jueves, 31 de enero de 2013

Victus


Victus
Albert Sánchez Piñol
(La Campana, 2012)

'Victus' es una estupenda novela histórica que trata sobre los primeros años del siglo XVIII, culminando con el asedio de Barcelona por tropas del bando borbónico en 1714. Novelas históricas suele haberlas de dos tipos: aquellas escritas por historiadores o profesores, y las creadas por escritores. En las primeras suele ocurrir que los personajes quedan un poco planos y tanto la trama como el diálogo a menudo parecen lecciones de historia disfrazadas. Este caso es de las segundas, con un gran protagonista central, (Martí Zuviría, un personaje de nombre real, pero de cuya vida se conocen muy pocos detalles) y un uso del humor y las emociones que a menudo se sobrepone a los detalles específicos del conflicto que relata.

La primera parte de la novela es más bien del tipo del "bildungsroman" o "novela de crecimiento", donde el protagonista comienza en su niñez y juventud y vamos viendo como se "construye" a sí mismo a través de sus viajes y vivencias. En 1705, el chaval catalán Martí Zuviría, de 14 años, es enviado a Francia para estudiar y ser ingeniero de fortificaciones. En la localidad de Bazoches se encontrará con una galería de personajes y un método de aprendizaje que resulta a la vez extraño, fascinante y peculiarmente didáctico. Una de las grandes virtudes de esta novela es que consigue hacer interesante una materia como el diseño de fortalezas (y/o su destrucción), que podría ser bastante árida, a la vez que convierte estos conocimientos en parte integral del futuro carácter del joven Martí, a través de sus puntos tatuados y sus poderes de observación conseguidos a base de duro entrenamiento.

El tono es extraordinariamente fácil de seguir, con frases cortas, ideas claras y lenguaje que mezcla a menudo lo explicativo con lo coloquial. "Si el hombre es él único ser que posee una mente geométrica y racional, ¿por qué los indefensos combaten al poderoso y bien armado? ¿Por qué los pocos se oponen a los muchos y los pequeños resisten a los grandes? Yo lo sé. Por una palabra". Así empieza la novela, para continuar un par de párrafos después: "Lo que acaban de leer era la primera versión de esta página. Cuando la escribí debía de estar melancólico, o borracho. Luego quise suprimir el párrafo en cuestión, por afectado y mariposón. Es más propio de un chupapollas como Voltaire. Pero ya lo ven, la elefanta austriaca a la que dicto estas memorias se niega a suprimir el párrafo. Al parecer le gusta, son palabras épicas, escritas en un tono excelso y bla, bla, bla. Merda. O como dicen ellos: Scheisse". Arturo Pérez-Reverte ha elogiado y recomendado la novela en Twitter, y quienes hayan leído al cartagenero encontrarán muchos motivos de contacto reconocibles: el tono casi de 'La sombra del águila' a veces, una mujer pecosa, referencias a los clásicos griegos, la humanidad vista como insectos aplastados, ojeriza a los poderosos y sus politiqueos, heroísmo desidealizado, etc. Zuviría no era el hombre más honesto ni el más piadoso, y además era un hombre cobarde, que si sale a flote y encuentra una cierta valentía es por suerte, imaginación y fidelidad a los suyos.

Obviamente, a medida que Zuviría se va acercando a la fecha del asedio de Barcelona, la trama se va politizando más y más, y en el momento en el que se publica el libro, 298 años después de los hechos, el tema de la independencia de Cataluña vuelve a estar sobre la mesa y todo el mundo se la coge a veces con papel de fumar. Muchos personajes de la novela exponen su puntos de vista al respecto, y se puede debatir cuáles de ellos son los del autor o no, pero lo verdaderamente valioso es que al igual que el escritor consiguió ayudar al lector a navegar muy bien las aguas de la ciencia poliorcética, también consigue hacer lo mismo con la complicada historia bélica, política y sucesoria de la Europa occidental de la época, humanizando a personajes como generales, reyes o nobles (y humanizarlos tanto que a veces llegamos a saber demasiado sobre sus costumbres defecatorias, por ejemplo) y presentándolos como egoístas jugadores de ventaja que utilizan al populacho como prescindibles piezas de ajedrez, sean del bando que sean y tengan la ideología que tengan. Borbónicos, miqueletes, austracistas, Felipito o el Karlangas, ingleses o franceses, aparecen con sus miserias al aire tarde o temprano, y los bandos acaban importando menos que la gente a la que pisotean, con especial saña puesta en la jerarquía eclesiástica a través de sus "felpudos rojos". El autor dice haber escrito con el ánimo de desmontar mitos y quitar romanticismos por ambos bandos, con mucho humor (a menudo negro) e irreverencia, no exenta de la necesaria seriedad.

Por último, y para aquellos a quienes siempre les corroa la duda de qué es verdad y qué es invención, el volumen trae un índice de personajes y una nota del autor deslindándolo todo. Un detalle un tanto peculiar es que Sánchez Piñol redactó esta novela en español, tras considerar que el boceto inicial en catalán, idioma en el que siempre ha escrito, "no funcionaba". Pensaba que así le salían demasiadas cosas que un catalán daría por sabidas y sobreentendidas, pero que otros lectores necesitarían más ampliamente expuestas, problema que no tuvo al escribir en castellano. Como siempre, hay quien se ha metido a criticar esto, viendo conspiraciones y razones raras por todas partes. Lo llevan claro, ya que seguramente habrá más novelas de Zuviría, que al final de este libro tiene aún solo 23 años y vivirá casi un siglo.

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