martes, 1 de marzo de 2011

La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre

La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre
Robert Southey
Reino de Redonda, 2010

Reino de Redonda, la editorial del escritor y académico Javier Marías, cumple con este libro su vigésimo rescate de obras del pasado que no resultan fáciles de encontrar. Varias de ellas tienen que ver con la Historia de España, como la autobiografía del capitán Contreras en el Siglo de Oro, o los recuerdos de un fusilero inglés en las guerras napoleónicas. En este caso nos vamos a 1560 para leer en apenas 150 páginas el relato de, como dice el título muy descriptivamente, 'La expedición de Ursúa y los crímenes de Aguirre'. O de cómo un vasco cincuentón, cojo y de baja cuna, acabó enfrentado a nativos indios, conquistadores españoles, Felipe II y hasta al propio Dios que se le hubiera puesto por delante en un baño de sangre del que sólo supo escapar huyendo hacia adelante, para verter más aún, hasta terminar con la suya propia.

En medio de una selva amazónica completamente extraña para mentes y cuerpos del sur de Europa, un par o tres de centenares de soldados barbudos y recubiertos de hierro podían lograr hazañas extraordinarias o crímenes horrendos. Podían ganar imperios o perder la vida, la de los suyos y hasta el solar de su casa natal a medio mundo de distancia. Lope de Aguirre perteneció al segundo grupo, y su historia nunca ha dejado de recordarse. En el siglo XX fueron películas como 'Aguirre, la cólera de Dios' o 'El Dorado', o las plumas de Ramón J Sender y Gonzalo Torrente Ballester quienes lo hicieron, y en el XIX, concretamente en 1821, fue Robert Southey, Poeta Laureado de Inglaterra e historiador, quien publicó la versión que nos ocupa, tras sorprenderse con estos extraordinarios hechos al investigar fuentes para una 'Historia del Brasil' que estaba escribiendo.

La mayor parte del relato se limita a describir el periplo de Aguirre por las Indias y las continuas matanzas que acaecieron por su causa, pero en la primera mitad del XIX, la Historia con hache mayúscula debía tener una intención moralizante, y así a Aguirre nunca deja de llamársele "traidor" o "rebelde" durante todo el texto. El prefacio del propio Southey acaba: "Es (...) buen ejemplo de que el poder, que embriaga a los hombres débiles, a los malvados los enloquece". Entre los segundos incluye, además de Aguirre, a "los fanáticos de la época de Cromwell y los monstruos de la Revolución francesa, así como a los déspotas orientales y los emperadores romanos". Y termina sentenciando: "La presión atmosférica no es más necesaria para la vida física del hombre que el freno de la ley y el orden lo es para su ser moral".

El nudo del relato, que es lo que es, más que tratado de Historia, cuenta cómo transcurrió la famosa expedición de Pedro de Ursúa en busca de El Dorado y sus riquezas fabulosas (en el sentido tanto de "grandes" como de "ficticias"), que el virrey de Perú mandó organizar, en parte para tener ocupados y lejos de sí a gran parte de la peligrosa soldadesca que había quedado sin cometido tras el final de la guerra civil contra Gonzalo Pizarro. Aguirre, que había llegado a América con 21 años y ya llevaba un cuarto de siglo en el continente que nunca abandonaría, era uno de ellos. A partir de ahí, todo lo que pudo ir mal fue mal: El Dorado no aparecía, Ursúa unía a su mal gobierno el pasarse el tiempo retozando durante la expedición con su amante Inés de Atienza, y el natural rebelde de los veteranos que tenían a su señor demasiado lejos no tenía paciencia para aguantar ni falsas promesas ni dureza sin recompensa. En nombre de la libertad y contra la tiranía, Ursúa fue asesinado, su sucesor al frente de la expedición también, y poco a poco Aguirre fue convirtiéndose en el líder de los que iban quedando, por la fuerza de su personalidad y del miedo que daba su talante sanguinario en medio de un entorno salvaje que no ofrecía ninguna protección ni medios de huir. La más mínima sospecha, real o no, era castigada sin piedad, de tal forma que sus caprichos fueron causa de la muerte de la cuarta parte de los españoles que salieron en la expedición. El libro da cuenta de varias decisiones suyas a cuál más cruel, con enfermos, partidarios e incluso su hija. En medio de todo esto, escribía desafiantes cartas a Felipe II y sus virreyes. A medida que las noticias de sus desmanes iban llegando a otros enclaves españoles, era inevitable que se saliera a su caza, captura y muerte, hasta que ésta ocurrió en Barquisimeto (Venezuela), el 27 de octubre de 1561, tras diez meses de locura.

"Había en su carácter algo notable, a la vez que monstruoso", termina el relato, y "ninguna fábula dramática conoció nunca un desenlace catastrófico tan nítido y tan trágico".

1 comentario:

Remolina dijo...

Mira que Javier Marías me cae un poco gordo, pero me encantan los libros que publica en Reino de Redonda, la verdad. Habrá que echarle un ojo a este.