lunes, 29 de abril de 2013

Califas y reyes


Califas y reyes: España, 796-1031
Roger Collins
Crítica, 2013

Este libro es el quinto de la colección de 14 volúmenes sobre Historia de España dirigida por el hispanista John Lynch. Roger Collins, de la Universidad de Edinburgo, es un digno continuador de la obra de eminentes autores angloparlantes que han dedicado gran parte (si no toda) de su carrera a la Historia de la piel de toro.

En la introducción, Collins explica que la pregunta que más suelen hacerle al mantener conversaciones sobre la época del califato omeya en la Península Ibérica es si es verdad que aquella "fue o no una edad de oro de la tolerancia, en la que el judaísmo, el cristianismo y el islam alcanzaron a coexistir en armonía y mutuo respecto". Su respuesta, si se pide rápida, es un "no" rotundo, y si se pide matizada, es que hubo algo así solamente durante unos cuarenta años como mucho, y además, circunscrito a la ciudad de Córdoba, y más en concreto aún, reducido a la élite intelectual de la corte del califa. Fuera de ese diminuto círculo en el espacio y el tiempo, los dos siglos largos de los que se ocupa este libro fueron un estado de guerra continua solo interrumpida por los inviernos, "presidida por la aniquilación de los enemigos y la exhibición de sus cadáveres, y también por la existencia de una floreciente trata de esclavos" sin parangón en la Europa occidental de la época, tan lucrativa que hasta los vikingos se vinieron a participar de ella. De hecho, muchos de esos cadáveres, o sus miembros y cabezas, eran expuestos con mucha frecuencia a poca distancia de ese mismo círculo de concordia intelectual corbobesa que mencionábamos antes. Teniendo esto en cuenta, Collins advierte contra las "imágenes sonrosadas" de un pasado ideal en el que un objetivo deseado del mundo actual (la tolerancia de ideas religiosas) se busca como ejemplo ya conseguido antes por el ser humano. Simplemente, no lo fue, o fue un chispazo muy fugaz.

En los doscientos años que cubre el libro, el único reino cristiano digno de tal nombre a finales del siglo VIII, el de Asturias, acabaría convirtiéndose en el de León y luego el de Castilla, mientras que Galicia, Navarra, Cataluña y Aragón iban surgiendo y consolidándose a medida que la cruz iba empujando a la media luna hacia el sur. En Al-Ándalus, vencedora de muchas batallas y expediciones de castigo, pero perdedora de la guerra a largo plazo, surgió una Córdoba culta y avanzada, pero cuyos avances y cultura fueron de provecho para una cantidad diminuta de gente. Además, tanto la parte cristiana como la musulmana estaban plagadas de cabecillas locales (o movimientos de liberación periférica, según se mire) que en cuanto se hallaran a más de unos días de marcha de su capital, buscaban más su provecho que el de su señor oficial. Málaga, Murcia, Zaragoza o Extremadura fueron focos constantes de este tipo de señores guerreros, algunos de los cuales lucharon con éxito durante décadas contra reyes y califas.

Dada la cantidad de reyes, condes, califas y generales que hubo durante este tiempo, y dado lo confuso de la información fidedigna que tenemos de la época, resulta un tanto difícil hacer un relato de estos años fácil de disfrutar. Si vas cronológicamente, hay fechas que bailan o no son seguras, además de que cada poco tienes que estar nombrando a un nuevo rey, califa o conde, de nombre muy similar a alguno de sus antecesores. Si vas región por región, como este libro acaba eligiendo, te verás obligado a repetir muchos acontecimientos varias veces, como batallas o matrimonios entre parejas de distintas procedencias. En este apartado, por cierto, merece reseñarse que los califas andalusíes eran tan aficionados a las esposas de origen cristiano que muchos salían rubios y de ojos azules e incluso blasonaban públicamente del origen godo de sus ancestros maternos. Por parte cristiana, los monarcas asturianos, leoneses, castellanos y navarros pronto empezaron a desarrollar una obsesión con el pedigrí de cuna de sus esposas tan grande como la que hizo famosos (y luego extintos) a los Austrias del siglo de Oro: los lazos de consanguinidad se iban haciendo más fuertes a cada generación, y aunque no tenemos datos detallados del físico y personalidad de muchos de los reyes cristianos de este tiempo, hubo alguno al que apodaron "el Temblón", por su fragilidad.

Otra característica importante del libro es su atención a las fuentes y a su fiabilidad. Muchos libros de Historia popular dejan a un lado las notas y bibliografía y se toman en serio todo lo que dicen las crónicas. Collins examina con cuidado de dónde sale cada dato, en qué cartulario o documento suelto venía y quién y sobre todo con qué motivo lo escribió. Cuando hay razones para pensar que hay datos tergiversados, falsos o incluso inventados aposta por razones políticas o económicas, Collins avisa o directamente ignora el documento. También acoge en su ayuda textos sobre los cristianos escritos por los musulmanes, tras someterlos a las mismas pruebas. En algún momento del libro esto puede hacer parecer algún pasaje un tanto trabajo de forense más que relato histórico, pero bien está saber de dónde sale todo esto.

En resumen, un libro de Historia serio, detallado, sin concesiones al entretenimiento fácil, pero útil y bien contado.

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