jueves, 1 de noviembre de 2007

Excalibur (1981)


'Excalibur' es una película que en el tema de los efectos visuales y de sonido ha quedado bastante superada, pero en el tema de cómo representar una leyenda conocida sigue siendo suprema. Las películas sobre leyendas, a mi juicio, se diferencian bastante del resto de adaptaciones literarias porque la cuestión de la fidelidad se convierte en bastante secundaria. Una leyenda es algo que no tiene una forma fija, que ha cambiado mucho al ir pasando de generación en generación, y por lo tanto la lectura que se haga de ella en la época contemporánea no tiene por qué ser menos válida que la hecha en el medievo, por ejemplo, ya que los autores medievales también se inventaron cosas para sus propios propósitos.

En el caso de 'Excalibur', la base de la película es la 'Morte d'Arthur' de Thomas Malory, escrito en 1485. Sin embargo, si Arturo fue alguien que vivió (si es que vivió) varios siglos antes, podemos ver claramente que bien poco seguros podían estar los poetas y cortesanos del siglo XV sobre quién era o qué hizo el tal Arturo.

Malory convirtió a Arturo en un paladín del cristianismo, ya que era el tema dominante de la sociedad en la que vivía, pero el director de 'Excalibur', John Boorman, elige dejar fuera gran parte de ese simbología. Por supuesto que sus caballeros de la tabla redonda buscan el Santo Grial (la copa que usó Cristo en la Última Cena, de la que se dice que tiene milagrosos poderes regenerativos), pero el tema se deja ahí, sin profundizar. El Grial se supone que restaurará las fuerzas del enfermo Arturo, y cuando el rey sane también lo hará su pueblo y su tierra.

Hemos visto recientemente en cine otras relecturas, supuestamente más históricas, del personaje de Arturo, pero Boorman no estaba interesado en eso en absoluto, y por eso 'Excalibur' tiene un tono mítico de principio a fin. En ella hay magia y brujería, caballeros con armaduras desaforadas que no se quitan ni para cenar ni para engendrar hijos, hay tremebundas pasiones que llevan a reyes y guerreros a romper la paz sólo para dar rienda suelta a la lujuria de un solo hombre, hay hazañas de armas y profecías que cumplir. Todo esto ha de aceptarse desde el principio, o si no parecerá ridículo de principio a fin. Pero sea como sea, esta película ha dejado varias imágenes icónicas para el recuerdo, como la cabalgata de los caballeros al son del Carmina Burana de Carl Orff (¿a quién no le dan ganas de lanzarse a buscar el Grial a esos compases?), el duelo final entre Arturo y Mordred ante un sol de atardecer imposiblemente rojo, Ginebra y Lanzarote despertando desnudos en el bosque para encontrar Excalibur clavada entre ellos ('¡El rey sin espada, la tierra sin rey!') o la impagable reconstrucción del personaje de Merlin, tan lejos de ser un mago gandalfiano como pueda imaginarse.

Como curiosidad, parte del diseño estaba hecho con vistas a que a Boorman le dejaran filmar 'El señor de los anillos', así que un ESDLA de los 80 podía hber tenido esa pinta. Por ejemplo, el claro donde ocurre el combate por la reputación de Ginebra estaba pensado para ser Rivendel.

Pregunta de examen: ¿Quiénes hacían de Igrayne y Mordred niño?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una de mis pelis favoritas, sin duda alguna. ¿Y qué me dices de la Banda Sonora en general?. Se ha quedado unida permanentemente a escenas concretas (como demostró el reciente corto Perceval, que la utilizó también). Ya que me la has recordado, este fin de semana la veré otra vez, sí, a ver si se me ocurre algo más para comentar.
Crisand.

Lenka dijo...

Respuesta de nota: los hijos de Boorman, no?? Katrine Boorman era Igrayne. No me sé el nombre del chiquillo. ;-)

Me encanta esta película. Es mítica!