miércoles, 13 de agosto de 2008

Anécdotas olímpicas III

(Gracias, Bowman)

Esgrima masculina - Sable individual
Atenas 1896
La competición estaba ya casi acabada, cuando llegó al recinto el rey Jorge I de Grecia y su séquito. Para que el monarca pudiera disfrutar mejor del entretenimiento, el jurado decidió volver a iniciar el torneo desde el principio, lo cual alteró decisivamente muchos resultados. El principal perjudicado fue el austriaco Adolf Schmal, que habiendo ganado ya al griego Ioannis Georgiadis y al danés Holger Nielsen, perdió con ambos la segunda vez, acabando cuarto, mientras que los otros dos acababan primero y tercero.

Esgrima masculina - Espada individual
1908-1948
El danés Ivan Osiier participó en sus primeros y últimos Juegos en la ciudad de Londres, sólo que los primeros y los últimos no fueron los mismos: debutó en 1908 a los 19 años y su última aparición fue en 1948, a los 59. También participó en los otros seis Juegos que hubo por el medio, para un total de ocho, que hubieran sido tres más de no haber mediado no una sino dos guerras mundiales. Entre todos ellos sólo logró una medalla de plata, en Estocolmo 1912. En esto le ganó su esposa, Ellen, que fue la primera mujer medallista olímpica de oro de la historia.

Esgrima masculina - Espada por equipos
Atenas 1906
Cosmo Duff Gordon tenía 43 años cuando ganó la medalla de plata junto al equipo británico. Sin embargo, su fama proviene principalmente de algo que sucedió seis años más tarde: la noche del 15 de abril de 1912 se encontraba junto a su esposa Lucille, diseñadora de moda, a bordo del 'Titanic'.

Si ahora se espera una noble historia digna de un valeroso esgrimista olímpico, va a ser lo contrario. Como es bien sabido, varios de los botes salvavidas del barco, que se hundió tras chocar contra un iceberg, acogieron a mucha menos gente de la que podían, y en algunos casos dichos botes se negaron a acudir a rescatar al resto de náufragos a pesar de que podían haberlo hecho y así evitarles la muerte por ahogamiento y congelación. El bote de Duff Gordon fue uno de los peores casos. En él cabían 40 personas y sólo 12 subieron a bordo: él mismo, su esposa, la secretaria de ésta, siete tripulantes y dos pasajeros estadounidenses. Es más, no sólo no se aproximaron, sino que se alejaron aún más, para evitar ser vistos y llamados.

Tras ser salvados por el 'Carpathia', Duff Gordon dio a cada uno de los siete marinos un cheque de cinco libras para que pudieran comprarse equipo y uniformes nuevos. Éstos firmaron el salvavidas de Lady Lucille, de recuerdo, y hasta se sacaron una foto de grupo. Al llegar a Nueva York, la pareja se instaló en el Ritz y dieron una fiesta con champán y caviar.

Al cabo de unos días, la gente empezó a enterarse de las circunstancias del naufragio y del dinero que Duff Gordon había dado a los siete marinos, y se le acusó de soborno. La pareja se veía abucheada por la calle y muchos empleados del Ritz rehusaron atenderlos. Al poco, los Duff Gordon se volvieron a Inglaterra (por cierto, hicieron el viaje de vuelta en otro famosísimo barco, el 'Lusitania', que tres años más tarde fue hundido por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial), donde se encontraron con vendedores que anunciaban sus periódicos gritando: '¡Lean sobre los Cobardes del 'Titanic'!'. Uno de los titulares era: 'Cowardly baronet and his wife, who rowed away from the drowning'.

Menos de dos semanas después, la pareja compareció ante una investigación de la Cámara de Comercio sobre el hundimiento, a la que asistieron varios miembros de la realeza europea y la esposa del Primer Ministro británico, Margot Asquith. Duff Gordon fue absuelto del cargo de soborno, pero quedó claro que le preocupaba más el mareo de su esposa que la necesidad de los que se ahogaban. Preguntado si le parecía natural no pensar en rescatar a nadie, respondió que por supuesto... 'aunque hubiera sido 'espléndido' si se pudiera haber hecho'. Su imagen de cobarde lo acompañó los últimos 19 años de su vida.

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