miércoles, 12 de diciembre de 2012

Catalina la Grande


Catalina la Grande
Robert K Massie
2011 (Crítica, 2012)

Hay mucha gente a la que le gustan las novelas históricas, pero a la que luego se les atragantan los libros de Historia, quizá por encontrarlos demasiado áridos o porque contengan demasiados nombres y fechas. En estos casos, las biografías pueden ser un buen puente intermedio: al concentrarse en un único protagonista, este hace las veces de personaje principal de una novela, y al seguir su vida vamos conociendo a los secundarios de la trama. Además, tienen la ventaja de que todo lo que ocurre es real y no hay que andarse preguntando qué parte del relato ha sido invención del escritor.

En este sentido, uno de los personajes más novelescos cuya biografía pueda leerse es la protagonista de este libro, Sophie de Anhalt-Zerbst (1729-1796), hija del modesto gobernador de la ciudad prusiana de Stettin (hoy Sczeczin, en Polonia), y que acabaría ocupando el trono de Rusia, una de las naciones más extensas de la Tierra, durante más de tres décadas bajo el nombre de Catalina II. Durante su vida hay bodas obligadas, amantes, escándalos públicos, engaños amorosos, hijos fuera del matrimonio, intrigas cortesanas, guerras, enfermedades, epidemias, regiones conquistadas, cancilleres dominantes, viajes en trineo entre Moscú y San Petersburgo, golpes de estado, complots, revoluciones, conversiones religiosas, favoritos que surgen y caen, fastuosas ceremonias, el nacimiento de la Ilustración, millones de siervos hambrientos, visitas de personalidades extranjeras, juegos de tronos y choques no ya de reyes sino de emperadores, entre otras cosas. Y en el medio de todo, una mujer fuerte y en algunos aspectos adelantada a su tiempo. Al hablar de Historia no existen los spoilers, pero por si acaso alguien quiere acercarse a este libro sabiendo lo menos posible, puede dejar de leer aquí con la recomendación de que las 700 páginas de este volumen merecen leerse, tanto para amantes de la Historia como de las historias.

La madre de Sophia, como muchas mujeres de la nobleza media europea, pasaba mucho de su tiempo intentando mejorar su posición social a base de matrimonios "hacia arriba". Más ambiciosa y decidida que la media, logró pescar un novio de postín para su hija: nada menos que el heredero al trono ruso, Pedro de Holstein-Gottorp, que, por curiosidades de los complicados árboles genealógicos de las casas reales europeas, también era un germanófono como ella, y un auténtico desastre, como persona, como marido y como gobernante. Casados cuando aún eran adolescentes, Catalina no perdió la virginidad hasta los 22 años, y cuando lo hizo fue con uno de los tres padres diferentes de sus tres hijos. Durante su vida tuvo doce amantes, uno detrás de otro, casi todos soldados de su guardia, que le iban cayendo en gracia y que tarde o temprano eran apartados cuando la magia se apagaba para dar paso al siguiente. Después de habe tenido una vida sentimental bastante poco afortunada, con un marido que prefería los soldados -de juguete y luego reales- a ella, siempre necesitó un acompañante masculino con quien admirarse mutuamente, pero nunca encontró al adecuado.

El libro, al igual que la vida de la propia protagonista, está dividido en dos claras mitades: antes y después de subir al trono. En principio, el papel de Sofía, que cambió su nombre por el de Catalina al convertirse del luteranismo al rito ortodoxo justo antes de su boda, debía haber sido el de simple madre de los hijos y herederos del emperador Pedro III. En calidad de tal la atrajo a Rusia su antecesora, la emperatriz Isabel, un bellezón de piel blanquísima y ojos azules, más interesada en ser admirada que en gobernar, pero la avanzada educación de Catalina, su personalidad y su don de gentes espolearon su ambición hasta el punto de que acabó derrocando a su propio marido, que nunca cogió cariño a Rusia, que ofendía a los rusos con su gusto por lo prusiano (enemigos jurados) y que en solo seis meses se hizo tremendamente impopular.

Tras subir al trono, la primera mitad de la vida de Catalina, hecha de aburrimiento cortesano, frustraciones sentimentales y lecturas solitarias dio paso repentino al gobierno de millones de súbditos y al manejo de complicadas partidas de ajedrez sobre el tablero internacional entre prusianos, austriacos, suecos, franceses, británicos, polacos y turcos, a veces aliados y a veces enemigos. También dio paso a su intento de poner en práctica sus lecturas ilustradas. Catalina se convirtió en la principal compradora de objetos de arte del mundo, y el famoso museo Hermitage le debe a ella su esplendor. También mantuvo correspondencia con Voltaire e incluso logró convencer a uno de los mismísimos autores de la Enciclopedia, Denis Diderot, para que a sus 60 años cruzara Europa entera y pasara un invierno (o sea, medio año) con ella en la corte de Rusia. Intentó hacer reformas políticas para aumentar la participación política de su pueblo, pero solo a nivel consultivo y siempre sin poner en duda el papel absoluto del soberano, por mucho que en el epitafio que ella misma se escribió años más tarde dijera que "tenía un corazón republicano". A Catalina le gustaba estar informada, pero también le gustaba mandar (trabajaba de 6 de la mañana a 6 de la tarde y se acostaba hacia las 10 incluso habiendo saraos importantes). Tales intentos de reforma fracasaron, pero es meritorio que intentara hacer una asamblea representativa varios años antes de que Estados Unidos escribiera su Constitución y Francia asaltara Bastillas, sobre todo teniendo en cuenta el tamaño y la gran diversidad étnica y lingüística del país.

Finalmente, el fracaso de dicha asamblea, unido a la Revolución Francesa y al descabellado intento de un cosaco (a quien apodaron "el marqués" de Pugachov) por intentar hacerse pasar por su marido derrocado para apartarla a ella misma del trono hicieron que Catalina acabara dejando las cosas tal como estaban y apoyándose en la alta nobleza que la sustentaba en él. A cambio, intentó aumentar el nivel intelectual y educativo de su nación, y aunque no lo consiguiera en todas partes, las raíces del florecimiento cultural del XIX se echaron durante su reinado. También fue una de las primeras personas en ser vacunada contra la viruela, y su aceptación pública -tras informarse exhaustivamente- de esta nueva y sospechosa técnica llevó a millares y luego millones de sus súbditos a usarla también, con lo que quizá se salvaron decenas de millones de vidas.

El libro como tal está muy bien escrito, aunque la traducción se nota en algunas ocasiones, y logra un buen equilibrio entre los momentos de gran importancia política con los pequeños momentos personales. Hay detalles incluso que ningún guionista de melodramas podría haber mejorado, como un pretendiente sueco dejando tirada en el altar a una de las nietas de Catalina (el mismo día de la boda, y con toda la gente allí esperando), o el reencuentro de una sola tarde, a los 59 años de edad, con uno de sus primeros amantes, Stanisław Poniatowski, a quien luego colocó como rey de Polonia y a quien llevaba 28 años sin ver.

4 comentarios:

Lenka dijo...

Como ya estarás frito de leerme/oírme, siempre me revienta cuando las mujeres de la Historia sólo son conocidas por su apetito sexual (lo que, además, en general se asocia con que eran malas, cabronas, peligrosas y manipuladoras). Le pasó a Cleopatra, le pasó a Catalina y le pasó a cientos y cientos más. Estas, al menos, son muy conocidas. A otras hay que andar escarbando mucho para aprender algo de cómo fueron sus vidas.

Me revienta cuando se "olvida" mencionar que tal reina hablaba sieto u ocho idiomas y era una estratega militar genial, que tal emperatriz modernizó su país y logró en su reinado que el nivel de vida fuera mejor que nunca, que tal matemática fue la que descubrió esa fórmula que llevamos usando mil años, etc, etc. Me parece una auténtica pena, y por eso empecé con las "Mujeres Malas", aunque ahora tenga todo el blog muy abandonado.

Catalina no tuvo más amantes que la inmensa mayoría de los reyes varones, me juego ambas manos. No por eso fue peor dirigente que muchos de ellos, eso seguro. Por supuesto, los hombres no se libran de estas cosas. Tal rey se recuerda más por su afición a la caza, las tías, los relojes o los soldaditos que por su logros o no logros. Somos así, recordamos mejor esos detalles que las batallitas. Que un rey reventara comiendo, o tuviera una amante tamaño elefante, o que fuera más tonto que abundio, todo eso nos chifla. Luego muchas veces no recordamos muy bien si iba antes Perico III o Pifostio V. Hay un libro especializado justo en esos cotilleos.
http://pictures2.todocoleccion.net/tc/2012/02/17/30546141.jpg

Es genial. Me troncho. Pero me sige pareciendo una pena que, de tantas y tantas señoras poderosas, sólo se recuerde: "era una putona". Con ellos, al menos, hay más variedad. Putones, bobos, glotones, con muy mala leche, borricos...

Fuera coñas. El Massie. Ese ha escrito de todo sobre los Romanov. Casi todo lo que tengo de ellos, es suyo. Tremendo, el tío.

Rogorn dijo...

Oche, que yo todo "lo otro" que hizo la Yekaterina lo he mencionao tamién, ¿ein?

Lenka dijo...

No, si está claro. Tú y el Massie, obviamente. Por eso se agradece ;)

Que lo de que era un putón ya lo tenemos muy oído. Digo más, parece que lo fueran todas. Al menos las que trascendieron. Ay.

Juan dijo...

El sexo puede ser entendido como una forma de poder. Por eso, casi todos los que ambicionan el poder, sean hombres o mujeres, han solido llevar una vida sexual interesante.

No es la única manera de vivir el sexo, evidentemente, pero se da.