jueves, 21 de febrero de 2008

American gangster (2007)


Todd McCarthy, el crítico de 'Variety', compara a esta película con un equipo de la NBA que se presenta a jugar en un pabellón lleno de pendones conmemorativos de los grandes equipos campeones del pasado colgados por las paredes. Es como ser de los Bulls de hoy, y ver cómo la gente suspira por Michael Jordan, o jugar en los Celtics comparados con los de Larry Bird. Me parece una imagen muy acertada, porque es inevitable que al ver esta película uno se le vengan a la cabeza desde 'El padrino' hasta 'Uno de los nuestros', pasando por 'El precio del poder' o 'Serpico'. Y ese peso es muy grande.

Sin embargo, Denzel Washington y Russell Crowe como actores no están muy por debajo de Robert De Niro o Al Pacino (y más teniendo en cuenta el pronunciado declive de los dos últimos), y es una muestra de su calidad el que consigan sacar la película adelante a pesar de que, según me parece, están mal elegidos para sus papeles. Washington queda demasiado pulcro para hacer de señor de la droga que empezó en la calle y Crowe no tiene pinta de judío escrupuloso. Afortunadamente, ambos tienen un gran carisma y a poco que el espectador los acepte, consiguen llevar la historia a buen puerto.

La historia, la verdad, tiene todos los ingredientes para sacar de ella un peliculón de tres horas, y sin duda Martin Scorsese lo hubiera hecho de maravilla, simplemente porque se conoce los entresijos de la Nueva York de los 70 al dedillo. Scorsese no hubiera necesitado asesores expertos en el tema: él lo es ya, y si se me apura es hasta parte de la historia y todo a través de su cine. Mientras, Ridley Scott es un inglés ciudadano del mundo que se encuentra más a gusto en el pasado lejano o en el futuro que nunca llegará. Y algo de esta idea debe haberles quedado a los productores cuando ficharon como asesor, según he visto en los créditos, a Nicholas Pileggi, estrecho colaborador de Scorsese en 'Uno de los nuestros' y 'Casino'. Debieron pensar que si no podían tener al maestro, quizá un discípulo aventajado podía valerles.

Así pues, cuando tienes tamaños gigantes delante, puedes hacer dos cosas: intentar crecerte aunque vayas a fracasar en la comparación o intentar un registro completamente distinto. Y aquí es donde está lo mejor de la película. Tanto Washington como Crowe tratan sus personajes de una forma muy relajada. Ambos tienen sus momentos de tensión en una vida muy estresante, pero en ninguna ocasión nos encontramos con momentos de histeria estilo Tony Montana. Ambos saben lo que hacen, llevan su laborioso trabajo privadamente, y es así como el plato se va cociendo lentamente hasta que podemos llegar a saborear una conversación hacia el final del metraje entre pesos pesados que es lo mejor de la película, en vez de un tiroteo salvaje que hubiera sido la solución fácil. Para entonces hemos visto un buen ejemplo de capitalismo de empresa llevado impecablemente: apartar a los intermediarios, mejorar la calidad y la distribución y eliminar a los competidores por la pura fuerza del mercado, no por medio de violencia. O no siempre, al menos. Interesante.

Finalmente, mención para Josh Brolin, el poli corrupto del bigote, que cada vez que sale le acaba robando el protagonismo a los dos monstruos consagrados que tiene delante. Junto a su papel en 'No es país para viejos' se convierte en el secundario del momento.

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