jueves, 23 de julio de 2009

Ojos azules

Ojos azules
Arturo Pérez-Reverte

‘Ojos azules’ es un breve relato que Arturo Pérez-Reverte escribió en 1999, y que ahora se publica por separado dentro de la colección Únicos, en Seix Barral. A quien le extrañe que Pérez-Reverte publique algo que no sea para Alfaguara, la explicación es que fue Pere Gimferrer, supervisor de la colección y compañero de Pérez-Reverte en la Real Academia, quien le pidió rescatar ese relato ex profeso, por sus características de “miniatura magistral”.

Y lo de miniatura no es broma: el relato consta de exactamente 2798 palabras. Según dijo el propio autor: “qué bueno sería poder resumir en cuatro folios, como Rivera lo había hecho en pocos trazos, el nacimiento de un mundo”. A esos cuatro folios se les añade unas ilustraciones de Sergio Sandoval, un prólogo del propio Gimferrer, un tamaño de fuente bastante grande y aún así sólo llega a unas 40 páginas por las que se piden 14 euros.

El ánimo, pues, es claramente que el comprador del volumen lo adquiera más por un sentimiento de coleccionista o de impulso detallista que por lo que contenga, aunque esto tenga su importancia también. La verdad es que con sus tapas azul intenso, el libro se ve desde cualquier lugar de la tienda o la habitación en que esté. Y dado que igualmente intenso es lo que se cuenta dentro, el efecto final que se logra es el de quien se ve invadido momentáneamente por una sensación fuerte, sea la de una imagen, un olor, un recuerdo, o, como en este caso, unos instantes particularmente violentos de un conocido episodio histórico. Después de experimentada esa sensación, se puede volver a cerrar el objeto y conservarlo para cuando se quiera volver a sentirla.

El episodio histórico en cuestión es la Noche Triste, referida a la del 30 de junio al 1 de julio de 1520, en Tenochtitlán, México, cuando las tropas españolas de Hernán Cortés, tras haber capturado a Moctezuma y haberse hecho con sus fabulosas riquezas, fueron arrasadas por los aztecas. El relato sigue a un anónimo soldado español de ojos azules, llegado “desde Cáceres y Tordesillas y Luarca y Sangonera, que están lejos de cojones” a hacer realidad su sueño de hacerse tan rico en la conquista que “a su regreso ya no tendría que arar la tierra ingrata en la que había nacido, seca y maldita de Dios, tierra de caínes, esquilmado por reyes, curas, señores, funcionarios, recaudadores de impuestos y alguaciles; por sanguijuelas que vivían del sudor ajeno. Con aquel oro tendría para vivir bien y hacer una buena boda, para poseer su propia tierra y su propia casa. Para envejecer tranquilo, como un hidalgo, contándole a sus nietos cómo conquistó Tenochtitlán”. Para cuando termine la noche, su sueño será algo del pasado, pero se nos revelará otra forma distinta en la que aquel español anónimo pasará a la historia debido a sus ojos azules.

Dado el gran éxito que ha tenido siempre con la recuperación de episodios históricos del pasado español (sobre todo con la saga ‘El capitán Alatriste’, en el siglo XVII, y con varias novelas situadas en el XIX), a menudo le preguntan a Pérez-Reverte que cuándo le leeremos algo sobre la conquista española (o como se lo llame ahora) de América. Teniendo en cuenta que él ya ha dicho que Alatriste nunca cruzará el charco y que tiene más ideas para novelas que tiempo para escribirlas, quién sabe si ‘Ojos azules’ será lo único que el escritor cartagenero publique al respecto, junto a algún que otro artículo en XL Semanal. Es, desde luego, un motivo más que suficiente para que al menos quien siga su obra se haga con esta pequeña joya, porque condensa en pocas palabras y en una sola noche lo que podría explicarse con varios volúmenes, en una idea que nació al ver un mural de Diego Rivera. Como él mismo dice, “‘Ojos azules’ es una narración tipo iceberg. Cada línea tenía que sugerir algo muy grande que estaba oculto debajo. El desafío era mostrar sólo la puntita. Bernal Díaz del Castillo ya escribió ese libro de historia que es en realidad una gran novela. ¿Cómo escribir después de ese libro? Pues yo encontré esta manera.”

Como puede verse por las citas ya hechas, el texto es puro Reverte. Si se ha hecho famoso por no cortarse al usar vocablos sonoros para provocar la sensación requerida (“Soy la retaguardia de Cortés y de su puta madre, y este oro me pesa tanto que ya no puedo caminar”, “Dicho en claro, eso significaba Santiago y Cierra España, todos corriendo a Veracruz, y maricón el último”), también muestra su capacidad para la lucidez y la claridad crítica de por qué unos pocos centenares de españoles, que nunca fueron más, fueron a meterse en las fauces del lobo sabiendo lo poco probable que era que ese lobo las cerrara con ellos dentro. Como en toda su carrera literaria, el protagonista de la Historia con mayúsculas es el currito de infantería, el que ve a Cortés, a Spínola, a Nelson o a Napoleón Bonaparte (alias ‘el petit cabrón’) desde lejos y oyendo cómo le manda hacerse matar por tal o cual bandera. Y como todos antes y después que él, se preguntará si su sacrificio ha valido de algo, antes de decidir que qué demonios, que por lo menos intentó sacudirse el yugo y arriesgar el todo por el todo en vez de vivir cincuenta años como un buey.

2 comentarios:

MacVamp dijo...

Muy buena reseña ;-)

Genial rematar con aquello de: "que vivir cincuenta años como buey", que ya nos remite directamente a la Reina del Sur y al modo de vida del narco promedio: Prefiero vivir cinco años como rey que cincuenta como güey (en clásico y coloquial castellano mexicano, jejeje).

Saludos,
Mac

Rogorn dijo...

Me alegra que alguien haya pillado la referencia. Ese soldado que se fue de la ingrata España a buscarse la riqueza súbita es precursor de los narcos de hoy, que mueren en la misma tierra donde cayeron los españoles. Quién sabe si ese bebé de ojos azules no será antepasado directo del Güero Dávila, jeje.