Se desataron todos los infiernos
Max Hastings
Crítica, 2012
El inglés Max Hastings es historiador, autor, reseñador de libros y corresponsal de guerra hijo de corresponsal de guerra. Ha escrito decenas de libros sobre conflictos bélicos, sobre todo la Segunda Guerra Mundial, que es también el tema de 'Se desataron todos los infiernos'. El título del volumen viene del notable hecho de que gran cantidad de personas que sufrieron aquella guerra, al escribir sobre sus experiencias usan la palabra "infierno" para referirse a ella, tanto civiles como militares, tanto hombres como mujeres, tanto en el teatro europeo del conflicto como en el asiático o el africano. Para todos ellos, lo que vieron desarrollarse ante sus ojos era poner en imágenes cosas apocalípticas que hasta entonces solo se habían imaginado en textos religiosos o en algunos casos visto en pintores medievales, con sus imágenes de triunfos de la muerte y guerreros que tenían que matar a su enemigo de cerca, a menudo haciéndolo pedazos antes de conseguirlo.
El libro es un excelente relato de la Segunda Guerra Mundial resumido en 700 páginas, construido sobre todo a base de citas de gente que la sufrió en persona. El autor es quien narra los hechos principales del conflicto, llevándonos en orden cronológico de un lugar a otro según se van produciendo los hechos de armas más importantes, pero en prácticamente cada párrafo alguien nos abre una ventana personal desde el que verlo, sea un ama de casa inglesa, un soldado ucraniano, un tanquista alemán, un oficial japonés, un partisano yugoslavo, un artillero italiano o un piloto estadounidense, sin olvidar a australianos, rumanos, franceses, birmanos o judíos de varias nacionalidades.
Existe una cantidad tan grande de testimonios, cartas y documentos en general de estos años que podría contarse la guerra de principio a fin decenas de veces sin repetir un solo testigo, y la selección hecha por Hastings ilustra muy bien cada momento, desde la "traición" a Polonia en 1939 con la que se comienza el libro hasta la rendición de Japón y el asomo de los futuros problemas que para agosto de 1945 no habían hecho más que comenzar. Algunas anécdotas, más que retratar lo típico se le quedan a uno en la memoria por lo extremo, como el superviviente de un buque naufragado cerca de las Canarias que acabó llegando a tierra dos meses después... en Bahamas, o el del soldado italiano al que le volaron los testículos, los recogió del suelo y al día siguiente le pidió a un médico que se los volviera a coser, mientras se los sacaba del bolsillo, renegridos y cubiertos de migas y pelusilla.
Setecientas páginas parece mucho, pero sobre esta guerra hay tanto que contar que no sobra ninguna. De hecho, Hastings aquí decide exponer varios de los momentros más conocidos, somo el Día D o las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, de una forma bastante resumida, para así dar cabida a otros hechos que en otros libros "monovolumen" quedan menos reflejados, como la participación italiana o la atrocidad de la lucha en Asia, en particular las cometidas por Japón. También se reduce el espacio ocupado por cosas como la batalla aérea sobre Inglaterra o las campañas del norte de África, que son muy espectaculares y siempre han tenido un regusto muy visual (ayudado a menudo por el mundo del cine), pero que tuvieron mucha menos influencia en el resultado final de lo que pudiera parecer. Así se obtiene mayor espacio para los lugares donde realmente hubo más muertes, que fueron sobre todo la Unión Soviética, India y China.
60 millones de muertos se calculan como mínimo (27.000 al día durante seis años), y hubo grandes diferencias en cómo le fue a cada uno dependiendo del lugar donde estuviera y el momento. Las grandes épicas hechas famosas por el cine americano sobre Normandía y el Pacífico fueron importantes, pero duraron solo unos pocos meses y luchaban fuera de casa, mientras que Rusia o Ucrania estuvieron invadidas por los nazis durante años, incluyendo varios de los inviernos más fríos del siglo XX, durante los que les quitaban las casas, las vacas, las mujeres y la vida. En Inglaterra la gente se quejaba de que había dieta monótona. En India, China o Rusia la gente se moría literalmente de inanición. Como dice el propio Hastings, es injusto decirle a quien sufre que hay gente que sufre más, pero precisamente por eso está bien saber -y a veces reivindicar- qué pasó en cada lugar.
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