El tango de la Guardia Vieja
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2012
Tras haber superado la barrera de los 60 años de edad, la carrera
literaria de Arturo Pérez-Reverte presenta cada vez más una muy personal mezcla
de pasado y presente. Por ejemplo, de las 17 novelas que lleva publicadas
(contando la saga Alatriste como un solo título), la mitad (ocho) tienen lugar
en el presente del momento en el que se escribieron, y la otra mitad ocurren en
los siglos XVII y XIX. Cuando se le pregunta por obras favoritas o sugerencias
sobre qué leer, siempre recomienda a los clásicos grecolatinos, al siglo de Oro
español y a la novela del XIX antes que a autores posteriores. En el año 2000
fue de los primeros escritores en vender una de sus novelas ('El oro del rey',
de la saga Alatriste) en descarga digital (hace ya tanto tiempo de eso que dicha
descarga se pagaba en pesetas). Ahora tiene una cuenta en Twitter con más de
medio millón de seguidores, en la que cada fin de semana emerge de la Venecia de
1628 o del Cádiz de 1812 para hablar de temas ocurridos el día antes o esa misma
mañana. Todo esto sin olvidar el artículo que publica cada domingo en el
suplemento 'XL Semanal' desde hace ya casi 20 años, alguno de los cuales ya
podría ser considerado histórico de por sí tras tanta veteranía y tanto ser
testigo y reflejo de su tiempo.
En el caso de esta nueva novela, la
mencionada mezcla ha alcanzado nuevas cumbres: además de ir poniendo al día a
sus seguidores de cómo iba la redacción, Pérez-Reverte abrió un blog llamado
novelaenconstruccion.com donde iba haciendo una especie de "pista de
comentarios" fascinante sobre el proceso de escritura y sus dificultades, e
incluso añadiendo algunas imágenes para que los futuros lectores pudieran
hacerse una idea visual de algunos de los personajes o lugares de la obra.
Además, tras anunciar que iba a abandonar la novela histórica (Alatristes
aparte) durante una temporada larga, luego dijo que esta nueva obra iba a estar
ambientada entre 1928 y 1966. "¿Y eso no es novela histórica?", le preguntaron.
"No para mí", respondió. "Tenga en cuenta que mis abuelos nacieron en el siglo
XIX".
El pasado y el presente es, pues, uno de los temas principales de
su nueva novela, 'El tango de la Guardia Vieja'. La historia trata de un hombre
y una mujer (Max Costa y Mecha Inzunza) que se encuentran tres veces durante sus
vidas, una a los veintintantos años de edad en un crucero entre Lisboa y Buenos
Aires en 1928, la segunda en Niza en 1937 en plena Guerra Civil española, y la
tercera en Sorrento en 1966, ambos ya sexagenarios, durante una partida de
ajedrez entre un comunista soviético y un "capitalista" chileno en tiempos de la
Guerra Fría y el Telón de Acero. Durante esas tres ocasiones los encuentros (y/o
desencuentros) entre los protagonistas mezclan en proporciones diferentes el
amor, el deseo, el sexo, el status de cada uno (él buscavidas hispanoargentino,
ella niña bien española), y sobre todo las peculiares circunstancias externas de
cada vez. Ambos personajes son Reverte de solera destilada: él hábil,
baqueteado, con talento acompañado de industria, paciente calculador de riesgos,
y "de los que sueñan con irse y se van", y ella bella, con mundo e inteligencia,
que busca activamente lo que quiere y de las que coge el rifle cuando atacan los
indios, según las describe el propio Pérez-Reverte. Sus encuentros producen
chispas.
Quienes tengan a Pérez-Reverte como autor de convicciones rudas
y sin concesiones y hayan estado oyendo hablar de que esta su nueva novela va a
ser una historia de amor, que no se preocupen, que lo es, pero a lo revertiano,
sin nada melifluo, y con cada personaje pagando el precio de sus decisiones y
sus cicatrices. A los personajes de sus novelas siempre se les ha permitido
amarse "ma non troppo", y ese motivo continúa aquí. Además, teniendo él mismo ya
61 años, posee la experiencia suficiente para poder saber lo que un veinteañero,
treintañero y sesentón puede sentir respecto a seis décadas de vida intensa,
viajes, amores que no duran para siempre y situaciones delicadas en un mundo que
ha cambiado lo indecible en apenas un siglo. De hecho, según él mismo ha dicho,
la idea para esta novela la lleva teniendo desde 1990, pero ha decidido esperar
veinte años más a que le llegara su momento justo de sazón. Él también es un
cazador paciente.
En común con la mayoría de sus novelas, esta nueva
obra presenta a un personaje profesional y experto en su campo (otras veces
fotógrafo, espadachín, cazador de libros, marino o restauradora, en este caso
bailarín mundano de transatlántico de lujo y frecuente amigo de lo ajeno) que se
ve envuelto en intrigas, enigmas y aventuras, en este caso hasta tres
diferentes. Otro elemento típico de los relatos de Pérez-Reverte son las
minuciosas descripciones de uno o dos temas concretos relacionados con el
protagonista. Si en otras ocasiones eran movimientos de esgrima, maniobras de
barcos, técnicas pictóricas y fotográficas o trayectorias de balas, aquí son la
ropa y la música.
A pesar de jurar en arameo que la investigación de
detalles del pasado es divertida pero lleva demasiado tiempo, y que esa es la
causa principal de su abandono momentáneo de la escritura de más novelas
históricas, en esta ocasión de nuevo Pérez-Reverte se ha vuelto a sumergir
irremediablemente en un ancho mar de libros, fotos, mapas, planos, imágenes de
ayer y hoy y recuerdos personales para poder describir al detalle a sus
personajes y lugares. Y lo hace minuciosamente, no quedándose en un simple "iba
elegante" o "descuidado". Cada prenda, cada sombrero, par de guantes, collar,
pañuelo o modelo de reloj aparecen retratados con precisión de fotógrafo -o
cronista de páginas de sociedad-, y lo mismo con los coches, habitaciones,
salones y demás sitios por donde se desarrolla la acción y los objetos que
contienen, algunos de estilos reconocibles y rabiosamente de moda en su momento.
A su favor tiene además que estemos hablando de tres décadas muy jugosas en sus
modas y estilismo, cono el auge creciente de la fotografía, las revistas, el
diseño y la imagen pública de los personajes admirados (músicos, actores,
millonarios, nobleza más o menos en declive), y esto es una baza jugada a tope
por el autor. Luego siempre hay algún lector que se le acaba quejando de
"demasiada descripción", pero quizá quien lo haga no se da cuenta de que
precisamente por esas descripciones tan "demasiadas" es por lo que se ha podido
imaginar tan vívida y exactamente lo que ocurre, cómo y dónde ocurre y a quién
le ocurre. Son parte esencial de sus relatos, incluso cuando no se sabe mucho de
diafragmas de cámara, palos de un barco, o relojes Patek Philippe.
La
música era el otro tema minuciosamente detallado en esta novela. En muchas
escenas suena música, identificada por su título y a veces su intérprete. Los
tangos que baila Max a bordo del transatlántico 'Cap Polonio' o las canciones
italianas de los 60 que se oyen en las radios de Sorrento añaden un sentido más
al relato: si ya teníamos unas descripciones muy visuales, también podemos saber
lo que escuchaban los personajes y, en un nuevo enlace entre pasado y presente,
con su golpe de hipertextos e interactividad incluido, cualquiera puede
encontrar en internet esas piezas musicales casi al instante, para aumentar aún
más la inmersión del lector -no ya solo lector, sino también oyente y casi
espectador-, en el ambiente descrito.
Las intrigas son también dignas de
consideración, aunque quizá sea mejor no mencionarlas demasiado, porque es la
principal zona de spoilers. Baste decir que cada una es muy de su tiempo, con
tangos y transatlánticos en los rugientes años 20, justo antes del crash
bursátil, una guerra civil de fondo y otra mundial a punto de empezar en el 37,
y una delegación soviética con típicas malas pulgas en el "degenerado" occidente
del 66. En cada caso, alguien quiere algo que no tiene, conseguirlo es
peligroso, y hay que recurrir a las armas que cada uno maneja mejor.
También puede comentarse la estructura, que es algo a lo que
Pérez-Reverte siempre presta especial atención y hasta experimentación. Esta
novela está escrita con narrador ominisciente y con saltos continuos entre el
"presente" de 1966, narrado además en presente de indicativo, y los pasados de
1928 y 1937, narrados en pretérito indefinido (o como se llame ahora). Tengo
entendido que la cosa iba a ser más complicada, con saltos continuos entre los
tres momentos, pero finalmente solo hay dos acciones, la del 66, y la que
comienza en el 28 continúa hasta el 37. Bien hiladas y fáciles de seguir.
Luego está el sexo. Seguramente será uno de los temas por los que más le
pregunten a Pérez-Reverte en las entrevistas de promoción, y la famosa palabra
aparecerá en muchos titulares como reclamo de lectores. Y lo cierto es que si en
las novelas de Alatriste a veces se viene "a matar, y mucho", aquí no falta
"sexo, y mucho". O más que mucho, el necesario, porque tampoco abruma ni mucho
menos. Es más, a menudo hay un tenso tono de deseo más o menos contenido por las
circunstancias que otra cosa... hasta que el asunto encuentra espacio para
liberarse. Es un ingrediente importante en la relación entre los dos personajes
principales (y alguno más), y el tipo de encuentro sexual que se produce también
es otro tema que necesita su detalle para entender la trama, porque en esta
ocasión no basta con apartar discretamente la cámara a la chimenea. En una de
sus entradas del blog novelaenconstruccion.com Pérez-Reverte se ocupó
precisamente de este tema, y de su preocupación por encontrar las palabras
adecuadas para no quedar ni mingafría ni chabacano. Como él mismo lo explica:
"Yo tenía un problema grave con esto. Tenía que resolver tres o cuatro escenas
de sexo explícito y nada convencional. Era muy fácil caer en lo vulgar y yo no
quería eso. Mantener un digno envoltorio para situaciones bastante tórridas ha
sido un desafío técnico, porque todo en la vida es técnica. Antes de escribir,
me planteaba el plano de la situación y pensaba mucho los adjetivos, verbos,
adverbios, porque hay lectores a los que no puedo asustar ni escandalizar, pero
al mismo tiempo hay lectores a los que no puedo decepcionar y que se crean que
los trato como a gilipollas. Conseguir esa armonía asequible a un montón de
públicos diferentes y, al mismo tiempo, quedar yo contento con mi trabajo ha
sido un desafío enorme. Al final hay escenas de sexo duro, y yo creo que no he
caído en la vulgaridad".
Entonces, finalmente, ¿se amaban o no se
amaban, y qué significa eso y habría podido significar en el pasado? Pues
quinientas páginas y cuarenta años más tarde, quizá los personajes por fin lo
sepan. O no.
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1 comentario:
"Tras haber superado la barrera de los 60 años de edad".
No creo que lo vea como una barrera. En cuanto más cerca estés más fácil es asumirlo
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