martes, 26 de noviembre de 2013

El francotirador paciente

El francotirador paciente
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2013

Hacía siete años que Arturo Pérez-Reverte no publicaba una novela ambientada en el presente. Y no es por falta de material escrito por él: desde el lanzamiento de 'El pintor de batallas' en 2006, el autor cartagenero ha escrito un par de Alatristes situados en el siglo XVII, otro par de libros ambientados en la época napoleónica ('Un día de cólera' y 'El asedio') coincidiendo más o menos con los bicentenarios de la guerra de la Independencia, y un último relato ambientado entre 1928 y 1967, 'El tango de la Guardia Vieja'. Y aún así, incluso el propio 'pintor de batallas' es una pieza más bien basada en el recuerdo de un pasado en torno a las guerras de entre los años 1970-1994, de modo que habría que retrotraerse a 'La Reina del Sur' (2002), para encontrar una historia puramente desarrollada en el momento en el que se escribió.

Una década más tarde, el paso del tiempo se nota en la presencia de Google, YouTube y móviles con cámara entre otros elementos de 'El francotirador paciente', cuya trama principal gira en torno a una "scout" o investigadora editorial (Alejandra Varela) que recibe el encargo de buscar a un esquivo artista de grafiti apodado Sniper. Si la presencia de un tema tan a primera vista juvenil como los grafiteros puede sorprender, Pérez-Reverte aclara en las primeras entrevistas dadas con motivo de la salida de la novela que es un asunto del que ha tenido que aprenderlo todo casi desde cero, ayudado por expertos practicantes en la materia (algunos de los cuales aparecen mencionados en las páginas de la novela): "Yo con estos tíos he hecho lo mismo que hacía como reportero de guerra, arrastrándome de noche para entrar en sitios peligrosos. Es que yo, a mis sesenta y dos años, he entrado de noche en una cochera arrastrándome por el suelo pensando en qué dirían si me pillan: «Don Arturo, ¿qué hace usted aquí?» Si me pillan, vaya marrón me voy a comer".

De igual forma que él lo fue aprendiendo, también lo hace el lector en esta novela. La presencia de un tema concreto y el uso de su gama de vocabulario especializado es una de las constantes en la obra de Pérez-Reverte. En otras, eran términos marinos, o técnicas pictóricas, o detalles de fotografía, o movimientos de esgrima, prácticamente siempre asuntos que él ya dominaba bastante debido a su profesión anterior (reportero) o a sus aficiones personales. En este caso, siendo algo nuevo para él desde el principio, parte de su investigación aparece distribuida para el lector usando diversos recursos, como citas de una tesis hecha por la protagonista o detalles averiguados de boca de los personajes que esta va encontrándose durante la historia. De esta forma, a medida que va avanzando la trama, se hace uno una idea suficiente de la importancia de cada suceso y de los particulares códigos del mundillo.

En este sentido, es precisamente por ahí por donde llega el verdadero nexo de unión de esta novela con el resto de las que ha escrito anteriormente el mismo autor. Este nuevo lugar hasta ahora inexplorado del territorio Reverte se merece una incursión en él debido a la presencia ahí de una mezcla de marginalidad, peligro y un código de reglas más o menos fijas que cada habitante sigue o infringe a riesgo propio, distintas y a la vez similares a las del Madrid del XVII o el estrecho de Gibraltar en nuestros días. Así, la importancia de conceptos como respeto, reputación, credibilidad, valentía, lealtad, traición o el venderse por una bolsa más o menos grande de monedas de plata, es central. También lo es el debate sobre si el grafiti es rebeldía, vandalismo, arte, oráculo valioso, grito en el desierto, despertador de conciencias o una combinación de varias de estas posibilidades y alguna más.

La novela tiene 302 páginas, lo cual la convierte en una de las más cortas que Pérez-Reverte ha escrito, en especial si descontamos relatos en principio para serialización en prensa como 'La sombra del águila' o 'Un asunto de honor'. Como resultado, quizá no da tiempo a que sus personajes aparezcan tan nítidamente matizados como en otros libros anteriores, pero eso tampoco tiene por qué ser negativo. Por ejemplo, a la protagonista, entre la brevedad de la novela, la galería de personajes con que debe compartir páginas y la inmediatez del caso que tiene entre manos, no da tiempo a conocerla mucho más allá de su camino constante en busca de este su coronel Kurtz o Moby Dick particular. Si hubiera que explicarlo en términos gráficos, a la tintinesca línea clara de otros retratos anteriores, le sustituye aquí un trazo rápido y vigoroso hecho a espray: llegas, la dibujas, y te vas. Lo que pierde en detalle lo gana en impacto: lesbiana, treintañera, pelo corto, scout de eficaz profesionalidad, coge el rifle cuando los indios atacan el fuerte, puede ser tan dura o peligrosa como cualquiera, pero sin convertirla en inverosímilmente invulnerable. Suficiente y a la vez sugerente.

Lo mismo puede decirse de los demás personajes que Alejandra va encontrando en su remonte río arriba, algunos de ellos memorables en solo un breve encuentro, como por ejemplo As Irmás, unas gemelas grafiteras portuguesas con mucha caña. De hecho, en mi opinión me parece un logro notable que a pesar de que una parte bastante grande del libro conste de conversaciones y entrevistas antes de moverse rápidamente a otra casilla para seguir el juego, estas resulten tan interesantes e intrigantes. Con cada trazo que cada nuevo personaje añade al retrato del tan buscado Sniper, su figura e importancia va creciendo cada vez más en la mente del lector, de forma que sin llegar a conocerlo resulta muy probable que uno ya se haya formado una opinión respecto a él (admirable o despreciable, figura de culto o charlatán, insignificante o peligroso, mosca cojonera o bestia salvaje, artista de referencia o manchamuros, maestro o chalado) e incluso respecto a los que le siguen.

Por cierto, ya que se habló antes de Melville y Conrad (sobre todo este último, uno de los autores de siempre más alabados por el propio Pérez-Reverte), hay que decir que hay otra influencia muy clara y destacable en 'El francotirador paciente', pero desafortunadamente mencionarla siquiera es un spoiler de tamaño considerable, así que aquí va oculta para quien quiera leerla pasando el ratón por encima: se trata de 'El asesinato de Rogelio Ackroyd', de Agatha Christie, de la cual Pérez-Reverte ha dicho que "es perfecta; dudo que otra novela me haya influido tanto en mi vida como escritor". Quien la haya leído ya sabrá de qué se trata, y quien no, ahí está como miguita de pan para quien la quiera recoger.

Hablando de lo cual, no faltan tampoco en esta novela ese tipo de rastros que seguir (o puntos que unir, como se dice en sus propias páginas) que Pérez-Reverte gusta de dejar sembrados, con menciones a los libros que leen los personajes, la música que escuchan, las películas que marcaron sus vidas, o los restaurantes y hoteles que visitan. Y además, hoy en día tampoco resulta difícil encontrar en internet información sobre los pioneros del grafiti madrileño, la locura del puente de Metlac o incluso "testimonios" sobre el propio Sniper.

Entre las primeras reacciones que se han visto al saber de esta nueva novela (antes incluso de leerla), hay dos destacables: "¿Qué hace este hombre glorificando a unos gamberros?", y "este tema no me va". Respecto a la primera, hay que decir que de igual forma que Pérez-Reverte no alababa a los narcos en 'La Reina del Sur' ni a los asesinos a sueldo en 'Las aventuras del capitán Alatriste', tampoco esta novela está escrita para reivindicar o exaltar nada relacionado con el grafiti. Simplemente, como él mismo ha dicho, él sitúa una historia en un ambiente que le parece fascinante (lo cual no equivale a "modelo que imitar") y mueve por ella a sus personajes. Además, la novela deja bien claro que hay un tipo de grafiteros (o "escritores", como muchos prefieren) que se limita a escribir su nombre por donde puede, como mucho alargando su hazaña a hacerlo en sitios difíciles o arriesgados, y otro tipo de artistas que escribe frases con carga política o social, e incluso dibuja imágenes de impacto, las cuales sí que en ocasiones pueden provocar una respuesta de admiración y apoyo en una parte mayor de la población. Un ejemplo es un grafiti real que dice "apartad los rosarios de nuestros ovarios", una frase nada neutral sobre la religión, la situación de la mujer en la sociedad, el progreso en materia de derechos humanos, y los límites de la vida y la muerte, entre otras cosas, y condensado en apenas seis palabras. Este no es uno de los grafitis atribuido a Sniper (como digo, esa frase existe realmente, y aparece como tal en el libro), pero este tipo de contenido sacudidor de conciencias es a lo que se dedica este personaje y de ahí viene su importancia. El artista británico Banksy es uno de los modelos para crearlo, y todas las piezas que se supone que inventa son idea del propio Pérez-Reverte, hechas a su vez de varias influencias que merecerían comentarios por sí solas. De forma que, por las dudas, no es un libro dedicado a contar cómo un chaval de quince años se aburre de jugar a la videoconsola y le pintarrajea el cierre al bar: Sniper es un veterano de décadas que ha madurado mucho lo que hace y por qué (si te convence su discurso o no, ya es otra cosa), y merece la pena dedicarle un rato al menos para averiguarlo por ti mismo.

Lo mismo diría yo respecto a la otra reacción que comentaba: "este tema no me va, así que casi que voy a pasar de leerlo esta vez". A eso, yo recomendaría leerlo de todas formas, y sobre todo si se es seguidor más o menos habitual de Pérez-Reverte. Porque, aparte de que son 300 páginas en letra grande y se ventila en cuatro o cinco horas, todos los elementos que han atraído antes a muchos lectores suyos están ahí, fiables como siempre: un tema de frontera, un misterio que resolver, un asunto especializado del que quizá no se sepa nada (no creo que mucha gente se eche para atrás por los términos marinos a la hora de leer 'Cabo Trafalgar', por ejemplo), y una mano experta para saber introducir al lector en mundos que no conoce y a la vez avanzar por la trama sin que parezca que hay que hacer parada y fonda cada cierto tiempo para descargar información del servidor antes de seguir. En otras ocasiones, no conocíamos Sinaloa, ni las murallas de Breda, ni las bombas de los franceses, ni la manera de dar la estocada perfecta, ni cómo distinguir un Dumas auténtico de uno falso, pero todas esas otras veces que dejamos que Pérez-Reverte nos guiara por aguas desconocidas, nos llevó a buen puerto, y este es otro ejemplo de viaje digno de hacerse. Así que acepten el encargo de la Birnan Wood, y salgan a la caza con Lex la scout.

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