miércoles, 16 de junio de 2010

La gran aventura del reino de Asturias

La gran aventura del reino de Asturias
José Javier Esparza
La Esfera de los Libros, 2009

Cuando alguien empieza a escribir un libro de historia con las palabras "Pese a quien pese", probablemente traiga consigo un bagaje considerable. Y este es el caso de José Javier Esparza, escritor, periodista y divulgador que empezó en 'ABC', fue director de gabinete del Secretario de Estado de Cultura con el PP entre 2000 y 2004 y ahora está en la COPE, donde dirige y presenta el programa cultural nocturno 'La estrella polar'. Se ha declarado a favor de los movimientos pro-vida (esto es, contrario al derecho al aborto), a favor de la objeción a la asignatura de Educación para la Ciudadanía, y, en fin, abiertamente católico. Lo cual tiene su importancia cuando se escribe un libro que cuenta más de 200 años de guerras entre moros y cristianos.

El prólogo empieza diciendo que "pese a quien pese, la Reconquista es uno de los procesos más fascinantes de la historia universal", lo cual es bastante neutro, excepto por el "pese a quien pese", que no le estaba disputando nadie. Continúa diciendo que "ningún territorio ocupado por el islam tras su prodigiosa expansión en los siglos VII y VIII fue capaz de expulsar a los invasores". Y es así como se ve su relato de los hechos: el islam era una fuerza de ocupación y se cuenta la historia de los que, habiendo invadido ellos antes el mismo territorio, fueron "capaces" de echarlos, cosa que otros no fueron capaces de hacer. Se llama españoles a los cristianos sólo, a pesar de que en pocos años, desde la segunda generación de "invasores" en adelante, los musulmanes eran también nacidos en España. La llegada al poder de Abderramán I en 756 es calificada, en primera persona de plural, como "lo peor que podía pasarnos, a saber, que apareció un musulmán con visión de Estado".

Más adelante se escribe: "Contra lo que dice el tópico, el islam no fue nunca tolerante en España (...). Como hoy es costumbre dar la vuelta a todas las cosas, no faltan reconstrucciones de la historia que niegan la persecución islámica y denuncian el fanatismo cristiano. Es una forma torcida de ver las cosas: la realidad es que a aquellas tierras, que eran cristianas, había llegado una religión nueva que pretendía sepultar a la tradicional". Hablando sobre los mártires de Córdoba a mediados del siglo IX se dice: "Este episodio resulta hoy bastante políticamente incorrecto. Al discurso dominante le gusta más imaginar un Al Ándalus pacífico, de convivencia tolerante entre todas las religiones. Es una imagen bonita, pero es una imagen falsa. La verdad es más bien esta otra. Primero, que la España cristiana, romana y goda no se abandonó al nuevo poder musulmán, sino que le plantó cara incluso en su propia capital, Córdoba. Segundo, que para esa resistencia fue crucial el elemento religioso: los españoles sabían que eran, ante todo, cristianos, y que ése era el rasgo de su identidad que había que defender. Tercero, que en la defensa de su fe que en la defensa de su fe no retrocedieron ni siquiera ante el martirio y, aún más, lo abrazaron deliberadamente, a pesar de la cobardía disfrazada de prudencia de quienes apostaban por someterse al islam. Ésa es la enseñanza histórica de los mártires de Córdoba: fue la España que resistió al islam."

Toda una declaración de principios: convertirse, de grado o por fuerza, es algo cobarde, y la religión es el rasgo de identidad esencial de los españoles (de nuevo, los españoles son los cristianos), por encima de familia, posesiones, lazos de sangre o matrimonio, lugar de nacimiento o de residencia, o la mera necesidad de preservar la propia vida de uno. Teniendo en cuenta que durante todo el relato aparecen numerosas sublevaciones y luchas internas tanto entre moros como entre cristianos (y seguramente una de las cosas más fascinante del libro son los Banu-Qasi de Aragón, cristianos conversos al islam que miraban por sus propios intereses y pasaban mayormente del control cordobés, aliándose con musulmanes o cristianos según les fuera bien), habrá que concluir más bien que la religión no debía ser el interés único del pueblo y sus gobernantes, cuando se enfrentaban correligionarios unos contra otros con cierta frecuencia.

Sin embargo, a pesar de estas notas que de vez en cuando se ven repartidas por el libro, en su gran mayoría el texto sigue el viejo esquema que define la historia como una sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente: desde principios del siglo VIII hasta mediados del X, asistimos a ataques anuales de unos sobre otros cuando llega la primavera (llamados razias o aceifas), batallas más o menos ciertas históricamente, subidas de nuevos reyes y emires a los tronos de Oviedo y Córdoba, florecimiento de varios condados y marcas, nacimientos, muertes, fundaciones de conventos y demás fechas importantes. En este sentido el relato, cuando se ciñe a los hechos, está muy bien contado, y se puede navegar bastante bien en el mar de Alfonsos, Muhammads, Fruelas, Ordoños y Abderramanes que se suceden unos a otros continuamente. Sólo hay que indicar un par de tics, seguramente heredados del programa radiofónico del autor. Uno es las continuas recapitulaciones tras cada apartado, que a veces son útiles cuando volvemos a un lugar o situación que no se ha mencionado en varias páginas, pero no tanto cuando el primer párrafo de un apartado resume el último del justo anterior. La labor de corta y pega de guiones radiofónicos se podría mejorar un poco en este sentido. El otro tic es el anunciar algo que "vamos a contar más tarde, en su momento". Casi se puede oír en voz baja "después de la publicidad". Señor Esparza, ya tenemos el libro, no hace falta que nos ponga zanahorias delante para mantener la audiencia. Tranquilo, no va a perder usted su share si alguien deja de leer.

A esto se une otro tic, seguramente procedente de revistas de divulgación histórica, para las que el autor también ha escrito, que es el continuo hacerse preguntas en nombre del oyente/lector y responderlas a continuación. Los moros. ¿Quiénes eran los moros? El conde se rebeló. ¿Por qué se rebeló el conde? Se descubrió la tumba de Santiago. ¿Cómo fue este descubrimiento?

Por último, decir que con la excusa de que es un libro de divulgación, no hay notas ni a pie de página ni al final, y se da una bibliografía de sólo una decena de títulos. Durante la narración a menudo no está muy claro de dónde sale tal o cual afirmación o descripción. Se mencionan de pasada los títulos de algunas fuentes, como crónicas medievales, pero casi siempre se deja todo en un "según dice la tradición", o "según cuentan las crónicas", sin especificar cuál lo dice ni dónde. Parece que hay gente que piensa que si un posible lector hojea un libro y ve notas a pie de página va a salir huyendo.

El libro ha tenido bastante éxito, van más de siete ediciones entre noviembre de 2009 y marzo de 2010, y según el autor, cuando ha ido a firmar en público, hay gente que se le lleva varios ejemplares de una tacada. Está prevista una continuación para verano de 2010. Aparte, un sobresaliente para los autores de la portada, con ese guerrero de barba lobuna, ojos verdes, cruz en ristre (acompañada de collar tribal pagano, que lo celta vende mucho) y sol que empieza a deslumbrar por entre las montañas al fondo.

Lo mejor del volumen es la claridad de la organización y lo bien explicados que están los hechos. También es atrayente el interés por cómo se iba construyendo un nuevo reino hechos por "asnos salvajes" a partir de una cultura sensiblemente inferior a su rival. Como ocurre a menudo en estos tiempos, e incluso más antiguos, a veces sabemos muy poco de un rey o batalla determinados, pero por azares del destino nos llegan detalles de repente de un simple campesino a quien le es concedida una tierra, y sabemos su nombre y el de su esposa e hijos, o una tumba de piedra nos deja constancia de la edad de quien murió bajo ella y en qué año ocurrió. Cuando se muestran estos detalles de la gente que había por debajo de reyes, emires y condes, es cuando se nota algo vivo y fascinante y no sólo la cruz contra la media luna. Es una pena que no se aplique este interés con igual ahínco al emirato de Córdoba.

6 comentarios:

Lenka dijo...

Si es que les ha dao por Asturias a todos. Yo no sé qué pasa. Bueno sí, sí lo sé. Al principio me parecía de lo más chocante esta moda repentina de que tantos y tantos periodistas sufrieran un repentino ataque de asturianistis (teniendo en cuenta que muchos no son de aquí). Luego me llamó la atención que tantos y tantos de ellos fueran militantes de derechas (de "muy" derechas, y provida, y cosas asín), como la San Sebastián, por ejemplo, que también le ha dado por el tema.

Y yo, que siempre he lamentado lo poco que se habla de mi tierra en los libros, pues hala, a comprar novelas a cascoporro (con el miedín de que fueran malas, un despropósito, una tontuna o un panfletazo que te pasas). Y psché. Las hay de todo pelaje, la verdad, algunas bastante entretenidas. Pero seguía sin entender a santo de qué tanta afición de repente. Hasta que, cómo no, empecé a pensar mal.

Acaso no está siendo nuestro hermoso (y católico) país invadido por fuerzas extranjeras y herejes, por malvados terroristas con aviesas intenciones?? Yo, imbécil de mí, creía que España no era un país especialmente racista, pero seguramente lo creía porque en mi provincia la inmigración no es tan abundante (aún) como en otras zonas. Ahora lo ves y lo escuchas a diario. Comentarios ofensivos, desprecios, prejuicios, mitos, ideas absurdas que la gente tiene muy asumidas. Polémicas sin sentido que, por lo visto, indignan muchísimo al ciudadano. Todo molesta, sobre todo se sienta cátedra, y la verdad es que los medios no ayudan mucho la mayoría de las veces.

Molestan los velos, molesta que "los de fuera" se reunan a rendir culto a sus dioses, molestan los niños de otros colores en los colegios, molestan los menús sin cerdo, molestan los nombres extraños, molesta todo. Hoy ya no pueden pelearse dos críos en un parque (siendo uno de ellos sudamericano) sin que se monte un cirio pascual y tanto medios como vecinos clamen "latinquins, ñetas, bandas!" Dos mujeres "de fuera" no pueden compartir piso sin que la gente del barrio asegure que han montao un burdel. Los chinos son una mafia que cocina a sus muertos, los moros son intrínsecamente malos y los negros dan poca guerra aparentemente, pero fijo que trafican. La crisis es culpa de ellos, que roban, nos hunden la seguridad social, y encima los políticos les dan todas las ayudas del mundo y a los españoles ni agua. Todos los días oigo quejas porque "sé yo de buena tinta que a una familia de rumanos les dieron un piso gratis, claro, claro, con nuestros impuestos, y mientras mi probre Enriquito en el paro y sin poderse independizar a los 38 años, la criatura".

Hay miedo, y mal rollo, y desinformación, y ya se empieza a jugar con lemas de esos tontunos de que si Pelayín levantara la cabeza y nos viera comiendo kebabs. La consigna es "muerte al moro" y a mucha peña le está dando por el arrebato de la re-reconquista. Sólo que unos lo discuten a voces en los chigres y otros lo escriben. No sé si este será el caso porque no he leído el libro que comentas, pero da un poco de yuyu pensar si no se estará alimentando el odio racial maquillado de orgullo patrio, de guerra santa y de hazaña heroica.

Por cierto, que también se puede hablar (ya que estamos) de esa otra invasión mucho más lejana y olvidada que sufrió la gente de mi tierra (y de otras) cuando esto era un matriarcado pagano asentado en castros que peleaban contra el romano, y luego contra la evangelización cristiana. Porque resulta que siempre hay un "antes" y un "lo que éramos", y siempre viene gente detrás a conquistar e imponerse por la fuerza. Es ley de vida, así es la historia. Asturias, como cualquier sitio, tuvo muchas grandes aventuras. Algunas bastante antes de ser católica.

Rogorn dijo...

Este autor mismo es de Valencia o por ahí, creo, con lo cual me apuesto algo a que yendo para atrás en el árbol genealógico, seguro que encuentra moros en la costa.

Siendo justos, las citas que puse son casi las únicas en todo el libro que se salen de la pura exposición histórica y se meten en veredas de interpretaciones y peseaquienpeses. El 99% del volumen son, en cita cheli-inglesa sobre qué es la Historia, "one bloody thing after another". Pero supongo que no podía contenerse, o no quería, y tanto en el prólogo, donde ya muestra la filiación, como en el tema del papel que jugó la religión en el asunto, tenía que soltar la suya.

Lo curioso es que su postura no va contra esos jodíos moros infieles que nos querían quitar nuestras brañas, sino contra ese "pensamiento dominante", que supongo que serán Zapatero y su gris grey de talante conciliador, alianza de civilizaciones y fuerzas armadas desarmadas. El tono yo no lo veo tanto de machacar coranes como de reivindicar su derecho a llamar al moro moro, a la Reconquista Reconquista y a Asturias España (y lo demás, tierra conquistá), que supongo que es como se lo contaron de pequeño, y lo echa de menos entre tanta corrección política y tanto llamar "empleado de finca urbana" al portero de casa. "Se ha contado muchas veces, sí, pero parece que hoy se ha olvidado, particularmente por las generaciones más jóvenes. Por eso vale la pena contarlo todo otra vez", dice en el prólogo. Y lo cuenta interpretando al "reino de Asturias sin otro motor que la voluntad de no doblegarse ante el poder musulmán y sin más elemento de cohesión que la cruz".

¿Se cuenta aún la Reconquista con erre mayúscula nes escueles del Principau? Pregúntamelo por ahí.

Lenka dijo...

Seguramente ni se cuenta eso ni se cuentan muchas cosas, visto lo visto. Tengo a una guaja de primero de la ESO copiando aplicadamente en su cuaderno "El patito feo", poque es una de las cosas que tiene que entregar este fin de curso. Qué te voy a contar que no sepas. El nivel se ha bajado ya a límites de auténtica vergüenza. En mi humilde opinión es un poco raro que los críos de hoy sepan un huevo de tecnología (que está genial) o estén empezando a estudiarlo todo en soportes informáticos (chachi también) pero luego no sean capaces de entender lo que leen a los 14 o 15 años (penoso).

No sé si dan o cómo dan la Reconquista, la verdad. Seguramente se les despache en dos frases. Yo soy asturiana de otra generación y tampoco recuerdo que se le diera mayor relevancia al tema. Un tal Pelayo (que era rey), Covadonga, la virgen y tirar piedras a los moros. Poco más. Nuestra ventaja es que te sonaban los sitios, pero ya está.

Yo reivindico la historia, sin duda. Y llamar a las cosas por su nombre, también. No me va mucho el rollo ese tontuno de reescribir las cosas como si esto hubiera sido un cuento de buen rollo. Tampoco me molan ciertas reivindicaciones exaltadas, porque me destilan un tufo franquista de España archicatólica y gloriosa que, lo siento, tampoco es cosa objetiva.

Me gusta la historia, no la propaganda. Y se puede contar. Se puede porque yo, que no soy historiadora ni de lejos, me apañé con algunos libros y esquemas bien normalitos para contarles la Reconquista a unos adolescentes marroquíes musulmanes. Y me apañé para que el tema les molara y no les ofendiera en absoluto. Simplemente nos tiramos una tarde entera charlando sobre cómo era esta tierra hace tiempo, quiénes vivían por aquí, cómo y por qué llegaron los musulmanes, qué hicieron, qué cosas cambiaron, qué encuentros y desencuentros provocó aquello. Les gustaba el tema, preguntaban, y hasta sabían bastantes cosas de antemano. Y lo contaban con naturalidad, muy conscientes de que hablaban de tiempos pasados y de otra realidad. Hasta hacían humor con el asunto.

Ellos sabían qué era Al Andalus, que la mezquita de Córdoba o la Alhambra la hicieron "los suyos", sabían de batallas y de leyendas, sabían que habían "mandado" muchos años. Y se reían comentando que "Pelayo y los asturianos los habían echado a patadas". Usaban adjetivos como "valientes", "guerreros" y cosas por el estilo. Y hasta se permitían las coñas tipo "nos echais a patadas y volvemos, pobre Pelayo!!"

Lenka dijo...

Para ellos no es un tema de racismo ni le ven polémica alguna. La gente conquistaba, hacía la guerra y se mataban. Ya está. Se ganaba o se perdía. Lo simplificaban sin mayores aspavientos. España era cristiana, los musulmanes la conquistaron y luego los cristianos la reconquistaron. Fin de la historia. Lo simplificaban hasta el punto de decir "recuperasteis España", porque consideraban que era nuestra, sencillamente por estar antes.

Vaya, que no había ningún drama. Y sí, sabían bastante del tema (igual más que los chavales de aquí). Conocen muy bien dónde ganaron ellos, los nombres de sus caudillos, pero también dónde perdieron y de qué manera. Y lo cuentan (supongo que así se lo enseñan a ellos) de una manera muy épica y romántica, pero con una base bastante real. Por cierto, que les hacía mucha gracia que, habiendo partido de aquí la reconquista, los asturianos no fueran especialmente "racistas" ni "patriotas". Al menos esa visión tenían ellos. Que en Asturias (de momento) se recibía a los de fuera mejor que en otros sitios. Tampoco se les escapaba el dato de "aquí somos menos". Creo que sí que les gustaba bastante que, cuando hablábamos de esos temas, nadie negara nunca que su gente nos aventajaba en muchas cosas, que eran un pueblo culto y poderoso, que construyeron, que crearon, que nos dejaron mucho también. Dentro de la cosa legendaria tenían una visión bastante objetiva de aquel episodio histórico, la verdad.

Se puede contar, y se puede contar sin pelos en la lengua. Siempre que se cuente. Lo dicho, que creo que una cosa es la historia y otra la propaganda, en el sentido que sea.

Rogorn dijo...

Pues no te creas que me acaba de parecer bien que la gente, sea de la orilla del Estrecho que sea, lo siga viendo en términos de "nosotros contra ellos". Los nacidos aquí, incluso los de más parriba, seguramente lleven (llevamos) algo de sangre mora, y los nacidos allá y venidos acá modernamente igual tienen algún cristiano viejo entre sus antepasados, antes de que expulsaran a sus descendientes, posiblemente en tiempos de Alatriste. No me gusta nada, porque todo eso me suena a condicionamiento desde pequeñitos y a que te obliguen a elegir desde incluso antes de que tengas edad para decidir las cosas por ti mismo. Es más, la naturalidad con la que se oyen estas cosas en primera y segunda persona ("os echamos", "nos ganasteis"), por ambas partes, indica que es una mentalidad que viene instalada de serie, por defecto. La gente que se mataba y esclavizaba por un quítame allá un castillo eran nuestras raíces, pero no somos nosotros.

Quizá lo más decepcionante del libro es ese intento más bien poco velado de volver a la reinterpretación de la cruz contra la media luna como rasgo esencial de la vida de toda la gente del momento. Eso era una parte, y no pequeña, pero gente de la misma religión se hacía la vida imposible mutuamente todo el tiempo, así que ahí hay más que bucear. Ambos bandos se juntaban sólo cuando tenían que atacar al Frente Judaico Popular.

Y supongo que también tiene que ver que yo desde pequeño ya me acostumbré a ser mestizo y a ser siempre el de fuera. Con un padre de un lao, una madre de otro, y nacido en un tercer sitio, cuando me preguntaban de dónde eres, tardaba un rato en responder. Luego viví en más sitios, y ahora incluso más lejos tovía. E in pectore, en Asturias. Así que ya ves. Home ya.

Lenka dijo...

Por eso te aclaraba que ellos lo simplificaban mucho. Para bien y para mal, sin duda. Para bien porque no le daban vueltas ni lo vivían como algo personal, aunque lo hablaran en primera persona. Lo del sentido de pertenencia nos influye a todos. El "nos disteis pal pelo" y el "os ganamos" es una chorrada absoluta, obviamente. Para empezar porque nosotros no estábamos, y para seguir porque si pudiéramos irnos patrás lo suficiente, posiblemente yo descubriera (por ejemplo) que de astur no tengo ni las pestañas, que los godos y celtiñas tienen tanto que ver conmigo como los mohicanos, y que lo mismo mis ancestros eran de Nigeria.

Y como yo, cualquiera, todos. Da igual si yo, mis padres, mis abuelos y mis bisabuelos nacieron en Asturias (que así fue). Pa empezar algún tatarabuelo era oriundo de Zamora, y por lo visto algún otro ancestro fue a nacer allá por Toledo. Calcula de ahí hacia atrás. Tengo una rama familiar de rubios y pelirrojos con piel de leche y ojos claros, y otra (la que ganó en eso de los genes) que bien nos podríamos apellidar Ben Alí. Sólo hay que mirar a mi abuelo Samuel para deducir que ya no moro, no, es que posiblemente tenga genes negros. Mi abuela Mila podría pasar por norteafricana sin problema, y ya sabes que a mí todos los magrebíes me toman por una de los suyos, hasta el punto de ponerme motes árabes.

Así que no hay "nuestros" ni "suyos". Pero una cosa es que hablemos en esos términos fáciles a nivel de charla de bar, y otra muy distinta que supuestos sesudos se lo tomen en serio. En eso sí que coincido contigo, me parece una memez. Una cosa es que yo fantesee con el orgullo de unos antepasados que vivían en castros y se suicidaban con semillas del Tejo antes que rendirse al enemigo, y otra que no tenga muy claro que mis antepasados (o los de cualquiera) pudieron salir de Turquía o de China si nos ponemos.