viernes, 25 de julio de 2008

Campanadas a medianoche (1965)

Es una película mítica para la crítica española, pero una gran desconocida -o ignorada- en el resto del mundo. Por supuesto que se pueden encontrar elogios por doquier en el extranjero, pero en 2006 no se podía encontrar en dvd en Estados Unidos, por ejemplo, y no aparece entre las listas de mejores películas casi por decreto de la forma que ocurre aquí. Seguramente la razón de esto sea que la leyenda de este film está en que es La Película Que Orson Welles Se Dignó A Filmar en España (y por todas partes, además: Madrid, Barcelona, Toledo, Soria, Guipúzcoa, Navarra, Segovia, Ávila...). Y quien más la trató así fue el productor, Emiliano Piedra, que era un obseso de Welles y que no cesaba de ponderar lo histórico del asunto.

Supongo que en España tenemos una cierta querencia por las películas en que Hollywood viene a visitarnos. Que si Charlton Heston y 'El Cid', que si George Lucas y 'La guerra de las galaxias', que si 007 varias veces, que si la Ava Gardner (qué mina), que si Tom Cruise en 'Misión imposible 2'... Bueno, ésta no, por poner unas fallas de Valencia en mitad de una Semana Santa de Sevilla. Pero en general un poco al menos sí que nos mola. En este caso, sin embargo, la buena fama de la película posiblemente empiece por ahí (aunque tratándose de un refrito de Shakespeare, estoy seguro de que si se hubiera rodado en otra parte, poco se sabría de ella en esta piel de toro), pero está bastante justificada.

La película es un entresacado de varias obras de William Shakespeare que se centran en Jack Falstaff, el personaje secundario que se hizo tan famoso en 'Enrique IV' que El Bardo tuvo que prometer al público que lo sacaría de nuevo en 'Enrique V' (de hecho, en toda la película no hay una sola frase que no sea de Shakespeare). Falstaff es gordinflón, bebedor, caradura, cobarde, ingenioso, cuentra trolas más gordas que su barriga y te partes de risa con él por las tabernas. El futuro Enrique V, que mientras sólo era príncipe heredero era un calavera como el que más, lo tenía adoptado de compañero de juergas / bufón / objeto de bromas / tío postizo. Sin embargo, bajo todo eso, Falstaff tiene su corazoncito, llora por dentro, como los payasos y ve que está sin blanca y trampeando todo el rato y que sus mejores años están cada vez más atrás, mientras sigue luchando por lograr hacerse el muerto en las batallas. Quien huye hoy, vivirá para huir otro día. Es un caramelo de papel, un rol para lucirse.

Las críticas positivas suelen fijarse en la gran creatividad técnica del film. A base de ángulos, iluminación y trucos visuales, Welles era de los que es capaz de sugerir un suntuoso castillo entero con dos paredes y una torre medio caída, o un pasillo largo que en realidad sólo mide tres metros. También se fijan en una escena casi de teatro rodada en el ático de una casona vieja, donde la cámara apenas se mueve durante seis minutos. Y sobre todo ponderan la escena de la batalla de Shrewsbury, rodada como en veinte sitios distintos, y que aunque en algunos planos se le ve un poco el cartón, está mucho mejor hecha y es más sugestiva que muchas batallas fílmicas posteriores. Se dice que Mel Gibson se fijó en ella para 'Braveheart'. En lo negativo hay que decir que en la versión original el sonido es bastante malo, y hay hasta desfases en algunas líneas de diálogo mal montadas, pero en la versión doblada la voz de Falstaff es grandiosa.

Sin embargo, yo me quedo con la figura central. Welles, a sus 50 años de edad, estaba perfecto para encarnar al personaje. También era tripón, bebedor y vividor (y por eso le gustaba España), y el tío se sale (a veces literalmente) de la pantalla.

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