jueves, 18 de junio de 2009

Anatomía de un asesinato (1959)

Esta es una de las películas que más se puede beneficiar de que haya alguien que pueda comentarle a uno los detalles y matices que se ha perdido. Quien la vea sin saber gran cosa de ella probablemente note en su contra que es demasiado larga (157 minutos), que el final no deja las cosas claras (incluso para ser un final abierto), y que el caso no tiene miga ninguna, ya que desde el principio se sabe seguro quién es el autor del crimen que se juzga: un militar entra en un bar y le pega seis tiros al dueño, delante de la parroquia al completo, e incluso va y le pregunta al camarero que medio se le acerca si quiere su ración de plomo también. Durante las dos horas y media siguientes, lo único que queda por saber es si el abogado defensor puede liar al jurado para que con alguna triquiñuela su acusado se acabe librando. Puede que incluso ese espectador piense que algún personaje, como el protagonista, James Stewart, sobreactúa, y algún otro, como el juez, que no es un actor, sino un juez de verdad, no actúa nada bien. Y quien note todo esto posiblemente se sorprenda al saber que a pesar de todo, esta película está considerada de las mejores, si no la mejor, de su género, el del cine de juicios. De hecho, para rematar, la novela en la que se basa el filme fue escrita bajo seudónimo por un juez retirado, John D Voelker, narrando un caso real, y además, escenas de este filme se llevan usando como ejemplos en clases de derecho desde que se estrenó hasta nuestros días.

Cero Oscars de siete nominaciones: Mejor Película (Otto Preminger), Guión adaptado (Wendell Mayes), Actor principal (James Stewart), Actor secundario (Arthur O'Connell y George C Scott), Fotografía en blanco y negro (Sam Leavitt) y Montaje (Louis R Loeffler).
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