en los resultados electorales? ¿Cuánto frustra que la gente
prefiera a Aznar?
Porque a todo esto hay que recordar que en toda la
carrera de Anguita, él solo ha tenido poder que ejercer de verdad durante los
siete años en que fue alcalde de Córdoba. El resto del tiempo, tras pasarse a
la política nacional, ha sido un estar en minoría continuamente, y tras no
lograrse el famoso “sorpasso” al PSOE, un continuo querer y no poder, avisar y
no ser escuchado, proponer y ser desdeñado. Por eso a mí me resulta muy
interesante la parte, demasiado breve, donde se habla de su tiempo como
alcalde, con mayoría primero aliado con el PSOE y luego absoluta. Cuando habla
de los asuntos específicos a los que tuvo que enfrentarse, como el resolver el
problema de los autobuses urbanos de la ciudad, las negociaciones para la
traída de aguas o incluso de su decisión de cesar a dos tenientes de alcalde
del PSOE, el tema se pone por fin concreto y se puede palpar el trabajo y los
resultados que afectan a los ciudadanos. Se ven las manos manchadas de la tinta
con la que se firman decisiones, y que a veces te salpica la hasta entonces impoluta
camisa de candidato sin poder. Hay por ahí una teoría según la cual IU (o
cualquiera de los partidos que la componen o la orbitan) sería un desastre en
el gobierno de la nación, pero muy útil en mandos locales como alcaldías, y
este parece ser un buen ejemplo: la cercanía de la gente, lo limitado de los
asuntos que resolver y las prioridades que una opción de izquierdas digna de
tal nombre se autoimpone hacen que una persona como Anguita pueda brillar en
ese cometido, y que incluso se le extrañe cuando se vaya.
Hay muchos más detalles que entresacar del libro, como
por ejemplo el ansia insaciable de conocimiento y la recomendación de nunca
dejar de aprender, lógica en un hombre que en principio era maestro y cuyo sueño
de verdad había sido ser profesor universitario. Pero quizá sobre todas ellas,
el auge en el carisma de Anguita ahora en su ancianidad le llega por algo que a
cada informativo que pasa se ve que abunda menos: fue un hombre que nunca metió
la mano en la caja. Que no se enriqueció, que no enchufó a familiares, que
renunció a privilegios y a quien incluso se llamó “tacaño” en sus tiempos de
alcalde. ¿Quién no querría tener ahora al mando de su barrio / ciudad /
provincia / comunidad autónoma o incluso el país entero a alguien con una ética
así y con un cuidado de este tipo con el dinero de todos? Yo creo que se
estimaría incluso por encima de las ideas políticas: sé de derechas, sé de izquierdas,
defiende el toreo, defiende el aborto, apoya a la Merkel o estate en contra…
pero no robes a la gente.
A menudo se recuerda aquello de “qué buen vasallo si
tuviera buen señor”, presentando a los españoles como un buen pueblo a quien
sus dirigentes traicionan y mangonean. Se nos olvida en eso que ahora mismo
somos nosotros los que escogemos a nuestros dirigentes y que a menudo nos
deleitamos en buscar fallos en aquellos que podrían ser ese “buen señor” para
luego acabar eligiendo a otro. Quizá con Anguita se demuestra que el problema
podría ser el contrario: “qué buen señor habría sido si hubiera tenido buenos
vasallos que se fiaran de él”.
1 comentario:
Vale
Gracias
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