domingo, 7 de octubre de 2012

El holocausto español


El holocausto español
Paul Preston
(Debate, 2011)

Todos hemos debido oír alguna vez a alguien pedir recomendada una historia de la Guerra Civil "no partidista". Esto a veces lo que quiere decir es "quiero leer un libro que me diga que la misma culpa tuvieron los unos que los otros", y sobre todo, que tras mencionar cada atrocidad cometida por el bando franquista, no se olvide de recordar que los rojos también mataron curas y monjas. De hecho, hay gente que parece tener una obsesión con eso, como si los rojos solo hubieran matado monjas y curas, o como si llegar hasta ese punto fuera el colmo del innombrable salvajismo, a pesar de que la iglesia católica en general (cada cura es cada cura y cada caso particular es diferente) fuera una de las causas de la situación en la que se encontraba España en 1936. Para esa gente, que no pasen cuidado, que en este libro salen los curas muertos y las monjas violadas. También salen los curas que iban con las tropas pegando tiros y matando gente indefensa, y si se trata de recordar curas muertos, tampoco faltan los asesinados por el bando rebelde en el País Vasco, lo cual demuestra bien a las claras qué mitad del nacional/catolicismo de Franco tenía prioridad.

Pero en fin, estábamos hablando de este libro. Contar los muertos siempre puede ser una tarea difícil, y los números que maneja este libro del hispanista británico Paul Preston son 500.000, divididos en 300.000 en el campo de batalla y 200.000 en actos directos de represión por ambos bandos. Fuera de esta cifra se dejan las muertes por enfermedades, hambre o condiciones extremas de privación en huidas o prisiones: hablamos de muertes directas y deliberadas. De esos 200.000, el marcador final es de 150.000 causados por el bando rebelde y 50.000 por el otro, el llamado republicano, donde se suman tanto el gobierno derrocado como otras fuerzas de izquierda y anarquistas disconformes con él, incluso enemigas a veces y que a veces lucharon y se traicionaron entre sí. Es decir, una diferencia de 3 a 1. Al final del libro aparecen desglosados por regiones, para quien quiera saber qué pasó dónde y cuántos garbanzos echó cada uno en la olla.

'El holocausto español' se concentra en esta parte de los cadáveres. Se mencionan las principales ofensivas de la guerra, pero Preston se queda tras los frentes de batalla para ver qué pasaba antes y después. Y la conclusión principal es que mientras que el gobierno intentó sofocar como pudo la violencia extrajudicial, en el bando contrario se animaba y hasta se usaba como un arma más de guerra: tras cada población tomada, aunque fuera pacíficamente, las tropas tenían dos horas para hacer lo que quisieran, y esto incluía robos, asesinatos y violaciones en masa. Esto se había aprendido en las guerras libradas por militares españoles en el norte de África, y muchos de los golpistas se trajeron estas tácticas de allí. Por su parte, hubo ocasiones donde los republicanos también se tomaron la justicia por su mano, pero los incidentes en número son mucho menores.

El libro no da ninguna opinión, y si la da, está basada en hechos. Sí que se nota que está escrito para seres humanos, no para una fría calculadora de sumar muertos, pero sigue el estilo de lo que Arturo Pérez-Reverte llamaría "aquí un muerto, aquí una bomba, aquí un hijo de la gran puta", solo que dejando que sea cada lector quien ponga los calificativos que quiera. Cuenta las cosas en corto y por derecho, que es como más impacto tienen, desde los discursos de radio hechos por el general Queipo de Llano donde decía que las mujeres rojas estaban deseosas de que las violaran hombres de verdad, no maricones bolcheviques, hasta el "coche de la calavera" del anarquista Pascual Fresquet, con el que recorría Aragón y Tarragona buscando derechistas que matar, pasando por la mujer que tras haber convencido a las tropas fascistas de que la dejaran viva a ella y a su hijo, cuando la oyeron llamar al crío ("Lenin, ven aquí"), agarraron a la criatura y le estamparon la cabeza contra la pared. Aparecen las tropas africanas de Franco violando y matando por donde pasaban ("tranquilo", le dijeron a un alarmado periodista extranjero, "esas mujeres no vivirán más de cuatro horas"), y aparece un Santiago Carrillo de 21 años firmando órdenes de liberación de presos derechistas, donde la palabra "liberar" era clave para "que parezca que los secuestran, llevarlos a Paracuellos y matarlos al amanecer" a la vez que se daban a sí mismos la excusa perfecta para negar responsabilidades. "Decir que no tiene nada que ver es tan absurdo como declararle el único responsable", resume Preston al respecto del recién fallecido Carrillo.

Preston dice que lloró a menudo escibiendo este libro, tarea que le llevó más de una década, mientras lo compaginaba con sus clases en la London School of Economics. Y no es para menos: es un libro que cabrea (por lo que cuenta, no por cómo lo cuenta) si se tiene una pizca de estómago y apena profundamente si a uno le queda una pizca de corazón, pero es que ese es el precio del conocimiento y la lucidez.

2 comentarios:

Sianeta dijo...

Tiene una pinta muy interesante. No tardaré en sacarlo de la biblioteca. Gracias!

David B dijo...

Hay una cosa que nadie dice cuando se habla de este tema. Y es que la sublevación del ejército (y de toda la maquinaria del Estado con él), se hizo, precisamente, para esto: para desatar un huracán que arrasara España. Era el objetivo: después de mí, el diluvio. Para lograrlo bastó traer de África las vanguardias del ejército colonial y lanzarlas contra la población. El pánico subsiguiente y la desorganización provocada por la desaparición del Estado (que, en puridad, se había rebelado contra la gente: no otra cosa fue aquel salvaje golpe de Estado) hicieron el resto. Por eso las familias de los organizadores del 'punch' estaban en ese momento en Biarritz y no en San Sebastián. A principios del siglo XXI ya sabemos que provocar una tragedia es fácil. Basta tener medios, ausencia de escrúpulos y una Causa. Moraleja: no te fíes de los que creen cosas, opinan de todo y tienen una Causa.