jueves, 13 de noviembre de 2008

La guerra de Charlie Wilson (2007)

Película altamente recomendable para cualquiera, por al menos tres motivos: 1) Se aprende algo, 2) sale Philip Seymour Hoffman, y 3) el guión es de Aaron Sorkin. E incluso añadiría a Julia Roberts como un cuarto motivo (y no es por la razón que me imagináis, julijustris, que nos conocemos, que a mí nunca me dio más la chavala, y en 'Pretty Woman' tenía doble de cuerpo). Más sobre ella más adelante.

Si en la entrada anterior, sobre 'Roma', hablábamos de cómo un ficticio Tito Pullo derrumbó la República, aquí tenemos un ejemplo no sólo de un caso auténtico similar, sino que demuestra que la realidad a menudo es más extraña que la ficción. Y es que la caída de la URSS no se debió a Clint Eastwood robando un 'Firefox', ni a Alec Baldwin ayudando a Sean Connery a pasar un submarino de contrabando, ni siquiera a Ronald Reagan, que para continuar con el tema de lo raro de la realidad, también era actor, y se metió a presidente cuando le tocó jubilarse y se aburría. No, decía, la caída de la URSS la urdieron entre un congresista bebedor, juerguista y mujeriego, la sexta mujer más rica de Texas, y un bigotudo de origen griego. Entre todos estos convencieron a varios árabes e israelíes de que se unieran contra el enemigo común, y como ya todo el mundo ha visto 'La vida de Brian' y lo del Frente Judaico Popular, pues hala, a por los soviets en amor, compañía y munición tierra-aire.

Todo esto lo explico en tono medio de broma porque la peli está contada en tono de comedia. No de las disparatadas, eso sí, sino del tono que se gasta el Sorkin en 'El ala oeste', con sus temas serios envueltos en brillantes diálogos con mucha miga política. La invasión soviética de Afganistán produjo tremendas atrocidades, y no se dejan de incluir en el guión, pero el tono de la película, como digo, es más ligero. No llega a la farsa, porque no quiere serlo, aunque con el material original bien que podría. Porque mientras se ve, uno se queda pensando: 'Bueno, ya será menos, al congresista éste lo habrán dibujado así para que luzca más, o será mezcla de varios personajes, y lo de que salga una tipa estilo Julia Roberts, pues bueno, lo de siempre en Hollywood, ¿no? A sacar una jamona.' Pues no, señoras, y señores. Luego uno se ve el cómo se hizo (que recomiendo ver como sea, si el dvd no lo trae) y le cuentan que el tal Charlie Wilson de Tom Hanks se queda bastante comedido al lado del auténtico, un tío altísimo, de Texas, con las botas y el sombrero y toda la pesca, que tenía al electorado local en el bolsillo y que, como suena, entre juerga y juerga le dio por hobby darle caña a los rusos 'porque a todos los americanos les mola'. O sea, imaginaos qué película habría salido con Tom Hanks de sombrero tejano. Evitar llegar tan lejos, y más cuando la disculpa fácil era que el personaje original era así exactamente, es todo un acierto, y Hanks queda muy en su punto, sin hacer comedia infantilona de las que ya casi se olvida uno que empezó haciendo, y sin ir tampoco a la caza descarada de otro Oscar.

Lo que pasa además es que en esta película se lo comen la Roberts y el Hoffman. A Julia Roberts, desde que hizo 'Erin Brockovich' se le ha quedado una pinta de tipa con cabeza amueblada, belleza no exagerada y con mano para manejar hombres que le viene muy bien al personaje aquí, de millonaria anticomunista furibunda. Otra cosa es que ella en la vida real lo sea, pero para ese tipo de personajes se las pinta muy bien. Y el Hoffman es un fuera de serie. Ahora que el Pacino y el De Niro están de verdadera capa caída, algún día habrá que revisar las listas de mejores actores del momento, a ver dónde quedaría el amigo Philip. Aquí hace de agente de la CIA que es el mejor en lo suyo, que se las sabe todas por tener el culo pelao derrocando gobiernos, pero que como era de clase currante lo tienen medio arriconao los barandas que se conocen desde Harvard. Y cada vez que sale en pantalla la historia coge una chispa tremenda.

La pega que se le puede poner es que la historia se acaba justo cuando viene el intríngulis principal del asunto. Porque sí, los americanos armaron a los muyaidines para que echaran de Afganistán a la URSS, esa dictadura meléfica y tal y cual, pero ¿qué tipo de gente hay allí ahora? La pelota sigue rebotando, sí, pero ¿por qué se la olvidaron allí cuando cayó el gran Satán Rojo?

Y nada, que la cosa tampoco es la historia más grande jamás contada, pero el detalle y la cercanía de este episodio completamente cierto y comprobable (hay libro y todo, del que de hecho salió la peli), hacen pensar en qué no daría uno por saber en cuántas otras ocasiones de la Historia con mayúsculas una Conquista de Esto o una Revolución de lo Otro se debió no a que un rey o presidente mandara hacerlas mientras posaba de perfil, sino a que alguien en alguna parte se remangó y dijo: 'Esto lo arreglo yo un sábado por la tarde que tenga libre'. Vivir para ver.

2 comentarios:

Emilio Núñez dijo...

Peliculón del quince, tío. Yo la ví en el cine y casi me pongo a aplaudir. A mí me encantó el final, cuando el Hoffman cuenta la historia del Maestro Zen.

Y sí, el Hoffman es un actorazo monumental.

Anónimo dijo...

No sé si la película será buena o mala (no la vi), pero tu crítica me encantó, Ro!

Besos desde el calor.