lunes, 7 de enero de 2008

Leones por corderos (2007)


La mayoría de las críticas estadounidenses dicen que es una película donde se habla mucho para no llegar a ninguna parte. Y lo dicen como si fuera malo. O como si fuera diferente de lo que le pasa a su propio país, y más ahora que están de elecciones primarias. Yo creo que lo que les pasa es que habla de temas que tienen tan oídos que ya les cansa un poco el tema. Pero muchachos, éste es el mundo en que vivimos, no puede uno tomarse vacaciones de él, o un día vendrá y te tapará el sol.

No voy a decir eso de que es una Película Imprescindible Para Entender Nuestro Tiempo, cosa que se oye de vez en cuando de muchos films políticos que luego pasan sin pena ni gloria, pero sí que me parece que es de las que es mejor verla que perdérsela, así que la recomiendo a todos.

Está dividida en tres acciones paralelas, una en el despacho del senador republicano Tom Cruise, donde lo entrevista la periodista Meryl Streep, otra en una universidad californiana, donde el profesor de políticas Robert Redford (que también dirige el film) charla con un estudiante suyo, y otra en el frente de Afganistán, donde unos cuantos curritos de uniforme han de poner en práctica lo que les mandan desde medio mundo de distancia. Las tres están interrelacionadas, y aunque habrá quien le mole lo de la acción, las tropas y los tiros, a mí me resulta la parte menos interesante de las tres. Es más, sólo me resulta interesante cuando paran de disparar e intentan sacarle sentido a todo aquello.

Robert Redford es un ciudadano de unas convicciones políticas públicas y conocidas, pero las trata de una manera muy leal, a mi modo de ver: deja que se le noten, pero no reduce al contrario a un papel de caricatura. No engaña a nadie. Los estudiantes a su cargo tienen razones perfectamente explicadas y comprensibles para hacer lo que hacen y cometer los diversos errores que cometen, y el senador republicano (que Cruise clava en un gran papel) no aparece como un corrupto asqueroso de cómic, sino como alguien a quien le preocupa la seguridad de su país y su familia y quiere hacer algo al respecto. Es decir, sentimientos que tiene todo el mundo.

Sí se habla mucho, sí, y al fin y al cabo, no, no lleva a ninguna parte. Pero el mundo en el que vivimos tampoco lleva a ninguna parte ahora mismo, y no hay garantías de nada. ¿Quién sabe si es mejor sacar tropas o meter tropas, si subir impuestos o bajar impuestos, si sentir la patria o pasar de ella, si tender la mano o el puño? Eso, en contra de lo que puede parecer, es la mayor virtud de esta película. No te da una solución cerrada, con los malos atrapados o muertos -solución que hoy día nadie se creería, y menos que nadie los propios americanos-, sino que te hace bandearte de un pensamiento a otro y te obliga a ver cómo a veces la razón está en todas partes y en ninguna.

Así que bien por el viejo Robert, y ojalá esta película no pase del todo sin pena ni gloria.

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