jueves, 14 de agosto de 2008

Anécdotas olímpicas IV

Esgrima masculina - Sable individual
París 1924
Con los Juegos Olímpicos ya en plena carrerilla como evento universal de gran importancia, la rivalidad entre Italia y Hungría, las dos principales potencias de la esgrima moderna, estaba enconándose cada vez más. Italia acababa de ganar la final por equipos, y para la final individual, de doce finalistas, se clasificaron cuatro italianos y tres húngaros. Como la forma de disputarse la final era en liga todos contra todos, los húngaron sospechaban que los italianos harían trampa para que el mejor de ellos, Oreste Puliti, venciera sin problemas a los otros tres, para así acumular más puntos y tener más posibilidades de ganar el oro. Así que los jueces, instigados por el representante húngaro, Ivan Kovács, hicieron a los italianos pelear los primeros entre sí, y ocurrió que, en efecto, Puliti ganó fácilmente a sus tres compatriotas. Kovács protestó, y Puliti, airado, amenazó con humillarlo fustigándolo en público. Puliti fue descalificado por este exabrupto, y los otros tres italianos se retiraron como protesta. En su ausencia, los tres húngaros acabaron primero, tercero y cuarto.

Dos días después, Puliti y Kovács se encontraron en una sala de conciertos parisina, y reiniciaron la discusión. Cuando Kovács altaneramente dijo que no entendía lo que Puliti le decía porque no hablaba italiano, éste le dio al juez un puñetazo en la cara diciendo que seguramente eso sí lo entendería. La gente que los rodeaba los separó, pero siguieron discutiendo y acabaron proponiendo un duelo formal a espada.

Cuatro meses después, Puliti y Kovács se encontraron de nuevo, en Nagykanizsa, un pueblo húngaro en la frontera con Yugoslavia. Esta vez iban acompañados de padrinos, testigos, espadas y seguidores. Después de luchar durante una hora, fueron finalmente separados por los espectadores, que temían que acabaran hiriéndose seriamente. Con su honor restaurado, ambos se dieron la mano y ahí acabó todo.

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Natación masculina - 100 metros libres / 1500
Atenas 1896
En los primeros Juegos las pruebas de natación no se disputaron en piscinas, sino en mar abierto, en la Bahía de Zea, cerca de El Pireo. La mañana en que se disputaron los 100 metros la temperatura del agua era de sólo 13 grados, y el recorrido estaba marcado con calabazas vacías que flotaban en el agua. El ganador fue el húngaro Alfréd Hajós, de 18 años de edad, que había empezado a nadar sólo cinco años antes, traumatizado tras ahogarse su padre en el Danubio. Seis años más tarde, jugó en el primer partido en la historia de la selección húngara de fútbol, y otros 22 más tarde, convertido de arquitecto de éxito, recibió un premio en un Concurso de Arte Olímpico para los Juegos de París 1924. Su nombre auténtico era Arnold Guttmann, pero siguiendo una moda popular entre muchos judíos del este de Europa, competía bajo pseudónimo. Luego se cambió el apellido legalmente.

Unos días después de los 100, que fueron una pesadilla de frío, se disputaba una prueba 12 veces más larga, los 1200 metros, en las mismas condiciones, y además la forma de disputarse era que llevaban a los participantes en barca mar adentro y éstos tenían que nadar hasta la meta en la orilla. Hajós, escarmentado tras los 100, se untó el cuerpo de grasa para combatir el frío. A pesar de ello, dijo que temblaba más que por el frío, por pensar qué le podía pasar si le daba un calambre: 'Mi voluntad de vivir sobrepasaba mis ganas de ganar'.

Estaba previsto que la barca de los nadadores volviera a la orilla vacía y por su cuenta, pero al ver el gran número de participantes que por el frío y las olas de cuatro metros iban abandonando la prueba sin poder salir del mar, volvieron a 'pescarlos' uno a uno antes de que les pasara algo. Esta medida de seguridad tranquilizó a Hajós, que acabó ganando la prueba con casi tres minutos de ventaja.

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Natación masculina - 400 libres
Los Ángeles 1932
El nombre de Johnny Weissmüller es (aún) muy conocido, y también las razones de su fama: haber ganado seis medallas olímpicas de natación (cinco de ellas de oro), y haber protagonizado once películas encarnando a Tarzán. Sin embargo, mucho menos conocido es el nombre de Clarence 'Buster' Crabbe.

Celosa del éxito cinematográfico de la Metro Goldwyn Mayer con Weissmüller, la Paramount también quería una estrella olímpica, y con los Juegos celebrándose en Los Ángeles, la ocasión era inmejorable. Así que se dieron una vuelta por la Villa Olímpica, seleccionaron a veinte candidatos y se los llevaron de audición al estudio. 'Nos dieron un taparrabos a cada uno, nos pusieron delante de una cámara, y nadie sabía qué hacer. Luego un director llegaba y nos decía: 'Toma, tira esta lanza', y tirábamos la lanza. 'Toma, tira esta piedra', y cogíamos una roca de cartón y la lanzábamos, intentando que se nos marcaran bien los músculos. Luego nos volvimos a la Villa y nos olvidamos del tema.'

Siete días más tarde se nadó esta final de 400. Tras 200 metros el francés Jean Taris sacaba dos cuerpos de distancia al héroe local, Crabbe. Éste empezó a remontar, y tras dos largos más ya sólo estaba a un cuerpo de distancia. La emoción de la gente era tan grande que los espectadores y hasta los acomodadores se salieron de las gradas para acercarse a la piscina a gritar. Uno de ellos era el propio Weissmüller. Crabbe acabó su gran remontada ganando al francés por una décima.

Tres días más tarde, volvieron los de la Paramount, se lo llevaron al estudio y Crabbe comenzó una carrera de actor en la que hizo de Buck Rogers, Flash Gordon... y Tarzán. Crabbe bromeaba diciendo que 'esa décima de segundo debió ser lo que convenció a los productores de cine de mis dotes interpretativas'. De haber perdido esa carrera, seguramente no lo hubieran fichado.

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