martes, 26 de mayo de 2009

El secreto de Nicea

El secreto de Nicea
Francisco Gijón

'El secreto de Nicea' es la novela de debut del madrileño Francisco Gijón (n. 1973), actualmente residente en Cartagena. El centro de la trama son unas cartas dictadas en la vejez por un personaje ficticio, Atilio el Cretense, al emperador Claudio. La mitad de los capítulos constan de las (supuestas) traducciones de esas diez cartas y la otra mitad, de los manejos de que han sido objeto desde entonces, sobre todo para evitar que salieran a la luz pública.

Porque estas cartas, obviamente, esconden revelaciones y testimonios que algunos poderosos grupos no quieren que se conozcan. ¿Cuáles? Pues estamos en el primer tercio del siglo I, y Atilio es testigo presencial de ciertos famosos eventos en Judea. Y, como puede suponerse, su relato no concuerda en todo con el de otros cuatro famosos personajes llamados Lucas, Mateo, Juan y Marcos. Pues sí, es un tema que ya hemos visto muchas otras veces en otras novelas bien conocidas.

Así que, mientras vamos leyendo la vida y milagros de Atilio, hijo de nobles cretenses criado como rehén en la corte imperial romana, al final de cada carta se nos presenta un nuevo momento histórico del futuro donde diversos papas, emperadores y autores hablan de la importancia de estos documentos en los siglos IV, XV, XVIII, XIX, XX y XXI. La mitad de las cartas, sin embargo, no hacen referencia a aquellos importantes días en Jerusalén: Atilio sólo llega a tierras judías a mediados de la quinta carta. Las primeras revisitan la fascinante época romana anterior a Claudio, objeto de tantas películas, series, novelas y estudios históricos, y en ellas Atilio cuenta a Claudio, el que nadie pensaba que llegaría a ser emperador, las cosas que vio o supo sobre Tiberio, Augusto, Livia, etc... Quien haya visto 'Yo, Claudio' encontrará cosas familiares.

Un problema que puede la tener la novela histórica es que, en el deseo de educar al lector, algunos párrafos parezcan sacados de libros de texto, o que algunos diálogos sean clases disfrazadas (por ejemplo, cuando el papa actual, antes de serlo, habla con otros cardenales diciendo: "Como director que todavía soy de la Congregación para la Doctrina de la Fe, otrora llamada Santa Inquisición...". Tanto él como quienes le oyen ya saben esto, y le están haciendo hablar como si tuviera público delante que necesita notas a pie de página). Y algo de eso sí que se nota en este libro: algunas conversaciones son muy poco naturales.

Sin embargo, algunas cosas del estilo de las auténticas cartas romanas escritas por literatos y pensadores están acertadamente imitadas, como por ejemplo la propensión de algunas a meterse en derroteros filosóficos en medio de un relato: "La única manera de vivir para siempre es ser recordado, más (sic) sólo el mérito personal merece el aprecio de la posteridad. A estas alturas, cuando apenas han transcurrido diez años desde la muerte de Tiberio, ya está sentenciado para siempre su recuerdo como el de alguien cruel, amargado, desilusionado e eincapaz de atraer la simpatía y la comprensión de cuantos le rodearon." Se abusa un poco del 'amigo mío', no obstante. Sea el siglo que sea, todo el mundo llama a todo el mundo 'amigo mío' o 'mi querido amigo'. Excepto curas, que llaman a la gente 'querido hermano'.

Un problema que corregir (y no me cansaré de mencionarlo cada vez que ocurra) es, de nuevo, la ortografía. Últimamente lo veo todo el tiempo en los libros que voy reseñando para Fantasymundo, y la verdad es que algunas editoriales debieran hacérselo mirar, porque es una falta de respeto al lector. Este libro no tiene faltas realmente graves, pero sí muchas tildes mal usadas (entre ellas confusión continua de 'si' y 'sí', 'mas' y 'más', por ejemplo), y la puntuación deja bastante que desear. Y eso que bajo el copyright, se hace mención de un tal Pablo Almécija Lusón como corrector de estilo. Tampoco ayuda que la propia edición cometa fallos como comenzar una línea con una coma, por ejemplo, o que haya algún que otro retorno en mitad de una frase. Se dice que el libro ha tardado cuatro años en prepararse, pero estas cosas dan un poco de impresión de chapuza apresurada.

Lo cual es una pena, porque el libro se lee muy bien, sobre todo las cartas. En ellas la parte didáctica queda hasta justificada y Atilio logra incluso dibujar personalidad propia a través de sus amores, sus convicciones religiosas, filosóficas o políticas (o falta de ellas) y sus observaciones sobre la vida en general y los importantes acontecimientos que le ha tocado vivir. Uno llega a sentir hasta afecto por él. La parte conspiratoria, sin embargo, es mucho más floja, y afortunadamente son sólo unas pocas páginas entre cada carta. A pesar de que el autor dice llegar a un punto donde ridiculiza las conspiraciones de 'cierto tipo de literatura que tanto ha proliferado en los últimos tiempos' (códigos da vinci y similares, supongo y añado yo), la verdad es que con ese supuesto intento de parodia, acaba cayendo en lo que critica.

De sumo interés también es la nota del autor al acabar el libro, donde, didáctico hasta el final, aclara qué es inventado, qué es real, y sobre todo su objetivo, que "no es otro que entretener". "Me pareció interesante plasmar de algún modo las reflexiones de un hombre culto del siglo I y comprobar si se distanciarían demasiado de las de su equivalente moderno."

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