miércoles, 8 de julio de 2009

La brisa de Oriente

La brisa de Oriente
Paloma Sánchez-Garnica

La contraportada nos anuncia "un soberbio fresco de la Europa medieval" que "sin enigmas ni templarios (...) remite a clásicos del género tan legendarios como 'El nombre de la rosa' ". El problema con remitir a clásicos de un género es que unos lectores se sentirán satisfechos con encontrar exactamente lo prometido, mientras que otros perderán el interés ante lo que puede verse como una mala imitación, cosa que esta novela, es importante decirlo, no es. Lo que sí contiene son muchos elementos del género (vida de un monje en el siglo XIII), que para unos pueden ser obligatorios y para otros muy trillados. Por ejemplo, en cuanto sabemos que hay un monje adolescente y virgen, sabemos que su voto de castidad se va a ver puesto a prueba (en una escena un tanto torpe e inverosímil, la verdad). En cuanto hay una biblioteca llena de volúmenes prohibidos, ya suponemos lo que puede pasar con ella (y pasa). Hay hogueras encendidas por dominicos (justo acabados de fundarse como orden), debates entre herejes y legados papales (aunque no lo suficientemente desarrollados), y los malos son feos, gordos o pálidos y malolientes, mientras que los buenos son inteligentes y tolerantes. De nuevo, todo esto no es ni malo ni bueno, sino simplemente parte de los códigos del escribir a la manera de un clásico del género, y corresponde a cada lector decidir si es lo que quiere leer o no.

'La brisa de Oriente' es la segunda novela de la madrileña Paloma Sánchez-Garnica (n 1962), licenciada en Derecho e Historia, y de quien la solapa del libro nos dice que "llegó al mundo de la literatura por pura casualidad". Supongo que ese comentario intenta sonar positivo y espontáneo, pero no es la mejor recomendación, desde luego, porque da la impresión de que podría estar haciendo cualquier otra cosa en vez de escribir libros. La novela contiene unas cuantas patadas al diccionario, como una mujer "en cinta" (por 'embarazada'), un par de objetos "vastos" (enormes) en vez de "bastos" (toscos), un santo de quien se pide la "intersección" (en vez de su 'intercesión'), una cocina que da a un "receptorio" (supongo que quiere decir 'refectorio'), un quemado en la hoguera calificado de "mordaz espectáculo" (¿mortal?), o alguien que se queda "al albor de la caridad", en vez de a su albur. Otras veces no se sabe si se usa un lenguaje de fuerza descriptiva o de uso incorrecto de las palabras, como en "un halo de monjes asustados detras de mí", "un cobarde pertrechado (por 'atrincherado', quizá) detrás del más fuerte", alguien "imbuido en un horizonte de tristeza" o unos caminos del señor, que aquí son "irrefutables" en lugar del más conocido 'inescrutables'. Además, de nuevo, como parece pasar bastante últimamente con varios autores españoles, sobre todo venidos de otros campos, la puntuación deja un tanto que desear, en este caso el uso de las comas. Y esto a pesar de una página de agradecimientos a gente que apoyó a la autora leyendo "el manuscrito, aún en folio".

Dicho todo lo cual, que creo que debe decirse en aras de la calidad, al menos formal, de la escritura por la que luego cobran dinero, hay que afirmar también que en lo referido a la historia, la novela es muy entretenida. Son casi 580 páginas durante las que nuestro protagonista, el monje benedictino Umberto de Quéribus, va desde la adolescencia a la vejez en una vida que, a pesar de transcurrir sobre todo en monasterios, nunca está carente de acción, sin prisa pero sin pausa. El contexto histórico elegido son las luchas entre católicos y herejes a ambos lados de los Pirineos, y Umberto, como toda la gente de su tiempo, se ve obligado a enfrentarse a las contradicciones de un mundo de pobreza y lujo extremos y de violencia entre correligionarios. Como suele pasar en algunos ejemplos de este tipo de novelas, el protagonista es más tolerante y digamos 'moderno' en sus actitudes de lo que parecía ser la media de la época, mostrándose comprensivo con los herejes, y llegando a decir (lo suficientemente lejos de los oídos papales) que algunos son "más santos que la curia". "La fe mal entendida puede hacernos errar en nuestra relación con el resto del mundo." "La fe mal entendida o la sinrazón de nuestras creencias o de lo que entendemos como correcto. Me pregunto por qué somos incapaces de mirar con respeto otras formas de vivir nuestra espiritualidad. Todo es tan complicado."

Por otra parte, algo que me gusta bastante es que se resiste la tentación de convertir a Umberto en una especie de superhéroe capaz de desfacer cualquier entuerto. Su sentido del deber para con otros lo lleva muchas veces a arriesgar el pellejo metiéndose por la puerta que no debe, y obviamente en el libro tiene que haber aventura y pasar cosas que interesen, pero al menos no se lo convierte en una mezcla de caballero andante y espía internacional. De hecho, es más bien al contrario: Umberto a menudo se muestra un tanto blandito, llora, y se acongoja numerosas veces a lo largo de la narración, en ocasiones en varias páginas consecutivas, pero al menos se deja ver que precisamente por este carácter sensible (que no sensiblero) es por lo que Umberto reacciona como lo hace, con miedo humano ante la violencia, pero con decisión cuando puede hacer algo en la medida de sus posibilidades. Su proceso de aprendizaje también forma parte de su personalidad, y está bien hilado dentro de ella: Umberto no nació bueno, tolerante y ecuánime en mitad de una nada prejuiciada, sino que ha ido definiendo su identidad a base de aprender de los más cultos de entre sus mayores, que le hicieron cuestionarse lo que pensaba.

Sin embargo, lo que no acaba de ser convincente, y más a medida que pasan las páginas, es el uso del 'yo soy tu padre' inesperado. La baza del parentesco insospechado (o no tanto, según el lector) por la cual a alguien le sale de repente una madre, padre, hijo o hija, secreto o conocido ya, se juega demasiadas veces, y llega a rizar un poco el rizo. Aunque también sea, o pueda ser, parte de los lugares comunes de este tipo de relatos, hay un personaje en concreto a quien le sale familia de debajo de las piedras. Alguna casualidad incluso, como encontrarse a alguno de ellos por el camino de Huesca a Barcelona, por ejemplo, resulta un tanto forzada. Y es una pena, porque no se necesitaba tanto uso de ello, en particular hacia el final de la vida de Umberto, que es seguramente lo mejor del libro. O mejor dicho, su vida entera vista en contexto una vez que se acaba, desde su viaje juvenil, pasando por la definición de su propia fe, hasta el trabajo monástico que le toca sustentar con todas sus fuerzas durante sus mejores años. Al final queda un gusto de vida aprovechada, útil y hasta cristiana en el buen sentido del término, que da una gran dignidad a su figura.

En definitiva, se deja leer... y mejor suerte con las comas y el vocabulario la próxima vez.

5 comentarios:

Lenka dijo...

Se agradece una novela que no se suba al actual carro de los secretos templarios o los descendientes de Cristo.

Lástima que algunos esquemas estén ya muy trillados, como dices, y te los sepas de memoria a las cuatro páginas (aunque, como también dices, para no poco público puede ser un aliciente. Algo así como la consabida rubia platino en la novela negra. A mí ya me aburre, pero para muchos es una seña de identidad imprescindible. Eso y que el prota sea soltero, atormentao, fumador y medio alcohólico)

Ya sabes que yo siempre me quejo de que no me sorprenden, y es algo que odio en la literatura y el cine. Me aburre tener la sensación de haber visto ya esa peli, o de haber leído ya ese libro, aunque sea la primera vez que topo con ello. Por eso considero un dios a Daniel Pennac en su saga Malaussène. Porque mantiene un esquema en sus cinco libros (el mismo barrio, la misma gente, los mismos polis, el mismo curro del prota... los personajes tienen una personalidad casi inamovible desde la primera línea. Todo eso es muy fijo, lo justo para que los conozcas, para que sean ya de la familia. Pero las historias que les pasan, los hilos argumentales, son TAN inauditos y originales que te hacen morir de risa, quedarte con la boca abierta, morirte del susto o flipar en colores. Hasta se permite engañarte y echarte la bronca, de tú a tú, al pérfido lector. Ese tío es un crack, de lo mejor que me he echado a los ojos en mi vida. Un genio, capaz de escribir algo que no se parece a nada escrito antes. Casi un milagro, teniendo en cuenta que parece que ya no quedan historias por contar)

Pero lo que más me choca es lo de los errores. Soy muy indulgente con la puntuación, porque creo que mucha gente escribe como habla (me refiero a la entonación, no al lenguaje coloquial), con el mismo ritmo. Yo misma tengo un modo curioso de puntuar (seguramente incorrecto) que refleja el ritmo con el que hablo y hasta pienso. No me sale puntuar de otro modo. Pero errores?? Me flipa que hemos llegado a ese punto, teniendo en cuenta que, en teoría, desde el manuscrito a la novela impresa hay un montón de personas leyendo y corrigiendo. Y que hay diccionarios, caray, y expertos. Que una cosa es un error informático (en los de Pennac descubrí que se habían comido una hache en una palabra) y otra es usar las palabras al azar y de oídas. Me choca que una persona mínimamente leída no sepa que los caminos del señor son inescrutables, y no irrefutables. Ese es el riesgo que le veo a escribir novelas de época, que requieran un lenguaje concreto. Da miedo meter la pata, a mí al menos. Pero se supone que si una historia gusta, alguien se encargará de corregir eso. Que una escritora cometa tantos fallos y que pasen desapercibidos hasta la impresión desalienta un poco, no?? Da miedo pensar que dentro de nada veremos novelas escritas en movistar de ese. O con monjas medievales que digan: "jo, tía, qué fuerte". Que ya nos mata de risa (y pena) en las series y las pelis, pero si llega a los libros será muuuuy triste.

(Y la reflexión que saco de todo esto es que si el baremo baja, suben mis opciones. Quizá debería atreverme. Yes we can y tal)

Rogorn dijo...

Sobre los lugares comunes de ciertas novelas, Arturo ha escrito esto: http://www.capitan-alatriste.com/modules.php?name=Forums&file=viewtopic&p=31834#31834

Él mismo es muy elogioso con ellos e incluso dice a veces que él en realidad siempre escribe la misma novela. Ahora bien, una cosa es eso y otra tomarle a la gente el pelo. Los lugares comunes pueden resultar agradables en quienes los creron, pero en quienes les siguen son copia o rueditas de bicicleta de esas que usan los niños pequeños cuando aprenden a montar. Por un lado evitarán que te caigas, pero por otra, jamás ganarás el Tour con ellas.

Sobre los errores, la verdad es que se nota bastante,como he dicho, en gente que originalmente no es escritor. Últimamente he leído tres libros escritos por españoles, uno de ellos profesor de historia, otro novelista debutante tras haber hecho mil oficios y otro esta. Y todos tienes problemas de puntuación, y a veces de ortografía. Más atrás leí otro traducido con tantas faltas que era una pasada, pero al menos ahí la culpano era de la autora original. Si los autores necesitan apoyo técnico en este sentido, pues igual las editoriales deberían dárselo, aunque me temo que no hay pelas, y menos en España. Aunque este libro, por ejemplo, es de Espasa, que no son dos amigos.

Tú puntúas bien, aunque como ex editor tuyo (juas) hay que añadir montones de ¿. Está bien escribir como se habla, pero hasta para eso la buena puntuación existe. Si la coma no es correcta, usa dos puntos o punto y coma, que para eso están hasta en los teclados. O para la frase con un punto y sigue. En fin, deformación profesional. Pero es que estos son profesionales deformados que luego cobran a la gente.

Y por supuesto que te atrevas y oses y te presentes, porque visto lo que se llega a publicar, amos, sitio tienes.

Lenka dijo...

Jajaja, pero es que tú me has editado el blog, y ahí sí que me permito la cosa esa moderna (que no sé si es una herencia del inglés o pura vagancia) de comerme los ¿ y los ¡ (y poner sólo los finales)

Dos puntos, punto y coma... existen, como Teruel, pero es curioso: mira que leo y escribo vorazmente desde la más tienna infancia, y sigo sin tener claro dónde poner cada cosa. La mayoría de las veces supongo que pongo comas porque son el recurso más habitual. Y tengo la sensación de que pongo muchas. Igual es porque cuando era pequeña una profe nos dijo en clase que había que poner comas donde respiras. Y hombre, cierto que sin comas se ahoga uno, pero no sé si la indicación es correcta así tal cual. Yo hablo mucho y muy rápido, será por eso que abuso de las comas. Pa no asfixiarme yo misma al leerme.

;)

Y, ojo, entiendo que quizá no escribe igual un catedrático en filología que una educadora metida a novelista. Pero de ahí a pedirle a un santo la intersección... coñe, es que parece una de esas bromas de aquel actor español que siempre hacía de sereno y de botones, y que soltaba perlas del tipo: "a mí me es indiferente, uséase, inverosímil". Juas. (Me tronchaba con aquel señor)

Rogorn dijo...

Juas, esa frase la dice mi madre, pero al revés, "me es inverosímil, uséase indiferente". Le he preguntado y no sabe de quién es. Yo siempre había creído que era de Cantinflas, pero debe ser que no. Y en internet nadie parece saber de quién era. En Inglaterra habría hasta camisetas con la frase.

Sobre comas, más de lo que nunca quisiste saber: http://buscon.rae.es/dpdI/SrvltGUIBusDPD?lema=coma2

Como dice ahí, la regla de que se pone cuando al hablar se hace una pausa no lo cubre todo, y además puede provocar incorrecciones como las de la coma tras el sujeto. "El rey de España, ha llegado hoy a Roma".

Un ejemplo al azar del libro de marras:

"Se moverá sólo cuando él quiera, ya lo sabes, Ivo, de nada sirve que te alteres."

Podría hacerse de varias maneras:

"Se moverá sólo cuando él quiera. Ya lo sabes, Ivo, de nada sirve que te alteres."

"Se moverá sólo cuando él quiera, ya lo sabes, Ivo. De nada sirve que te alteres."

"Se moverá sólo cuando él quiera. Ya lo sabes, Ivo: de nada sirve que te alteres."

Aunque hablando suenen a pausas de coma y quien las diga no pare la frase, escribir es escribir. Yo, por ejemplo, nunca uso el punto y coma, y se puede uno manejar tranquilamente con el punto, la coma y los dos puntos, que no es difícil usar 'de oído'.

En general la puntuación del libro está bien, y hay varios usos bien hechos del punto y coma, pero cada dos o tres páginas se encuentra uno cosas así que indican que no se está seguro. Y nada, como le decía, que es pero que lo mejore para la siguiente.

Lenka dijo...

"Se moverá sólo cuando él quiera, ya lo sabes, Ivo, de nada sirve que te alteres."

Esa es, sin duda, la que yo usaría. Me alegra ver que no es incorrecto aunque parezca un abuso de comas ;)

Y para que veas que soy una rastreadora de primer orden (no en vano sacaba unos éxitos en "otear" en el juego de rol de ESDLA que no se los saltaba un Elfo) mira lo que he encontrado en la red:

"A mí me es indiferente, uséase, inverosímil".
El portero de la casa de "La gran familia".

El papel lo interpretaba Jesús Guzmán:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_Guzm%C3%A1n

Uno de esos secundarios con gracia (el portero, el botones, el cartero, el sereno) que cuando lo ves dices: "sí, hoooombre, sí!!"

(Me ha costao, porque la susodicha peli sólo la vi una vez y de pequeñita. Pero nunca se me olvida una cara. Así que nada, tecleé la frase en Google, dí con el título de la peli, luego revisé el reparto y encontré al actor por las fotos. Sólo le falta el uniforme. Por cierto, el festival de desatinos que creo recordar que suelta el hombre en esa peli, es de antología. Aunque sólo se me quedó esa, y la que soltó cuando alguien se caía por el hueco del ascensor, o algo así: "se ha plastificao!!")

Hala, ya te puedes hacer las camisetas. Y luego vas y se lo traduces a tus alumnos. Juas.