sábado, 7 de agosto de 2010

La muntanya màgica

La semana pasada estuve en Barcelona viendo un par de días de los Campeonatos de Europa de atletismo. Soy muy aficionado a este deporte (en la modalidad de sillonbol, que es mi especialidad), y desde hace tiempo quería ver una competición importante en directo. Además, así entreno para los Juegos de Londres 2012.

Y fue una gozada. Fue todo lo que esperaba y más. Por fin pude seguir una competición de saltos de principio a fin, sin ponerme de mala leche porque las retransmisiones televisivas pasan olímpicamente -nunca mejor dicho- de los concursos (saltos y lanzamientos) en favor de las carreras. En estas últimas te presentan a los participantes, con su nombre y su aplauso, te dan la carrera sin interrupción (a veces no da tiempo a interrumpir, la verdad), y te la repiten chorrocientas veces. Mientras, de los concursos sólo te ponen cuatro o cinco saltos o lanzamientos, varios minutos después de haberse producido, y a veces fuera de secuencia. Pues esta vez el realizador de la transmisión era yo, y podía dirigir la mirada de un foso a una pista o a una colchoneta o a una jaula de lanzamientos como yo quisiera.

El salto de altura, sobre todo, es una competición donde además de la propia capacidad de superar el listón, se necesita estrategia. Si tienes el listón, por ejemplo, a 2.25 con un nulo ya hecho, y tienes por delante a tres saltadores que lo pasaron a la primera, saltarlo tú a la segunda no te va a poner por delante de ellos, así que puede ser mejor reservarte los dos saltos que te quedan para los 2.27. Saber quién ha saltado a qué y en qué intento es vital para averiguar dónde estás en la clasificación y qué posibilidades tienes, porque a menudo hay que desempatar por número de intentos hechos a veces hace un par de horas, y toda esta intriga y estrategia se pierde en una retransmisión que sólo te da enlatados los saltos de medalla. Algunos participantes ni siquiera llegan a verse en pantalla.

La competición masculina de Barcelona 2010 además fue épica porque comenzó lloviendo. Que también era mala leche que para una vez que puedo ir in situ me fueran a cancelar el asunto por lluvia, pero afortunadamente no fue así, y durante la primera hora del concurso los participantes se jugaban los tobillos sobre el piso mojado. Eran lógicamente las alturas más fáciles, pero daba cosa verlos pegar carreras y botes mientras en tu mente se estaban dando castañazos dignos de YouTube. A ninguno le pasó, pero hubo uno a quien se le notaba encogidillo, y que se fue con tres nulos para casa en su primer listón.

El primer día también pude ver otra de mis pruebas favoritas, el decathlon, en concreto el segundo día. Uno de los momento más hermosos de cada torneo es cuando, tras dos días enteros en el estadio, mañana y tarde, de 9 a 9, corriendo, saltando y lanzando, calentando y tratando de evitar lesiones al tiempo que se intenta poner el cuerpo al máximo de rendimiento físico varias veces al día, al final de la prueba de 1500, que es una tortura para tíos que pesan cien kilos y que entrenan sobre todo para esfuerzos cortos, el ganador, recién proclamado atleta más completo del mundo, invita a todos los supervivientes a dar la vuelta de honor con él, mientras las gradas se van poniendo en pie a su paso.

A lo que uno espera también se añade lo inesperado. Por ejemplo, oír a alguien detrás de ti gritar todo el tiempo “Vamos, Chilla”, lo cual no es una exhortación a pegar voces, sino alguien que anima a la campeona de España de jabalina, Mercedes Chilla. Porque los entrenadores y familia de los atletas se sientan en las gradas, con el resto del público, e incluso los otros atletas también se pasan por allí con su dorsal en la mochila, que les da acceso a todo. Lo más surrealista, sin embargo, fue ver a un guaje negro con una bandera catalana gritando: “Vamos, Blanco”. La explicación es que José Luis Blanco, que sacó bronce en 3000 obstáculos, es de Lloret de Mar. Pena que no vi los 5000, porque a saber qué le habrán dicho a Jesús España cuando ganó la plata en plena Barcelona. Teniendo en cuenta que estábamos en un estadio en la cima de una montaña, igual le dijeron “Arriba, España”.

También busca uno las patrias chicas o adoptadas. Por ejemplo, ver a Manuel Martínez quedar eliminado -otra vez- en lanzamiento de peso, y luego encontrárselo firmando y haciéndose fotos en las escaleras. O ver a un finlandés sacar medalla en la jabalina (Finlandia SIEMPRE debería sacar medalla en la jabalina). Lo que no pude ver fue a Merlene Ottey, la Dama de Bronce, correr las eliminatorias de 4x100 con Eslovenia a los 50 años de edad. Y bueno, lo del milqui (el 1500) en Montjuic ya se ha convertido en una nueva tradición. Dos campeonatos allí (1992 y 2010) y tres oros para España.

Y es que todo esto se vive más y se disfruta mejor si se sabe un poco de las pruebas, los atletas y su historia. Si no, es como comparar el parchís con un juego de rol. En el parchís la ficha roja es la ficha roja y la ficha verde la ficha verde y no hay más. De igual forma, que gane el de la camiseta azul o el de la amarilla tiene muy poca tensión si no se sabe que uno está intentando ganar su tercer campeonato seguido o que otro viene de seis meses de lesión, o que a otra de joven le dijeron que iba a perder una pierna y por eso se metió a atleta.

Así que a quien pueda y le apetezca, le recomiendo ir alguna vez a un campeonato de estos. 25 euros por ocho horas de espectáculo. ¿Quién da más por menos?

5 comentarios:

Juan dijo...

Una de las experieencias de las que guardo más cariño es cuando vi a Carl Lewis en Sevilla, haciendo el calentamiento antes de correr los 100 metros. Corría muy suave, pero daba la impresión que los pies no tocaban el suelo. Simplemente volaba.

El atletismo cambia mucho cuando se ve en directo.

Sianeta dijo...

Me alegra que lo pasaras tan bien en el Estadi de la muntanya màgica (así es cómo la llamábamos). Pero siento que no nos pudiéramos ver más, y que me perdiera la oportunidad de ver una de esas pruebas. Bueno, explicado por tí, es como haber estado allí.

Besotes Ro.

Rogorn dijo...

Y tanto, Juan. Por televisión no te parece que corren tanto, pero los ves en directo y piensas: "Ni de coña les aguantaba yo el ritmo".

El segundo día estuve sentado en la curva del 200 y era una pasada verlos (y las) tomarla cual Fórmula 1.

Tanto como estar allí no, Sianeta, pero gracias, jeje. Sí, recuerdo que así llamaban a Montjuic durante los juegos. Y además, por coincidencia estoy leyendo el libro de Thomas Mann.

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