Pentatlón
moderno
El
pentatlón moderno es una especie de abuelo centenario (debutó en los Juegos en
1912) que se resiste a morir a pesar de que se ha quedado anticuado. Su origen
es bastante poético, al menos como podía entenderse en el siglo XIX. En los
Juegos Olímpicos de la antigüedad el pentatlón era un conjunto de cinco pruebas
destinado a buscar a un atleta/cazador/guerrero completo, y constaba de
carrera, salto, lucha y lanzamientos de jabalina y disco. El fundador de los
Juegos de la era moderna, el barón Pierre de Coubertin, creó una versión puesta
al día, y las cinco pruebas elegidas fueron las que tendría que pasar un
soldado a quien se encargara llevar un importante mensaje a su general
atravesando territorio enemigo (ya he dicho que esta idea surgió en el siglo
XIX): tendría que montar a caballo un trecho, usar espada y arma de fuego para
escapar de sus oponentes, y tras perder el caballo, tendría que nadar y
finalmente acabar su gesta corriendo campo o bosque a través. Además, el
caballo tendría que ser un animal cualquiera, no uno acostumbrado a su jinete,
de forma que las monturas usadas por cada participante las provee la
organización y se sortean antes del comienzo.
Como idea
no deja de ser intrigante, pero siempre ha tenido muchos problemas para
concitar el interés del público, ya que a menudo debe celebrarse en varios
lugares diferentes acordes con las exigencias de cada prueba. Además, debido a
su origen y a sus primeros participantes (todos sus ganadores hasta 1948 eran
militares), a medida que el status social de los ejércitos fue decreciendo
durante el siglo XX, y en algunos casos provocando rechazo, el pentatlón fue
quedando arrinconado como una reliquia de otros tiempos. A esto no ayudó el que
a partir de los años 50 los principales interesados en este deporte fueran
escandinavos y países de la Europa comunista, a pesar de que dos medallistas de
oro húngaros (los vencedores en 1964 y 1972) trabajaron activamente por la
democracia en su país. Uno de ellos fue elegido parlamentario en las primeras
elecciones post-comunistas y otro había sido escogido antes para liderar una
red de activistas pro-democracia. Además, el formato ha cambiado con frecuencia
debido a los deseos de hacerse más accesible al público, de hacer frente al
dopaje y las trampas, e incluso de conseguir el planteamiento más justo
posible, equilibrando todas las pruebas. Al principio se disputaba una prueba diferente
cada día durante cinco consecutivos (lo cual daba un tanto al traste con la
inspiración del soldado mensajero), pero otras veces se hizo en cuatro, y
actualmente solo en uno, medida que ha resultado en un marcado auge de público
presente, a pesar de (o quizá debido a) que se tarda unas diez horas en
completarse las cinco pruebas. El pentatlón lleva en la cuerda floja varias
olimpiadas, y el COI solo ha prometido mantenerlo hasta su centenario en 2012.
Veremos qué ocurre con él tras Londres.
Mientras
tanto, es una fuente inagotable de anécdotas. En su debut en Estocolmo 1912,
seis de los siete primeros clasificados fueron suecos, y el estadounidense que
terminó quinto era George S Patton, que treinta años más tarde sería uno de los
generales más famosos de la Segunda Guerra Mundial. Lo curioso es que su peor
prueba fue la de tiro, en la que acabó 21º de 32 participantes. Patton dijo que
esto fue porque uno de sus tiros dado como fallados había sido, al revés, tan
exacto que había entrado justo por el hueco dejado en la diana por un disparo
suyo anterior. No hay ninguna prueba de que esto sea cierto, pero si lo fuera,
habría ganado el oro. Para la carrera final, Patton se preparó con una
inyección de opio.
Los cinco
primeros pentatlones olímpicos estuvieron casi completamente dominados por
suecos: En Amberes 1920 coparon los cuatro primeros puestos, en París 1924 los
tres primeros, y tanto en Amsterdam 1928 como en Los Ángeles 1932 fueron
primero, segundo y cuarto. El ganador de 1928, Sven Thofelt, ganó 12 años
después, en Berlín 1936, otra medalla en esgrima, y otra más en Londres 1948.
Al año siguiente fundó la Modern Pentathlon Union, que presidió durante 23
años. En 1992, cuando el pentatlón se vio amenazado con ser excluido de los
Juegos, Thofelt, a sus 88 años, lo defendió públicamente como “toda una
educación en sí misma, que debería servir de experiencia a todos los líderes,
ya que entrena la mente tanto como el cuerpo. La equitación y la esgrima están
en la mente, siendo el cuerpo solo un instrumento de ella. El tiro es una
prueba de carácter, firmeza y voluntad. Solo la natación y la carrera son
pruebas totalmente físicas”.
En Berlín
1936 se usaron dianas con forma de silueta humana. En Londres 1948 el ganador
fue el sueco William Grut, que seis meses antes, en los Juegos de Invierno de
Saint Moritz, había acabado segundo en una prueba de demostración llamada
“pentatlón de invierno” donde la carrera y la natación eran sustituidas por
esquí de fondo y de descenso.
En Helsinki
1952 llegó el primer vencedor no militar, un carpintero (inevitablemente sueco)
llamado Lars Hall, que ganó gracias a dos importantes golpes de suerte: primero
el caballo que le tocó en suerte estaba cojo, así que le dieron el que quedaba,
que resultó ser el mejor caballo de toda Finlandia, de forma que Hall solo tuvo
que preocuparse de no caerse de la silla y su montura se ocupó de todo. Dos
días después, llegó 20 minutos tarde a la prueba de tiro, pero le salvó de la
descalificación el hecho de que los jueces estaban ocupados resolviendo una
protesta del equipo soviético.
El
pentatlón tiene el infame honor de ser el primer deporte olímpico donde hubo
una descalificación por dopaje. Fue en México 1968, donde el sueco Hans-Gunnar
Liljenvall dio positivo por alcohol, que muchos participantes usaban para
calmar los nervios antes de la prueba de tiro. A pesar de decir que solo se
había tomado dos cervezas, el resultado de su análisis fue bastante superior. En
Múnich 1972 se descubrió en controles antidopaje que hasta 14 pentatletas
habían dado positivo por tranquilizantes como el Valium y semejantes, que
entonces se descubrió que también eran usados con frecuencia para calmar los
nervios antes de la prueba de tiro. Esta práctica estaba prohibida por la
federación de pentatlón, pero no por el COI, así que no hubo suspensiones esta
vez. Sin embargo, esto acabó provocando que en Los Ángeles 1984 se hicieran las
pruebas de tiro y carrera seguidas en el mismo día, para que así resultara
contraproducente tomar tranquilizantes.
El
pentatlón también sufrió una de las trampas más descaradas de la historia
deportiva. En Montreal 1976 el soviético Borys Onyshchenko, que se retiraba
tras estos Juegos, se vio favorecido por tocados de esgrima que no parecían
haber hecho contacto con su oponente. Cuando esto ocurrió dos veces seguidas
contra dos rivales británicos, a Onyshchenko se le retiró la espada y se
descubrió que la tenía trucada para que el sistema eléctrico que se usa en
esgrima registrara un tocado a su favor cuando él quisiera. Tras ser expulsado
de la villa olímpica nunca se le volvió a ver fuera de la URSS, así que no se
sabe cuánto tiempo llevaba usando esta trampa. Revisando sus puntuaciones
anteriores, que ya eran altas, se observó un marcado aumento en ellas desde
1970.
La suerte
con los caballos a menudo ha sido determinante para el resultado de la prueba.
En México 1968 el alemán Hans-Jürgen Todt tuvo tantos problemas con Ranchero,
el corcel que le tocó, que al acabar el recorrido de obstáculos atacó
físicamente al animal y tuvo que ser apartado por sus compañeros de equipo. En
Barcelona 1992 se decidió colocar la prueba de equitación al final, para evitar
la eliminación prematura de favoritos, pero la cosa no funcionó, y como se ha
visto, a punto se estuvo de eliminar el pentatlón del programa olímpico.
Y
terminamos con una de esas historias demasiado enrevesadas como para ser
ficción. El protagonista es el ruso Eduard Zenovka, que antes de Barcelona 92
había perdido dos títulos importantes de pentatlón debido a caídas del caballo.
En Barcelona le ocurrió otra vez cuando iba líder (recordemos que esta vez la
equitación iba al final) y además incurrió en una penalización extra al olvidar
recoger su casco antes de continuar. Suerte tuvo de al menos lograr el bronce.
Menos de un año después, en 1993, tras haber bebido, tuvo un accidente de coche
en el que se mató su pasajera, la campeona del mundo de gimnasia rítmica Oksana
Kostina, y en el que él perdió un riñón. En Atlanta 1996, la primera vez que se
disputó el pentatlón en un solo día (se tardó casi 13 horas), Zenovka iba sexto
antes de la carrera final, y durante ésta logró ponerse primero, pero a diez
metros de la meta se resbaló y perdió el oro, al ser adelantado por el kazajo
Aleksandr Parygin.
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