martes, 6 de marzo de 2012

El triunfo romano

El triunfo romano
Mary Beard
2007 (Crítica, 2009)

Este libro contiene todo lo que el lector siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar sobre lo que hacían los romanos tras ganar batallas importantes. El subtítulo lo deja bien claro: es 'una historia de Roma a través de la celebración de sus victorias'. Tiene todas las ventajas y los inconvenientes de las monografías de tema restringido: por un lado son concienzudas y exhaustivas, de forma que a quien realmente le interese el tema pueda escudriñar bien todos sus rincones, pero por otro lado la propia estrechez de sus límites autoimpuestos las hace menos interesantes para el público menos entusiasta o, como se dice ahora, friki. Además, el libro tiene 447 páginas de texto y otras casi 140 de notas, bibliografía e índice alfabético, así que mucha gente pensará que quizá no necesite en su vida 582 páginas sobre la organización y significado de los desfiles victoriosos de los romanos.

A pesar de todo, Mary Beard, catedrática de Clásicas en Cambridge, hace todo lo posible por extraer el máximo jugo de una fruta aparentemente sin mucho que exprimir. Una fruta que además en seguida se nos aclara que tiene aún menos jugo incluso del que puede parecer sin saber nada del tema, ya que lo primero que se nos dice es que la mayoría de las crónicas que nos han llegado fueron compuestas años más tarde, por gente que no vio las celebraciones en persona, y además a menudo con sesgos ideológicos en sus composiciones. Algunas de estas celebraciones, además, fueron falsas o inexistentes, mientras que en otras, por no decir en todas, se exageraron cifras de muertos, botines y merecimientos. En alguna se llegó incluso a disfrazar galos de germanos para intentar dar el pego, o se reciclaban trofeos de batallas anteriores. En época más tardía, además, a menudo se pedían triunfos por escaramuzas casi sin importancia o por arrasar a enemigos muy débiles, debido a la presión de seguir demostrando públicamente que Roma seguía reinando sobre los campos de batalla.

El trabajo de intentar deslindar la exactitud de las cifras y datos está ahí en el libro con todo lo que se puede investigar entre lectura crítica, deducción y suposición holmesiana, pero lo más interesante es cuando se pone a hablar del significado de la ceremonia en sí. Lo menos importante es si había un millón más o menos de monedas arrojadas desde las carrozas o si era verdad que había estatuas de tres metros de alto conquistadas a Mitrídates. ¿Por qué se hacía todo esto, y qué nos dice de la mentalidad romana? O incluso de mentalidades futuras, ya que a menudo, en tiempos medievales, modernos y hasta contemporáneos ha llegado la fama de los fabulosos desfiles romanos, con su esclavo tras el general victorioso repitiéndole continuamente "recuerda que eres mortal", sus trofeos y armamento capturado, sus cautivos sacrificados ritualmente o encerrados hasta morir de hambre y su demostración, en suma de que Roma seguía siendo la dueña del mundo en tierras que muchos no llegaban a ver en persona. Para todos aquellos que no podían ir hasta allí, la Galia, la Germania, Siria o Tracia eran llevadas hasta la propia Roma para asombro de ciudadanos y deseo de emulación general en el futuro.

También resulta interesante ver cómo lo que nos ha llegado puede ser no lo que de verdad ocurrió, sino los textos que lo recogieron, de la misma forma que una crónica de guerra decimonónica, un cantar de gesta medieval, una leyenda artúrica o incluso un resumen de un partido de fútbol en la prensa a veces han de sustituir a "la verdadera verdad". Algunos de los textos que más datos nos dan, de hecho, son testimonios indirectos, como comedias burlándose de su pompa y boato (imagínese que hay una hecatombe mundial y no sobreviven restos de ningún periódico, pero sí la colección completa de 'El jueves', por ejemplo), o los consejos de Ovidio sobre cómo ligar en un desfile (fingir que uno lo sabe todo sobre lo que se ve pasar), o incluso los ímprobos esfuerzos epistolares de Cicerón, el gran orador que quiso presionar para que el senado le concediera un triunfo por unas escaramuzas contra los partos y nunca llegó a conseguirlo. Acabamos sabiendo más de quien quiso y no pudo que de quien quiso, pudo, lo hizo y no había nadie para contarlo bien. Así es la Historia.

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