viernes, 21 de agosto de 2009

El enigma del Escorial

El enigma del Escorial: El sueño de un rey
Henry Kamen

El británico Henry Kamen, ya entrado en la setentena, es uno de los historiadores que más tiempo y esfuerzo ha dedicado en su carrera a la España del Siglo de Oro, y si se oye por la calle una especie de tópico a medio fabricar de que los extranjeros escriben mejor sobre historia española que los españoles, él es uno de los nombres que aparecen ejemplificados con más frecuencia. Y de hecho, él mismo no deja de mencionar en sus obras las partes de la historia española que están poco investigadas o directamente sin tocar siquiera, lo cual quizá puede ser poco cortés, pero no deja de ser verdad. Las conclusiones a las que le han llevado sus investigaciones no siempre han sido bien recibidas, y como ejemplo, he aquí una valoración hecha por Arturo Pérez-Reverte y otra aquí. Si por un lado Kamen evita ahondar en leyendas negras sobre Felipe II o la Inquisición, al menos si las pruebas no lo demuestran, por otro no tiene reparos en decir cosas como que el número de soldados españoles en muchas batallas famosas ganadas en nombre de reyes de España (o de Castilla y allegados) era tan pequeño que las victorias difícilmente pueden llamarse españolas.

Eso en cuanto respecta al bagaje previo que trae este autor. En este nuevo libro, 'El enigma del Escorial: El sueño de un rey' (Espasa, 2009), el alcance es más corto que en obras anteriores suyas. Como sugiere el título, trata de la imagen que Felipe II y el monasterio-palacio de San Lorenzo del Escorial (Felipe II lo escribía así, no 'de El Escorial') tenían, tienen y debieran tener en la opinión tanto pública como especializada. Preguntados a bote pronto, los tópicos sobre Felipe II serán seguramente que iba de negro, y que se hizo El Escorial en plan masa de piedra seria, austera, lóbrega, gris y apartada para poder encerrarse en ella y dirigir el mundo a gusto sin que nadie lo molestase, sobre todo los herejes que perseguía con su Inquisición. Kamen intenta meterse por debajo de esa leyenda que han fabricado tanto españoles como extranjeros (curiosamente la misma, pero unos para defenderlo y otros para atacarlo), y recuerda que Felipe fue el rey más viajado de su tiempo, y el único que llegó a verse cara a cara con los papas y otros reyes de su época, incluyendo señores protestantes con quien mantuvo un trato exquisito. Durante su juventud su padre, el emperador Carlos V, insistió en que viajara por sus futuros dominios de la misma forma que lo hacía él, y los palacios, jardines, cuadros y cortes que vio por el norte de Europa e Italia entre 1548 y 1551 dejaron tan gran impresión en él que decidió que haría algo así en España. Porque en España ni siquiera los nobles adinerados como Alba o Medina Sidonia se construían palacios. Es decir, que si Felipe se encerraba a trabajar es porque había mucho trabajo que hacer (su hijo y su nieto se encerraron menos, y así les -y nos- fue), y que al menos tenía una formación de primera mano superior a todos los gobernantes de su tiempo e incluso siglos posteriores. Baste decir, como ejemplo, que mientras que el papa no acudió al Concilio de Trento en persona, Felipe II sí.

El libro no pretende ser una guía turística (aunque en ocasiones al autor no le duelen prendas en corregir ciertas afirmaciones de los guías actuales del monasterio), y deja aparte las descripciones de los objetos de arte que se pueden encontrar en el edificio, pero resulta fascinante de principio a fin, mostrando cómo una intención inicial de un rey puede pasar a la historia como la contraria sin que él pueda hacer nada para evitarlo. Felipe II y El Escorial aparecen tan íntimamente ligados en la mente popular que la personalidad de uno se refleja en la interpretación del otro, y el aspecto del otro en la imagen dejada por el uno. El volumen explora la idea génesis de la construcción, y también la batalla de san Quintín, en cuyo honor se comenzó, las descabelladas cábalas sobre si Felipe II buscaba hacer renacer el Templo de Salomón en la sierra madrileña, la iconografía que Felipe buscaba comparada con la que se cree hoy, la idea de imperio que el monasterio desprende (o no), y su supuesto papel como bastión de la fe verdadera. Todo ello regado con citas y con respuestas dirigidas a historiadores anteriores, tanto españoles como extranjeros (especialmente otro británico, Geoffrey Parker) discutiendo sus interpretaciones.

Son trescientas páginas y es una monografía sobre un tema muy específico, así que igual puede cansar a alguien que busque más variedad o sea más aficionado a la biografía de cuna a tumba. Para eso hay otros libros (algunos de ellos del propio Kamen incluso), pero si se sigue el hilo y se mantiene la atención, recompensa enormemente y aprende uno un montón de cosas. Además, me complace decir que está muy bien escrito y traducido y que se lee con gran facilidad.

1 comentario:

Remolina dijo...

Pues fíjate que me había pasado desapercibido, pero lo mismo después de El Asedio, me lo agencio y todo.

Gracias.